Por Mónica Delgado
En esta edición del [S8] se programaron varias secciones dedicadas el cine brasileño, tanto desde una inmersión de carácter histórico con películas señeras para la construcción de un cine distinto, como de las actuales experiencias que se muestran divergentes del imaginario exotizante y de representación popular de este país latinoamericano. Estas secciones incluyeron trabajos fundacionales como Límite de Mário Peixoto a Patio de Glauber Rocha, pasando por las indagaciones de la ciencia ficción y lo camp de Marcos Bertoni al diario fílmico de Paula Gaitán.
Pero también esta muestra abordó algunas miradas que muestran otras inmersiones de Brasil en el experimental, que no solo tuvieran un ancla geográfica, sino que expresaran un panorama geopolítico de cineastas y artistas visuales brasileños que trabajan fuera pero que mantienen un nexo desde lo expresivo y la sensibilidad del Super 8.
De la muestra, que incluyó trabajos de Ana Vaz, Helder Martinovsky, Pryscila Bettim, Renato Coelho, me detengo en tres trabajos, que de alguna manera ofrecen una mirada distinta dentro de estas propuestas que buscan salir de un sentido común del experimental y enmarcadas en eso que la muestra ha denominado como “brasilidades”.
En O inverno de Zéljka (Brasil, Croacia, Italia, 2012), Gustavo Beck propone un sentido de lo cinematográfico desde la capacidad de observación primigenia liada a la materialidad misma del soporte fílmico. Rodada en Super 8, el comienzo de este invierno luce en toda su fisonomía con nieve y montañas, a partir de un viaje en tren, observado en su lateralidad como en las primeras vistas de los Lumiére, que solo buscaban un reflejo de lo real, sin aparente mediación. Esta contemplación de aquello que recupera y abandona el viaje, en ese devenir inevitable del tiempo, explora esta naturaleza iniciática propia del cine silente, que tenía como fin sencillo transmitir la percepción del movimiento, o compartir con el espectador nuevos bríos de aquello poco visto y conocido.
Este invierno que propone Beck es la mirada de un extranjero, que llega a un nuevo lugar poblado de seres distintos, y que tienen toda el potencial de ser objetos de observación, y de responder a esta irrupción del verse mirado. Un mercado de pescado, transeúntes distraídos, calles atrapadas por alguna rutina, desde un blanco y negro que recoge las virtudes del clima como efecto de extrañamiento. Beck va desde este registro del paisaje para adentrarse en la intimidad de un hogar croata, para detenerse en las expresiones de los personajes que allí habitan, sobre todo mujeres. Termina su indagación en la mirada fija de la cámara en una joven que muestra la imposibilidad de mantener el movimiento imperceptible, es necesario el respiro, pestañear, algún indicio de que lo observado es sobre la vida misma, y su imposible congelamiento.
Time Gap (2014) del Dúo Strangloscope, formado por Rafael Schlichting y Cláudia Cárdenas, filmada en Super 8 y con insertos en video, pretende una afrenta formal sobre los recursos para declarar el paso o salto del tiempo en el cine. Planos que se van entrecortando para dar sensación de los cambios lúdicos del tiempo, repeticiones e interceptaciones de planos que se suceden , bajo una dirección de arte que remite a las usanzas y modas dentro de un entorno de mixtura industrial y sensible del Free Cinema, muy a lo We Are the Lambeth Boys de Karel Reisz o a cierto afán beatnik, pero esta vez desde Detroit. Estas reminiscencias de escenarios de los años cincuenta y el efectismo de las acciones de los personajes, que parecen hablar todos a la vez o estar a la expectación del seguimiento de la cámara, se enmarcan en un Detroit que destruye el sueño americano, en esa sensación de inoperancia y de discursos repetidos que no llevan a nada.
Por otro lado, Child World (2015), estreno mundial, parte de la animación de unas diapositivas que remiten a una fiesta nacional en EEUU o simplemente a imágenes de un cariz patriótico. Los Strangloscope parten de un ritmo que va en crescendo, a la par de una banda sonora que juega con la palabra Loser y todas sus posibles variaciones desde el grito y el coro esquizofrénico, voz moral que advierte la decadencia de lo que vemos. La relación entre el «L-o-s-e-r» y la fragmentación de la imagen en pequeñas variaciones que devienen en perfiles «cubistas», van a ir armando una suerte de ensayo visual político, sobre aquello que el capital enferma y parte.
Estos dos trabajos recientes de Rafael Schlichting y Cláudia Cárdenas permiten valorar el trabajo dentro de las fronteras imaginarias del cine y las artes visuales, desde la performance, la intervención musical y la apropiación, y crear más expectativas sobre el cine expandido que proponen.