Por José Sarmiento Hinojosa
(Border, CARGO y Still serán proyectadas el día lunes 25 de Febrero a las 5 p.m., en el marco del ciclo “Mujeres en la Resistencia” curado por Nicole Brenez, Mónica Delgado y José Sarmiento Hinojosa para Desistfilm, de la mano de la Dirección del Audiovisual, la Fonografía y los Nuevos Medios y el Círculo de Crítica y Estudios Cinematográficos de Perú).
Cada vez que sentía que una imagen esencial estaba a punto de aparecer, me retiraba bruscamente en mí misma e imponía una especie de quietud interior. Durante esos momentos de apagarme, bloqueé el sonido y los vientos fríos no me afectaron, mi mano proporcionó una base completamente sólida para que la cámara descansara, aunque se sacudiría mucho tan pronto como terminara la toma. – L.W. (1)
“Si te dijera en donde he estado no me creerías” dice Laura Waddington en CARGO, mientras el CCD de su pequeña mini DV revienta contra las imágenes de un hombre en altamar, un acercamiento que deviene en casi una abstracción pictórica, una manifestación de la soledad y la desesperanza. Esa aparente taciturnia epistolar, ese intercambio de palabras sin receptor o declaración al vacío, es una voz que busca un hábitat, o una cámara de eco para multiplicarse, como una mitosis interrumpida que queda flotando en la garganta de los protagonistas de sus filmes. Todos los hombres, mujeres y niños en los trabajos de Waddington son desfranquiciados, personajes en eterno tránsito, fugitivos, prisioneros, o gente que solo habita en la memoria de algunos pocos.
Waddington forma parte de esta generación de cineastas que manifiestan la intimidad de lo político: el discurso de una resistencia que se viene dando a partir de los espíritus, voces y cuerpos de personas a las que la humanidad parece ajena, pero que parecen sujetar al mundo con su dignidad, resistencia y vulnerabilidad. En Border, Waddington se adentra en el campamento de la Cruz Roja en Sangatte, al borde entre Francia e Inglaterra, punto de entrada al Eutotúnel, donde cientos de refugiados buscan paso a la “civilización”. En CARGO, va a la deriva por el Mediterráneo con un grupo de marineros prisioneros de su propio barco, sin poder desembarcar en tierra, sin identidad ni patria. En Still, nos recuerda a las víctimas de la violencia policíaca en Francia, de nuevo, personajes invisibles, sin voz, solo presentes en este ejercicio de found footage, de imágenes encontradas en el Internet.
Como una extraña paradoja, las crudeza y rugosidad de la imagen digital permite el diálogo íntimo entre las imágenes y su captura. Este “arrastre” de la imagen, la coloca en un estatus de ensoñación, de sueño febril, imágenes irreales que parecen pertenecer a un recuerdo, pero cuyo contexto es el que permite justamente nuestro involucramiento emocional: al filmar en un estado de guerrilla, el dispositivo digital permite una proximidad a sus sujetos que solo encontramos en procesos inherentemente humanos: el sueño y la memoria. De esta forma, todo lo que sucede en estos cortometrajes, ya sea en estado de shock, o de profunda meditación, nos es extrañamente propio, sus personajes, de alguna forma familiares. Como mencionara Didi-Huberman (2), Waddington reconstruye, con estos poemas fílmicos, la dignidad de sus sujetos.
En Border y CARGO, el lenguaje epistolar, declarativo, es casi un protagonista principal. Waddington, el personaje, es tangencial a Waddington, la cineasta, y en sus cartas perdidas, encontramos la vulnerabilidad de quien se contradice o tropieza bajo sus propias declaraciones. Es un ejercicio con propósito desorientador, pero una manifestación de las intenciones de la cineasta de seguir por este camino de continuidad con la fragilidad de la memoria de la imagen. Si las imágenes de Waddington casi siempre alcanzan la abstracción, su voz las acompaña en quiebres discursivos, potenciando este propósito de intimidad. Por otro lado, la urgencia de Still se manifiesta en sus imágenes pixeladas, único testimonio de personas como Joachim Gatti, víctima de una bala lumínica que ocasionó la pérdida de su ojo, y de decenas de hombres y niños cuya vida ha sido arrebatada por la violencia policíaca. El espacio sonoro es habitado por sonidos de ametralladoras, que son las marcas de corte para este montaje de la miseria humana, manifestada en esta voluntad de invisibilizar.
Hay algo trágicamente bello en las imágenes de Waddington que me recuerda a la frase que Grandrieux y Brenez utilizaron para su serie de cineastas envueltos en resistencia política: “Quizá la belleza haya fortalecido nuestra resolución”. Sirvan estas imágenes, no para calmar nuestra culpa alienante, propia de nuestro distanciamiento emocional y físico frente a lo ajeno, sino para gatillar un ejercicio de empatía, resurrección de la memoria, fiebre de humanidad y fortalecimiento del fuego interno.