Por Mónica Delgado
Como cada año, la edición del [S8] Mostra de Cinema Periférico, que se celebra en A Coruña, sigue siendo un espacio imbatible para la afirmación de la brillantez de varias personalidades del cine experimental, sobre todo proclamar un tipo de vigencia de un modo de hacer cine desde la resistencia. En este año, la muestra no solo se revisita el trabajo de Aldo Tambellini, ligado a la contracultura neoyorquina de los años 60, y de Helga Fanderl, maestra del Súper 8, sino que se explora también la obra del histórico Joseph Cornell, y de los estadounidenses Luther Price, por primera vez en España, y Steve Polta.
Pero el [S8] también ofrece un panorama “interior”, de voces y visiones del experimental español, pero también gallego, y en ese arraigo es que se presentan una serie de cortometrajes nuevos que reflejan el estado del cine gallego, que en los últimos años tuvo un despunte creativo ejemplar e inédito en ese país.
En la sección Sinais en Curto encontramos una serie de trabajos que permiten un balance positivo, y en particular me parece un espacio donde se puede medir la progresión o no de jóvenes talentos gallegos, que como Jaione Camborda o Carla Andrade, quienes ya presentaron sus cortos en esta misma sección, logran resaltar sus hallazgos y permiten valorar en panorama su crecimiento como cineastas y artistas. Mencionamos algunos trabajos:
En la notable Rapa das Bestas, de Jaione Camborda, que se proyectó también la reciente edición del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires, Bafici, se registra de manera muy cercana algunas acciones que conforman una festividad donde se corta los crines a los caballos en alguna zona de Galicia. El modo en que Jaione va construyendo su atmósfera, desde la textura del Súper-8 y en blanco y negro rugoso, a partir de los rostros de los hombres que intentan domar caballos indómitos, los mismos caballos en reyerta, los movimientos de los danzantes y las tomas del público de este momento de atracción turística, parece proponer una celebración anacrónica, perdida en el tiempo, dando cuenta de una España aún nostálgica de las tradiciones ancestrales.
El logro de Jaione está en su acercamiento, a través de planos cerrados de animales y caballos, que plantea una simbiosis entre estos dos tipos de “elementos”, pero dentro de la violencia que implica la resistencia del animal ante el sometimiento humano. Una cortometraje físico sobre una sutil fusión entre hombres y animales, de crines que van simbolizando un tipo de triunfo, que la cineasta describe con total fascinación.
En un estilo opuesto, pero dentro de una propuesta coherente con sus anteriores trabajos como videoartista, Carla Andrade dirige El paisaje está vacío y el vacío es paisaje, un corto de 18 minutos en video que recurre a un grupo de planos fijos del desierto de Atacama, para plasmar diversas morfologías, tesituras y climas en medio de ese espacio físico de la horizontalidad. Más allá del toque filosófico que Andrade provee a su film, de equiparar la desnudez del desierto con una necesidad de llenar el vacío, lo que permite este trabajo es una conjunción donde el sonido tiene una labor especial: la de otorgar al paisaje de un movimiento desde lo sonoro, y es partir de este tratamiento que el paisaje parece despegar, y adquirir otra dimensión más allá de lo que dice el encuadre.
El toque satírico, y disruptivo en comparación a los otros cortos de la muestra, lo coloca Xurxo Chirro con Bomb Movie, una suerte de mockumentary a partir del uso de found footage que crea fuentes oficiales del gobierno de EEUU como parte de una teoría conspiracional. La misma idea es planteada en Textil movie -pero en otros contextos- y es así como Chirro va proponiendo a partir de estas piezas breves una serie de “documentaciones oficiales” que permiten lecturas incisivas sobre la política internacional reciente.
En Fuerzas Invisibles, Marcos Flórez, también muestra una apuesta por el registro del paisaje, pero a diferencia del corto de Carla Andrade, desde el movimiento, al estilo de una road movie, que recurre a la sobreimpresión para mostrar una abstracción del tránsito y los viajes. Mientras que en Montañas ardientes que vomitan fuego, de Helena Girón y Samuel Delgado, a través el 16 mm, y a diferencia de los otros cortos que trabajan nociones a partir de la horizontalidad, se elabora un discurso hacia los adentros de un volcán, o montaña, donde el movimiento de la cámara, o en su estática, va describiendo esta incursión desde el descenso, y bajo una idea de verticalidad hacia las oscuridades de la tierra. Como en su anterior trabajo Ni Dios ni Santa María, presentado también en una edición anterior del [S8], la pareja de cineastas conserva el mismo recurso de la intervención del celuloide, el 16 mm, que se va envejeciendo al ser la materialización de estos relatos sobre imaginerías, ya perdidas o incluso que podrían entenderse dentro del fantástico, cobrando una elaborada dimensión de lo mítico.