
Por Mónica Delgado
Una de las personalidades más entrañables de la reciente edición del (S8) Mostra de Cinema Periférico fue el cineasta estadounidense Scott Stark, representante de una vertiente de cine estructural que se caracteriza por su ludismo, un pleno sentido del humor (que no teme burlarse de sí mismo) asociado a la crítica social.
Stark ha mostrado a lo largo de cuarenta años un mundo visual particular, donde usualmente es protagonista de sus propios films, y si bien no se trata de caracterizar experiencias autobiográficas, su “yo narrador” es uno que canta, que enfoca, que persigue, que fragmenta, como una suerte de puente, donde el espectador llega a admirar los procesos de su propia experimentación. Suele trabajar en video o en 16 mm, soportes en los cuales ha desarrollado diversas exploraciones en torno a la repetición y al patrón como marca de estilo, en casi un centenar de cortometrajes. Ingeniero informático de profesión, Stark basa las estructuras de sus films en el registro de eventos u objetos de lo cotidiano, hechos y sus variaciones, en el efecto estereoscópico o a partir de edición en cámara incluso.
En el (S8), Stark presentó tres sesiones. La primera estuvo concentrada en mostrar una aproximación a sus trabajos más conceptuales, el segundo, sobre las diversas variaciones desde la figura de su yo experimentador como mediador, y la tercera, que constó de tres films presentados dentro de una performance en vivo.

Speechless (2008) comienza con lo que podría ser uno de los cut-up más extraños de la filmografía de Stark. Un plano de una superficie oxidada se relaciona con un plano muy cercano de una vagina, y que da inicio a la experiencia estereoscópica, a partir de la bifurcación de la pantalla, lo que genera un efecto flicker peculiar. El film contiene un montaje a partir de diapositivas extraídas de una publicación médica, El Clítoris, de los años setenta, y que tenía como anexo un Viewmaster, del cual Stark extrae las imágenes. La galería de clítoris en intermitencia en comunión con imágenes de bosques y naturaleza propicia una lectura sobre la raiz del placer, pero también sobre algunos tópicos femeninos soterrados, pero aquí expuestos con libertad y fascinación. Vulvas como símil de la vida misma, como su partícula más esencial y fundacional, en un trance hipnótico que concentra y redime.
Como punto alto de la creatividad del trabajo de Stark aparece The Realist (2013), un mediometraje de 40 minutos, y en video, que a punta de efecto estereoscópico plantea un musical o coreografía extraña animando a un grupo de maniquíes en un centro comercial de clase media en EE.UU. Lo que comienza como una danza macabra entre estos prototipos estáticos y que cobran vida gracias a la magia que Scott Stark emplea, que va ordenando a partir de algunos motivos, al ritmo de una canción que recuerda a las bandas sonoras de Bernard Herrmann para Hitchcock, va mutando en un thriller amoroso. Sin embargo, Stark no solo se queda en la capa de “película de género” simo que dota a su film de un trasfondo de pura “posmodernidad”, al plantear un ensayo sicológico sobre la naturaleza alienante del consumismo, en esta parábola brillante sobre los otros maniquíes, los realistas, que compran, usan y degradan.
Satrapy (1998), en 16mm, o Low-Resolution TV (1986) son ejemplos de la rama más estructural del cine de Stark. A punta de intermitencias va deconstruyendo imágenes sencillas, como un juego de cartas con fotografías de mujeres desnudas, o va desmantelando vistas de una pantalla de TV hasta su abstracción. Es en este tipo de films que aparece el Stark más conceptual y minimal, solo concentrado en las posibilidades infinitas de una serie de imágenes en efervescencia.

More tan meets the eye: Remaking Jane Fonda (2006) es un video de apropiación y que incluye también una serie de registros del cineasta en una actividad determinada. Un capítulo de un programa de aeróbicos de Jane Fonda, de los años ochenta, que apenas vemos pero sí oímos, es recuperado a partir de los ejercicios que el mismo Stark imita de Fonda pero en diversos lugares de su casa y ciudad. Pero la intención principal del cineasta está en confrontar las imágenes de una Jane Fonda del culto al cuerpo y a la vida sana, y los propios ejercicios que él pone en marcha, con la Jane militante y combativa de la década anterior, pos guerra de Vietnam. La labor de Stark consiste en plantear una mirada única para la apropiación y reciclaje, que reelabora con la ayuda de unos subtextos o subtítulos extraídos de la autobiografía de la actriz, donde resalta sus opiniones más políticas y polémicas. Así la voz de Fonda que demanda ejercicios y vitalidad en la TV, se comfronta o alterna con los textos de ella misma que leemos enlas diversas escenas, creando una atmósfera de sátira, sobre los dobles discursos.
En The epiphanists (2018), Stark vuelve a la apropiación pero esta vez resignificando un grupo de trailers de films hollywoodenses de acción y ciencia ficción en 35 mm, para dar vida a una fantasía conspiratoria y apocalíptica. Si bien se trata de un work in progress, ya Stark deja aquí clara su propuesta de ficcionalizar a partir de un collage entre frames, donde la farsa de los “epifanistas”, una secta de calculadores y millonarios, para desmontar el mundo se vuelve un alegato ecológico, amparado en diversos recursos de género que retoma y subvierte. Un punto alto en el (S8] que confirmó la necesaria presencia de un cineasta experimental nada solemne e ingenioso.