Por Pablo Gamba
Tremor iê (2019), estrenada en enero en el Festival de Tiradentes y que estuvo en el FID Marseille, no puede dejar de ser vista en relación con una de las películas independientes más trascendentes de Brasil en tiempos recientes: Era uma vez Brasilia (2017), dirigida por Adirley Queirós. Ambas son cine de la marginalidad urbana, de la periferia de Fortaleza, la primera y de Brasilia, la segunda, y rompen con la representación de criminales pobres que matan pobres que sigue siendo la más difundida en el mundo. Pero, sobre todo, las dos son cine del presente, ficción sobre los problemas políticos de la actualidad en un país donde la izquierda del PT ha sido derrotada por la oscura derecha cristiana evangélica y militarista del presidente Jair Bolsonaro.
La ópera prima de Elena Meirelles y Livia de Paiva hace referencia implícita al mismo hecho político que Era uma vez Brasilia, la destitución de la presidenta Dilma Rousseff por el Congreso en 2016, y ambas recurren para ello al mismo género: la ciencia ficción distópica. Si eso les da un marco de referencia ampliamente conocido desde el cual acerarse a lo real, pero que como contraparte plantea el problema de la apropiación crítica de los clichés.
Tremor iê –título intraducible, que en español vendría a ser Temblor ye– se desarrolla, como es de rigor, en el futuro. Un golpe de Estado sin aparente violencia, similar al que muchos consideran que fue la destitución de Rousseff, ha ocurrido en Brasil. No se percibe el golpe porque la sociedad funciona como un totalitarismo corporativo ciberpunk, con policías vestidos de blanco que en la neolengua se llaman “soldados del bien”. Un sistema de altoparlantes hace escuchar la voz del orden en las calles del barrio marginal en el que viven los personajes y que está aislado por una altísima muralla.
Como no es menos de rigor, también hay una resistencia clandestina al sistema. De ella forma parte el grupo integrado por unas chicas unidas por su identidad femenina, por la política y por la música. Organizan un atentado “terrorista” simbólico: robar los restos del mariscal Castelo Branco, el primer presidente de la larga dictadura que comenzó con el golpe militar de 1964. También en este sentido la película es un complemento necesario de la mirada marcadamente masculina de los largometrajes de ficción de Adirley Queirós.
Lo más importante de Tremor Iê, sin embargo, está en tensión con todas las convenciones genéricas, que apenas esbozan un relato en la película. Son los reencuentros y las conversaciones que siguen al regreso al barrio de Janina, luego de fugarse de la cárcel. Cayó presa por su participación en una manifestación que recuerda las de 2013 contra el alza de las tarifas de transporte público en varias ciudades del Brasil. Se convirtió en una protesta que se extendió por todo el país y que se dirigió también contra el alto costo para el Estado de organizar la Copa Confederaciones, el Mundial de Fútbol de 2014 y las Olimpiadas de Río de Janeiro de 2016. Esas manifestaciones, por cierto, fueron durante el gobierno de Rousseff, lo que señala el origen de los problemas políticos antes del golpe y de Bolsonaro.
Los largos y distendidos testimonios que se escuchan son el rescate de una memoria de resistencia y de luchas. Resplandecen, además, como una débil llama de realismo en el contexto absurdo del mundo distópico de la película. Lo de “débil llama” no es una metáfora. En torno al fuego se reúnen estas muchachas, tenuemente iluminadas por una luz titilante que no deja de ser también metáfora de su lugar en la sociedad. Así como se escuchan sus historias se ven los cuerpos, su manera de vestir, de estar juntas, de moverse, de tocar los tambores, y también sus sueños de victoria, como sueños que son.
Es un lugar común de la crítica brasileña llamar a estos cuerpos “disidentes”. El problema es que estas disidencias se plantean, en el contexto de este film, así como en los de Adirley Queirós, con principal referencia a los mundos de una ciencia ficción genérica que es “crítica” en la estricta medida que es posible hacerlo en Hollywood o en el cine independiente comercial. Si la retórica de Tremor iê presenta a las chicas como lo “real”, es básicamente por contraste con lo evidentemente fantasioso. No se trasciende esa dicotomía. Esto parece ser un síntoma: la mirada sensible y lúcida a los que sufren y se rebelan se pasma ante las opciones de cambio político y social que parecen ser las únicas reales. Cada vez se entiende mejor que nada cambia de esa manera.
Pero si bien hoy parece imposible volver a filmar películas sobre el Brasil y su historia como Dios y el diablo en la tierra del sol (Deus e o diabo na terra do sol, 1964) de Glauber Rocha –cuya crisis ya estaba planteada en Terra em transe (1967) del mismo cineasta– no ha dejado de ser urgente la necesidad de un análisis que ayude a encontrar la manera de cambiar la sociedad, aunque no sea el que se aspiraba a hacer entonces con alegorías. Películas como Tremor iê plantean esta demanda, pero se van por la tangente de la ciencia ficción en busca de una respuesta que allí solo puede ser imaginaria.
Dirección: Elena Meirelles, Livia de Paiva
Guion: Elena Meirelles, Livia de Paiva, Lila M. Salú, Deyse Mara, Petrus de Bairros
Producción: Ticiana Augusto Lima
Fotografía: Livia de Paiva, Raoni Shaira
Montaje: Elena Meirelles, Livia de Paiva, Lincoln Pericles
Música; Lila M. Salú, Auri D’Yruá, Micilete Lima, Flavia Soledade, Ricardo Pereira dos Santos
Brasil, 2019