Por Mónica Delgado
Más allá de su fascinación por los géneros, el cineasta kasajo Adilkhan Yerzhanov ha demostrado a lo largo de su trayectoria su apuesta por construir un estilo propio, algunas veces marcado por estilizaciones sofisticadas. También, por este estilo peculiar y exotizante de la realidad rusa, se trata de un autor que suele estar presente en festivales como Cannes, Venecia o San Sebastián, y que este año logró nuevamente una incursión en la programación del Festival de Rotterdam 2022, en la sección competitiva Big Screen, con su reciente largometraje The Assault.
Como también pasa en sus anteriores filmes, el cineasta sitúa las situaciones y personajes de The Assault en Karatas, pueblo ficticio que forma parte de su universo fílmico, y cuya fisonomía en medio de un invierno atosigante aparece en The Plague at the Karatas Village (2016) o en Ulbolsyn (2020), algunos de sus trabajos previos. Esta comunidad inexistente inevitablemente remite a un entorno conocido, es decir, a un contexto político y social específico de su país, de una cultura con señas propias y que el cineasta kazajo explora, casi siempre, con una puntual ironía.
En The Assault pasa algo similar. Si bien lo que sucede en Karatas responde a un suceso imaginado, los referentes con la realidad rusa y con los rezagos culturales tras la independencia en 1991, aparecen, esta vez a partir de un suceso que remite a la realidad: la toma de una escuela secundaria con ecos a los asaltos en Beslan (por extremistas chechenos) y Kazan (por un estudiante ruso) como hecho policial que pone a prueba a toda una comunidad.
El thriller con bastante tono cómico (de humor negro) que propone Adilkhan Yerzhanov describe el asalto de un grupo de enmascarados en un escuela en medio de la nada. Esta centralidad de un colegio va a mostrar, por un lado, la importancia de este tipo de espacios en medio de una estepa invernal, pero también, por otro lado, la posibilidad de componer todo el drama de resolver el asalto a partir de un microcosmos especial: una comunidad dispar de docentes, entre profesores de matemática, de educación física, de ciencias, conserjes y demás, quienes ante la ausencia de policías y militares tendrán que someter su valor a prueba para poder liberar a la escuela de los secuestradores.
Lo interesante de The assault es que las motivaciones de los asaltantes nunca se exponen, a tal punto que apenas los vemos al inicio. Más bien Yerzhanov optar por desarrollar el film desde el empoderamiento del equipo de “rescate” improvisado que se debe de armar en menos de 36 horas. Y aquí aparece el elemento manido, con tufo a déjà vu, de un grupo de hombres y una mujer que debe prepararse para poder realizar un acto de heroicidad, a partir de una cuota de suspenso: las horas que faltan irán apareciendo en carteles que van a anunciando la pronta llegada del día del asalto. Y poco a poco, en medio siempre del toque humorístico, el cineasta kazajo monta elementos del thriller, pero también algunos del western. La búsqueda del líder, el territorio a atacar, la conformación de alianzas, y al aprendizaje de las desventajas del villano se vuelven elementos claros en un tipo de cine de género y que el cineasta domina con solvencia.
Si bien la forma que decide Adilkhan Yerzhanov resulta afortunada, acompañada de una banda sonora de expectativa, con ecos a Asalto a precinto 13, la fórmula del tiempo, que marca por momentos lo episódico (“diez horas antes del asalto”, “media hora antes del asalto”, o “dos minutos antes del asalto”), a veces resulta innecesaria, ya que la tensión ya está marcada en sí, por el actuar de los personajes. Sin embargo, The Assault resulta un ejercicio de estilo que muestra la versatilidad del cineasta, para componer matices, desde una misma intención crítica e irónica de una sociedad en crsisi (por más pequeña que sea como en Karatas) y en films tan disímiles como The Owners (2014), The Gentle Indifference of the World (2018), A Dark-Dark Man (2019) o Yellow Cat (2020).