(S8) MOSTRA DE CINEMA PERIFÉRICO 2019: VIEJOS Y NUEVOS AMIGOS

(S8) MOSTRA DE CINEMA PERIFÉRICO 2019: VIEJOS Y NUEVOS AMIGOS

Fountains of Paris – Stephen Broomer (2018)

Por José Sarmiento Hinojosa

Las propuestas de esta sección “viejos y nuevos amigos” del (S8) de este año, parecen virar alrededor de un espíritu particular, un vínculo invisible que gravita sobre lo lumínico. Obvia apuesta mía: el cine siempre es una manifestación de la luz. Pero hay algo sobre estas obras, desde el nuevo Light Lick de Saul Levine hasta las Lines of Force de Dan Browne. Esta presencia de longitudes de onda fantasmagóricas, se presenta como abstracción, como vaso comunicante, como manifiesto de la ausencia, como atmósfera ineludible.

Light Lick Pardes: Counting Flowers in the Wall (2018), de Saul Levine, debe ser uno de los episodios más logrados de su Light Lick series. Este vuelco de luz y color que Levine permite ingresar al chasis de su cámara, se asemeja a un ritual pagano donde la luz es lo sagrado, servido en un cáliz metálico, inundando intensamente la pantalla con esta materialización lumínica descompuesta en sus distintos elementos cromáticos. Una experiencia que se aproxima a lo trascendente, donde las abstracciones de los primeros planos de flores asemejan un action painting, una pintura viva en 4 dimensiones que parece atravesar el tiempo desbordándose por las paredes del cuadro, como una turbulenta calma que busca purificar el espíritu de lo cinemático, rebasando sus posibilidades visuales, como aquel episodio donde Dante llega al estrato divino, pero se ve cegado por su luminiscencia. Una hermosa obra de amor.

Las Chances de Luz (2019) de Valentina Alvarado son fantasmagoría y sombra, un juego donde las presencias se manifiestan sólo por su ausencia y su posibilidad de cerrar y abrir sus ventanas a la luz. Un pequeño tratado sobre la luz, con siluetas, abstracciones y orbes que giran contra paredes de una habitación, una meditación o detenimiento de la forma de la frecuencia de la luz, en una melancolía vibrante, un flicker de la naturaleza captado en Super 8. Esta propiedad de la ausencia, o quizá también de lo efímero, se presenta en la nueva miniatura fílmica de Janie Geiser, Floursecent Girl (2019), de cuyas obras “o aparatos estereoscópicos” habíamos hablado ya en Desistfilm. En Fluorescent Girl, lo efímero se manifiesta en la imagen de una niña cuyo origen de found footage, coincide con muchas de las intenciones de la autora de resucitar las narrativas perdidas de lo visual, como lo había hecho ya en su anterior Valeria Street (2018). Todo lo que existe, lo que se descompone, el objeto de la memoria, se asocia también con el tema de lo visible, lo que está bañado en luz y lo que se pierde en la sombra.

En Lines of Force (2018) Dan Browne regresa a sus superposiciones y montaje convulso para develar esta conexión invisible del espacio vital que filma. Estos hilos de luz, que dibujan en la pantalla sinuosos vasos comunicantes, requieren un gesto similar al de Levine pero con resultados muy distintos. Mientras que Levine abre el espacio físico de su cámara para permitir estas erupciones lumínicas en pantalla, Browne abre el ojo mecánico de la suya para permitirnos ingresar en aquella materialidad de la luz que lo vincula todo y que no nos es inmediatamente aparente a simple vista. En las imágenes de Browne, todo es parte de un mismo medio ambiente, de una misma atmósfera, lo que quizá sea una declaración de que, ciertamente, todo lo universal en sus vibraciones mínimas se encuentra conectado.

Fountains of Paris (2018) no pretende ser una épica cinematográfica de Stephen Broomer, como lo habían sido ya Potamkin (2017), y recientemente Tondal’s Vision (2018), pero si lo cimienta como uno de los autores experimentales más prolíficos y logrados de los últimos años. ¿Que existe en esta strata de ebulliciones líquidas, de caleidoscopios visuales, de figuras pétreas y santos bíblicos que nos miran desde lo alto? ¿Cuál es la esencia de una ciudad donde el logos y el pathos se transmutan en una discreta alquimia de lo cinematográfico?. Las respuestas de Broomer no nos eluden, nos atestiguan un pasado y presente cuya fusión atonal es paralela a su banda sonora, a sola guitarra. Broomer ha demostrado ser un artesano de la imagen en todos sus soportes, desde la descomposición hasta la superposición, una obra de articulaciones visuales que relatan una devoción única a la historia del cine, y del hombre.

Finalmente, la maravillosa obra estructural The Sound Drifts (2019) de Stefano Canapa vuelve sobre el audio de su cortometraje anterior Jérôme Noetinger (2018), una documentación del artista sonoro del mismo nombre, donde realiza una performance de cinta magnética. En The Sound Drifts, las ondas de audio dibujan pasajes visuales que se articulan con lo sonoro, la presencia de la banda sonora en pantalla, un propósito similar a filmes como Outer Space de Tscherkassky, pero que añaden la dimensión animada del sonido y lo individualizan en su movimiento. Cine para ser oído.

Hoarders Without Borders (2018) de Jodie Mack, trabaja sobre la especialidad de este cine lúdico de archivo, que nos remite a una especie de “catálogo” en filmes como Ghiro Ghiro Tondo (2007) de Yervant Gianikian y Angela Ricci Lucchi , donde se cataloga un conjunto de juguetes antiguos que recorren la época de la dictadura de Franco, juguetes que simbolizan la realidad física de lo que significaba estar vivo en los tiempos del fascismo. Las imágenes juguetonas de Jodie Mack pueden parecer inocuas de alguna manera, pero son bastante complejas ya que presentan un significado alegórico completo en sí mismas, una realización del acceso a ciertos archivos humanos y las capas de significación detrás de objetos que se animan y recrean panoramas y ritmos particulares. Del resto del programa que pudimos ver: Altiplano (2018) de Malena Szlam, y Or / Or, Hawick, may 18 de Jacques Perconte hemos escrito anteriormente.