Por José Sarmiento Hinojosa
Enfrentarse a una curaduría tan particular como la que Mónica Savirón ha realizado para este S[8] ha sido una experiencia de resignificación personal: tal como la recodificación de signos audiovisuales en el found footage fílmico, la experiencia propia de estar sujeto a la experiencia de estas imágenes y sonidos responde también a un evento de inmanencia íntima, donde la coalición de imágenes y sonidos perdura dentro de la mente para sucitar varios estados sensoriales, recodificando casi por ocurrencia mágica la mirada de un espectador que experimenta algo que cambiará su perspectiva para siempre. Tal nivel de experiencia es el que ocurre al enfrentarse a dos cineastas mayúsculas y a esta selección de trabajos tan cuidadosamente realizada en esta Mostra.
A Barbara Meter hay que agradecerle esta simbiosis del universo sonoro y audiovisual, inclusive desde sus abstracciones expresionistas más intensas: Portraits (1972), magníficamente musicalizada por Steve Reich, es un aparato de memorias donde la artista retrata a varios de sus amigos y presenta estos retratos bajo la premisa de un metraje que se concibe dentro de un patrón sonoro particular. Las imágenes cobran ritmo, aparecen y desaparecen, parecen abandonar su propia nostalgia producto del tiempo para presentarse en un ludismo de apariciones y desapariciones. La pieza de Reich es fundamental, es un patrón sonoro de órganos que se repite con insistencia, donde la estructura sonora varía casi imperceptiblemente de frase en frase, puntualizando algunas notas y desapareciendo otras, generando un drama particular en la performance del instrumento, un retraso y adelanto que conjuga perfectamente con las imágenes de la cineasta experimental holandesa. Convalescing (2000) es el recurso del silencio al servicio de este estatismo parcial que parece abstraer el tiempo cuando alguien está convaleciente de algún padecimiento: imágenes casi fantasma que se cuelan tras las persianas entrecerradas de una habitación, una sensación que inmediatamente abandona el proyector para fundirse con el proceso íntimo de pensar en la imagen. El sonido, la casi ausencia de sonido, genera una intimidad pasmosa, una especie de meditación mecánica que parte del material fílmico.
A Touch (2008) y Appereances (2000) son una declaración manifiesta de intenciones sonoras, de apropiación musical de las obras de Bach, Alan Seip y František Tomásev y la voz de Marlene Dietrich, dentro de dos universos que representan un ars poética y un documento de memoria. Las imágenes apropiadas del álbum de fotos de los padres de Meter, ambos víctimas de la persecución nazi, es presentado con reels de found footage de la época en Appereances, un documento donde por momentos la cineasta intima con la imagen, y por momentos la presenta desnuda. La imagen cobra una dimensión dramática particular al ser fusionada con la música de Dietrich y Bach, mientras que el grano grueso de una imagen que se niega a desaparecer, genera una atmósfera que es por momentos desoladora, por momentos nostálgica. A Touch (Aanraking, 2008) es un álbum de declaraciones visuales enfatizado por su banda sonora, obra de Alan Seip, una pulsión rítmica afín al latir acelerado de un corazón agitado, el ars poética de Bárbara Meter: imágenes que quieren permanecer en memoria.
Regreso a Broken Tongue (Mónica Savirón, 2013) luego de haberle dedicado algunas palabras el año 2014, luego de haberla descompuesto una y otra vez en el afán de comprender en su totalidad este magnífico cortometraje. Broken Tongue de Savirón me es ya un filme familiar, pero su familiaridad no le ha restado ese peso de la resistencia que percibí por primera vez al verla. Tracie Morris recita su poema Afrika: It all started/when we were brought here/as slaves/from Africa y lo transfigura en una declaración de intenciones, en un aparato de resistencia sonoro, en un testimonio de la crudeza y el desfalco emocional que significa ser dueño de una cultura como la afroamericana, en un híbrido sonoro cuyas frecuencias invitan a la reflexión, sonido complementado por un aparato visual de imágenes apropiadas (Imágenes del New York Times desde sus inicios en 1851 hasta 2013), que funcionan como el contrapunto perfecto de este diálogo de protesta de Morris. Savirón ha realizado una obra maestra moderna del cine experimental utilizando el casamiento del sonido y lo visual para representar años de represión, caos y violencia de una cultura que ha construido su propia identidad durante cientos de años de historia.
Answer Print (2016) funciona como una especie de continuación de este primer trabajo. Savirón entiende perfectamente el énfasis del sonido en comunión con las imágenes mostradas, esta vez, un documento de las realidades migrantes frente a la cultura popular y mediática de los Estados Unidos. Trabajar con la fragilidad de un material deteriorado que eventualmente se echará a perder, es como esculpir con hielo, como tratar de perennizar lo inviable. Sin embargo, para Savirón es un punto de partida partida para el diálogo que pretende establecer con el espectador: he aquí el answer print, mi primer bosquejo, en el cual reproduzco el mecanismo sonoro del mismo proceso de manipulación del celuloide, donde demuestro la fragilidad de la imagen, la fragilidad de este proceso que es un intento desesperado por salvaguardar lo que está por no existir más. La tonalidad carmesí de la imagen remite al color de la puesta de sol en su finalidad: un proceso inevitablemente finito, pero en cuya duración uno puede percibir la magnificencia del cosmos.