Por Aldo Padilla
La competencia internacional de Rotterdam es posiblemente una de las competencias más importantes para directores que realizan sus primeras armas, ya que se enfoca en óperas primas y segundas películas. Aunque el número de competidores es muy limitado, solo ocho films desde hace algunos años, en esta competencia siempre habrá lugar para algunas sorpresas.
Latinoamérica ha tenido una relación muy importante en los últimos años con esta sección con grandes apariciones como las del montador colombiano Felipe Guerrero con su film Animal Oscuro, el peruano Juan Daniel Molero con Videofilia, el diseñador de sonido paraguayo Pablo Lamar (La última tierra), los chilenos Niles Atallah (Rey) y Dominga Sotomayor (De jueves a domingo), y el año pasado Arabia de Uchoa y Dumans, film que terminó siendo uno de los mejores del año. Todos estos nombres y películas muestran la importancia de esta competencia para el impulso del cine latino y avalan una gran y arriesgada programación. Lastimosamente la competencia de este año ya pasado su ecuador, está aún a la espera de aquella película que marque el festival.
Dado que se ha hablado tanto del cine latino, vayamos por la representante brasileña de este año que es Mormaço de Marina Meliande, film que tiende a ser un tanto genérico ya que puede referenciarse a partir de varios films de su país de la última década: Tropa de Élite, debido a uno de los planteamientos centrales del film, una especie de limpieza de habitantes pobres de las zona aledañas a la villa olímpica de Rio 2016; a Aquarius, debido a la lucha contra una inmobiliaria que en base a amenazas trata de desalojar el edificio donde habita la protagonista, y también ciertas similitudes con Trabalhar cansa, que está relacionada con el título del film, “mormaço” o “sultry” su título en inglés, los cuales representan la humedad que suele presentarse en las casas y que generan un oscuro color verdoso.
Hay una idea de transversalidad que recorre el film, ya que tanto la protagonista, una abogada de clase alta que vive en un edificio y que pretende ser convertido en un hotel de lujo, como el grupo de pobladores que ella ayuda, se encuentran en constante amenaza por el desalojo de sus precarias casas. Esta transversalidad busca una empatía entre clases en un momento en el cual la corrupción y el desgobierno reinan en Brasil. Si bien el film es muy poco sutil respecto a cómo enfrentan los protagonistas los desalojos, se puede encontrar algo de valor en las alegorías fantásticas que se plantean como única vía de escape frente a la inminente destrucción.
Possessed de Metahaven y Rob Schröder, es la película holandesa de la competencia y a la vez es el gran despropósito de la selección. Se trata de un ensayo que mezcla la performance casi teatralizada y un discurso cansino sobre como la tecnología va poseyendo a la juventud. Si bien la idea original mediante la cual materializa su discurso no está del todo errónea, hay un olvido del cine como forma de expresión y recurre a otro tipo de recursos ajenos para expresar sus planteamientos. El film incluye momentos burdos basados en el uso de emojis y similares para graficar una supuesta automatización de las personas, además de una suerte de constante martirización de la protagonista que se mueve por espacios oscuros y camas destartaladas. En medio de excelentes producciones vistas en otras secciones, este film desentona totalmente con la competencia que más visibilidad tiene en el festival.
En todo caso no todas son críticas negativas de la competencia, ya que dentro de su sencillez Djon Africa de los portugueses João Miller Guerra y Filipa Reis, sin muchas ambiciones logran una eficiente película de búsqueda de raíces de un muchacho portugués, además de reafirmar la estrecha relación que hay entre Portugal y Cabo Verde, que ya se había mostrado en el cine de Pedro Costa (incluso Tarrafal uno de los pueblos que da nombre a uno de sus cortos aparece en el film).
El protagonista es un joven rastafari que parece tomarse las cosas a la ligera y que vive en algún suburbio portugués con su abuela, con la cual mantiene una relación armónica. En algún momento debido a una confusión decide averiguar más sobre su padre, del cual no tiene ninguna referencia. La poca información que la abuela tiene es muy ambigua y está es revelada en una gran escena planteada mediante un somniloquio. A partir de esos datos, el protagonista parte hacia Cabo Verde con un norte muy poco definido, pero descubriendo de a poco unas raíces que le son totalmente desconocidas, pero que de cierta forma le acomodan por un instinto que no se han perdido como parte de su herencia. En el camino va descubriendo tanto parte de su historia familiar paterna, como un país de contrastes que está muy bien retratado por Guerra y Reis.
Si bien la historia ha sido contada cientos de veces en diversos formatos, hay una construcción del personaje que permite que ese descubrimiento se sienta auténtico y permite que el espectador sea parte de él. Aunque de todas formas el film palidece debido a una irregularidad y repetitividad en su desarrollo, su cierre musical contiene una melodía brillante que reivindica la identidad africana.