Por Mónica Delgado
En RGB XYZ (2008), el irlandés David O’Reilly compone un universo salido del Paint, así de amateur en su trazo como dislocado en su estética, y observado desde un amago de drone endemoniado, que subvierte todo el mundo, rompiendo la gravedad y que permite el gobierno absoluto del pixel gigante y en completa ebullición. Como en sus trabajos posteriores, existe una fusión extraña, en la necesidad de romper con una convención de los límites de la animación propia de Hollywood, aliada a una sensibilidad punk para arrastrar a sus personajes a submundos decadentes y de crisis existenciales.
A O’Reilly no le gusta la perfección o la copia de lo real que le interesa a Pixar o a Dreamworks. Su propuesta viene desde el margen, ajeno incluso del anime japonés más brutal: es el polo opuesto de la animación complaciente con la vista y el oído. O’Reilly vive en Berlín y es desde allí que ha desarrollado una carrera en la animación diferente a las corrientes actuales, incluso haciendo videoclips para grupos como U2 o cantantes como M.I.A. Su trabajo, Octocat adventure (2008, 6 min) lanzado primero en Youtube, causó comentarios diversos, incluso muchos usuarios pensaron que había sido realizado por un niño de ocho años, llamado RANDYPETERS1, un heterónimo inventado por el mismo director. Con una estética parecida al Paint del Microsoft, O’ Reilly da vida a un gato “araña” que venga por el mundo la ausencia de sus padres. Este tipo de arte naif y medio salvaje llamó la atención y formó parte de un proyecto que recogía percepciones más allá de las intenciones del mismo cortometraje.
La forma en que los personajes actúan y sobreviven en RGB XYZ, parecen extraídas de un Atari defectuoso. El protagonista, un televisor humanizado, o al menos uno con cabeza cuadrada, aparece con ganas de congeniar con otros habitantes de su pueblo, pero no siempre estos diálogos son amables, la mayoría pródiga en improperios que demuestran un mundo saturado y en diaria rabia. Esta incompatibilidad propicia la huida a la ciudad. En ella, el muchacho cambia de vida, y se convierte al “capitalismo”, siendo explotado laboralmente y disfrutando de la sociedad de consumo: discotecas, bares y música pop. Y como en un cuento de hadas, el muchacho encuentra una salida, pero luego de ir del RGB al XYZ, del mundo del color a uno nada saturado, en un viaje de aprendizaje gobernado por el pixel y el glitch.