Por Mónica Delgado
En años recientes hemos sido testigos de todo lo que el cine gallego ha aportado al panorama del cine independiente y experimental español, sobre todo a partir de la ola de filmes de directores jóvenes como Alberto Gracia, Oliver Laxe, Eloy Domínguez Serén, Lois Patiño o Eloy Enciso, donde prima una relación de tradición frente a la modernidad desde lo periférico o lo local.
Este año la [S8] 6° Mostra de Cinema Periférico, incluye en su programación dos sesiones con trabajos pertenecientes a jóvenes pero también de reconocidos directores o videoartistas, dentro de la sección Sinais in curto. Dos series de ocho cortos cada uno se convierten en termómetro de las intenciones y motivaciones del nuevo cine gallego, si cabe la denominación, y que se presenta como auspiciosa o continuadora de un efecto creativo ya valorado en el ámbito internacional. Comentaremos algunos trabajos de la primera sesión.
En Proba de axilidade (2015), la videocreadora Jaione Camborda parte de un hecho sencillo, una sesión de entrenamiento para perros, pero que se enfoca en las acciones de los amos de los animales, en un relato de rutinas que va desde los planos medios hasta los generales, para describir precisamente la destreza en su doble gesto. MIentras que en Dúas pitas (2013), Xiana Gómez Díaz se detiene en la observación de dos gallos mientras una pareja de mujeres describe la situación misma o la asocia a momentos diarios de la vida rural, provocando un lectura de la oralidad y de esa confidencia desde lo cotidiano. Un plano fijo, mientras lo narrado va acumulando capas imaginadas de situaciones que viene y van.
En El Juicio Adelantado (2015) de Juan Lesta y Belén Montero proponen un escenario para un proceso imaginario a partir de la búsqueda de un antecedente al deseo del protagonista, respuestas sobre la vocación de ser poeta. Viajes al pasado, interviniendo la noción de memoria como un viaje fragmentado y onírico.
Una muestra de la creatividad del cine gallego llega de la mano de Camiños de Bardaos (2015) de Ángel Santos Touza, el mismo director de Las Altas Presiones, y que a partir de ocho planos fijos y del suspenso que ofrece un narrador omnisciente establece un relato de ciencia ficción, que provoca una nueva lectura sobre la pérdida de la tradición o la migración. Si los pueblos lucen desolados, con gente desapareciendo, solo puede explicarse a partir de un fenómeno paranormal u oscuro, parece decir irónicamente el cineasta en esta propuesta breve y sumamente rica.
Partiendo de lo local, en Sin Dios Ni Santa María (2015), Helena Girón y Samuel M. Delgado, proponen desde la fusión del experimental y el documental, la recuperación de testimonios sobre el imaginario rural a partir del seguimiento a una campesina, y desde la inserción de narraciones que hablan de lo perdido. Este cortometraje ha sido filmado con película caducada de 16 mm, por lo que esa textura de material encontrado le da el valor coherente con ese pasado que se debe recuperar o reconstruir.
En SANSa SOLEIL (2015), Otto Roca, el director de la interesante Piedad, evoca en el título al famoso film de Chris Marker, pero para indagar en las formas de la naturaleza desde pequeños resquicios de luz, como antítesis de lo pleno y luminoso. Roca utiliza cámaras estenopeicas para crear un efecto estético que propicia la abstracción, y otro sentido del paso del tiempo.
Existen motivos comunes entre estos cortos, que si bien se expresan desde miradas distintas sobre el lenguaje mismo del cine, aparece la preocupación por la preservación de la tradición, o en todo caso describir o dar testimonio desde este proceso de memoria ante el temor de la pérdida y el olvido.