Por Mónica Delgado
Siempre hay una extraña sensación cuando se ve una película que rompe con las narrativas convencionales en la sala de un multicine. Como si las cajitas de popcorn, los M&M, el ruido de las conversaciones en las colas para acceder a alguna de las seis o siete salas desentonaran con todo lo que ofrece un film de observación, de largos planos fijos y, sobre todo, sin diálogos ni música, totalmente silente. Incluso asoma una sensación de culpa, como si algo se estuviera fracturando, como si algo no estuviera siendo colocado en el lugar correcto.
Ver Night Walk, segundo largometraje del cineasta surcoreano Sohn Koo-yong, ha sido todo un descubrimiento y una experiencia sublime en el marco de la 52º edición del Festival de Cine de Rotterdam. El film de apenas una hora se proyectó de manera impecable en el multicine Pathé, un complejo de varios pisos y varias salas, incluida una Imax, en un espacio completamente lleno. Y, como dijo la programadora al inicio del film, este ya no es un film de “chico conoce a chica” (Boy meets girl, que podría aludir al film anterior del cineasta surcoreano) sino que se trata de una obra donde “el cine se encuentra con la audiencia”, a modo de un sutil enamoramiento.
Night Walk condensa una serie de planos fijos a lo largo de varias lunas, noches y semanas (en la línea de cineastas del paisaje como Peter Hutton o James Benning). Es un film azul y nocturno, ya que todas las imágenes están marcadas por esta imposición lunar, de auscultar lo que depara la noche en algún barrio o suburbio. Y así la mirada del cineasta, quien registra, edita y dirige, se va complementando con sobreimpresiones, a modo de trazos dibujados, mientras algunos pasajes de poemas de diversas épocas de la historia literaria del país aparecen en texto para convertirse también en el sentir propio del cineasta ante esta contemplación. Planos de ventanas en edificios, callejuelas donde transitan algunos gatos, carreteras que aparecen en medio de un bosque, letreros que quieren simular los ecos de la realidad, o simplemente el reflejo de la luna sobre alguna pileta o estanque.
Presentado en la sección Harbour, Night Walk es el segundo trabajo del coreano Sohn Koo-yong, quien ya ha realizado los cortometrajes A Walk (2017) y Winter in Seoul (2018), y el largometraje Afternoon Landscape (2020), con la cual el reciente film tiene parentesco. Y a diferencia de su primer largometraje, donde hay un personaje observando y siendo observado en su divagar por la ciudad (y donde también aparecen los poemas sobreimpresos), en este nuevo trabajo no hay personaje algunos ante la cámara, salvo la ciudad en su nocturnidad en sí. Todo el film está gobernado por la mirada y sensibilidad del cineasta, y que como dijo en el Q & A al final de la proyección, recupera más de cinco meses de salidas nocturnas, del recorrido por decenas de noches, a la misma hora, con el fin de capturar en su totalidad los movimientos o ciclos de la luna.
Night walk es un delicado film documental sobre la posibilidad poética del paisaje desde la densidad del paso del tiempo, del conteo de las horas producto de una inmersión en la oscuridad, en los secretos de los lugares mientras las personas duermen, y desde una intencionalidad que busca darle una forma específica a esa nocturnidad, amparada en versos que atraviesan también de otra manera este paso de las noches. También podría ser un film sobre la duermevela y la melancolía, sobre esa reconciliación con el reverso del día, y sobre la auscultación de una realidad desde el necesario silencio.
Sección Harbour
Night Walk
Dirección, cámara y edición: Sohn Koo-yong
Corea del Sur, 2023, 65 min