Por Mónica Delgado
Esta ópera prima del cineasta gallego Eloy Domínguez Serén recoge dos puntos sobre los que está construida la esencia del documental: la auscultación de determinada realidad, y la irrupción del azar. Partiendo del registro de la rutina nocturna por una serie de noches de un empleado de gasolinera, Domínguez Serén va elaborando un retrato desde la soledad de la madrugada, con planos fijos que van recogiendo miradas y acciones maquinales de un trabajo sin sorpresas.
Jet Lag (España, 2014) se compone de planos, que como dijera el mismo cineasta en la presentación del filme, buscan evocar la atmósfera de la noche de las pinturas de Edward Hopper, bajo la lluvia y el neón. Y sí, están allí los reflejos, la repetición de la noche en las sombras y espejos, y que parece no acabar nunca. Pero no se trata solamente de un película que se detiene en una composición del espacio a través de las luces y sus rezagos, sino que se detiene en un personaje, Diego, trabajador pasivo, que poco a poco se va involucrando en la misma narrativa de la película, pasando de ser un objeto de observación a un sujeto de gravedad en el relato.
Desde el inicio de Jet Lag, Domínguez Serén nos propone fragmentos de noche desde una alienación de lo laboral, con rutinas de camiones y choferes que vienen y van, de comentarios irrisorios mientras avanza la jornada. Sin embargo, en un momento la cámara desiste de este registro de las acciones para dar pase a la inclusión misma del acto de filmar. Y es allí cuando aparece la productora Beli Martínez mostrando su agotamiento por las noches de rodaje. Este punto de quiebre, de la revelación del proceso mismo de la filmación, permite un abanico de posibilidades sobre el papel de Diego, y las decisiones del equipo de producción de Jet Lag, el mismo cineasta y la productora en el devenir de la película.
Las imágenes de la rutina de pronto también se ven profanadas por la irrupción de planos de una cámara de vigilancia, que anuncia el robo en la gasolinera, por parte de dos delincuentes en moto, donde Diego, el cineasta y la productora han sido testigos, y que de acuerdo a lo que se oye en el reporte de noticias de una radio, se trata de un hecho excepcional, que quiebra la monotonía, no solo de la estación de gasolina, sino de todo un pueblo. Así, este espacio comienza a tener una presencia que no tenía, por la visita de policías, de la llegada de clientes sospechosos en medio de la madrugada, desde los diálogos mismos que temen el regreso de los delincuentes. Si el espacio parecía estar dentro del anonimato, opacado por la misma cotidianidad, este hecho de suspenso logra un nuevo viraje, y que propicia incluso la discusión sobre la misma naturaleza del documental. Así, Domínguez Serén logra desde el retrato abrupto de Diego, recuperar incluso algo del alma gallega, en su sentido del humor y modos de solucionar problemas.
Y el Jet Lag de que habla el cineasta, también tiene que ver con esa sensación de estar en vigilia en un tiempo que debería estar negado para ello, en un estado forzado de conexión con la realidad, y que se logra transmitir, desde la fascinación por sentirse observado del protagonista y de la llegada del azar, que permite un nuevo giro dentro de los límites del documental.
Jet Lag se presentó como parte de la sección Sinais, del [S8] 6° Mostra de Cinema Periférico.