PANORAMA: OTRO COMENTARIO SOBRE EL LIMPIADOR DE ADRIÁN SABA

PANORAMA: OTRO COMENTARIO SOBRE EL LIMPIADOR DE ADRIÁN SABA

Por Mónica Delgado
Lima, la capital de caos y la informalidad, luce en la ficción que Adrián Saba inventa como un alter ego añorado: aséptica, deshabitada, surreal. No es la Lima de barrios y desorden de las películas de Francisco Lombardi ni la ciudad esquizoide de Días de Santiago de Josué Méndez. En El Limpiador, Lima aparece casi libre de limeños, lo que podría soñarse como una utopía dentro de la propuesta «futurista» o de fábula que propone el cineasta peruano: una ciudad para vivir pese al contexto y factor hostil. Y aquí hay un tema fundacional -aunque para ser exagerados ya Augusto Tamayo había hecho el experimento de usar locaciones limeñas en plena época de Sendero Luminoso para simular un territorio apocalíptico y distópico al mismo estilo de Mad Max en Ultra Warrior (1990)- el de encontrar una nueva lectura de Lima, a través de esos espacios como metrópolis, o ciudad en expansión, elementos arquitéctonicos y urbanísticos que la han ido modernizando, como el Tren Eléctrico, el renovado Estadio Nacional y Aeropuerto Jorge Chávez, y sobre todo, el sistema del Metropolitano de transporte. Saba ha sabido reconocer en esta ciudad en que vivimos en el espacio ideal para la construcción de una atmósfera de orfandad y de luto, convirtiéndose en protagonista tan sin alma como lo son sus personajes.
Víctor Prada, un actor de ascendencia teatral y televisiva encarna a Eusebio, un fantasmal o deshumanizado agente de sanidad forense, quien a pesar de la epidemia que vive la ciudad y que ha aniquilado a más de la mitad de la población urbana, apenas tiene trabajo. Su labor de limpiador de residuos bacteriales de las víctimas de la peste que azota Lima es cada vez más esporádica, lo que lo ahonda más en el clima de «spleen» que afecta a los habitantes de esta ciudad en soledad. Así, Adrián Saba logra eliminar de su filme todo indicio de tragedia pese a la peste: las muertes se suceden como pequeños hechos cotidianos, no hay saqueos, ni desesperación. La muerte parece seguir un curso natural, como si se tratara de un espectador silente, y que ubica a Eusebio como testigo de un paso calmado. Saba muestra la repetición y la indiferencia de este personaje que tiene que lidiar con una paradoja: ser limpiador forense y tener apenas víctimas que tratar.
El limpiador tiene unos momentos iniciales logrados, sobre todo en la presentación del contexto de Eusebio, en sus actos maquinales, su relación con el médico del lugar donde trabaja, en su impavidez hogareña, y sobre todo en la atmósfera que Saba propicia con una puesta en escena de planos fijos enfáticos en el ocio o la tranquilidad forzada,  y en la fotografía que parece acuñar una vez más eso de «Lima, la gris». Sin embargo, con la aparición del niño huérfano (Adrián du Bois) y con la nueva enmienda que genera nuevas relaciones y analogías (vida y muerte, joven y viejo, filiación y abandono), Saba parece apostar por introducir esa humanidad que hasta ese entonces había estado ausente, pero es cuando la película logra otros tintes, menos fríos y donde la posibilidad contiene una nueva apuesta y asoma un dejavu de relato ya conocido.
Direccióny Guión: Adrián Saba
Producción: Carolina Denegri y Adrián Saba
Cast: Víctor Prada
PERU
2012