Por Mónica Delgado
En su cine-conferencia dada en el marco del (S8) Mostra de Cinema Periférico 2018 (que incluyó proyecciones de algunos de sus cortos y fotografías), la cineasta y fotógrafa austriaca (nacida en Londres), Friedl vom Gröller hizo explícito su statement: “Para mi trabajo, lo más importante es el rostro”. Caras que miran directamente a la cámara, o quizás pensando que se trata de una sesión fotográfica, expectantes al movimiento del obturador y a las instrucciones de la cineasta. Con este recurso, Vom Gröller han creado un universo particular, a punta de rostros que parecen contener emociones, con el fin de lograr la comodidad de la cineasta, que está a la caza de la fotogenia o de la abstracción misma de la mirada fija.
El fantasma de Peter Kubelka (su exmarido) apenas aparece en la obra de Friedl. En todo caso, menos como fantasma y más como semilla de inspiración, ya que es indudable la influencia del entorno del cineasta experimental en el trabajo de ella como artista visual, pero que no ha sido impedimento para forjar su sello propio.
Las dos sesiones que permitieron ver más de una docena de trabajos de Friedl, desde 1968 hasta la actualidad, casi cincuenta años de labor incesante, dibujan ya una poética del rostro, que siempre está asociado en su universo, como medida interior, pero también en relación con los entornos y la misma cámara. Rostros que nacen y mueren en esta dimensión del registro, en el dejarse observar y sentirse observados.
En Erwin, Toni, Ilse (1968), Frield logra uno de sus trabajos más potentes, a partir del retrato (en muchos casos figurativo) de un grupo de jóvenes, cuya fijación o relación con la cámara tiene la atracción de un imán. Con la participación de un amigo de escuela, de su hermano gemelo y de una amiga secretaria, Vom Gröller captura solemnidades, romantiza a sus tres personajes, los ubica en relación directa con el lente de la cámara, impidiendo incluso que surja una sonrisa o un gesto fuera de la seriedad. El registro de su hermano jugando con una pistola, trayendo la posibilidad de la muerte a la escena es poderosa.
“En aquellos años el tema de las armas era muy actual, incluso tuve muchos amigos que por diversas razones no sobrevivieron a esa época de mucha represión en Austria. Cuando mi padre nos abandonó, mi madre nos dejaba jugar con las pistolas, a pesar que siempre vivimos en un clima pacifista, y en ese corto quise mostrar ese elemento.
Otro momento importante de esta cine conferencia surgió con la proyección de Peter Kubelka and Jonas Mekas (1994), donde los dos cineastas capitales del cine experimental y underground posan ante su lente en un forzado clima de tres minutos. Mekas fingiendo dormirse y Kubelka relamiéndose los labios luego de un beso furtivo de la esposa cineasta que invade el encuadre para romper en segundos la fijación, resumen aquello que el ojo de Friedl capta de la cotidianidad del rostro.
Ella, que solo trabaja con montaje en cámara en su Bolex, por un tema económico, contó tras esta proyección que este retrato doble se trata de uno de los pocos trabajos en color, puesto que no le parece real, no es natural. Y que si usó color se debió a que tenía a la mano ese tipo de rollo.
En The barometre (2004), el rostro de un proxeneta revela deseo contenido, ya que al parecer el protagonista de esta vista se desvivía por compartir algo más con la cineasta, que aparece casi en fuera de campo o insinuada por un reflejo en la pared, más allá de la simple sesión de fotos. Y tras esta proyección, la cineasta reveló que muchas veces siente que usa a las personas con el fin de observar sus rostros: “Me entraba sentimiento de culpa, tras observar y captar a mis víctimas o modelos”.
En Delphine de Oliveira (2009), retoma el rostro de Ilse, del film de 1968, muchacha que se resistía a mantener la seriedad, y lo confronta con la actitud de una mujer extraña o enrarecida, que si bien mira fijamente a la cámara, encuentra una vía para pequeñas resistencias. Otro modo en que Friedl establece correspondencias entre los protagonistas de sus retratos.
Ya como cierre de su cine conferencia, Friedl indicó que “Cuando termina el rollo de la película, la vida de la película acaba, pero el espectador sigue con su vida y se va…”. Sin embargo, tras la sesión sabemos que la cineasta austriaca propone otro tipo de resurrección, logrando que sus retratos sigan perdurando más allá del visionado.