(S8) MOSTRA DE CINEMA PERIFÉRICO 2020: CAMERA OBSCURA Y ALEXANDRE LAROSE

(S8) MOSTRA DE CINEMA PERIFÉRICO 2020: CAMERA OBSCURA Y ALEXANDRE LAROSE

Por Mónica Delgado

Muy destacable la puesta en escena del (S8) Mostra Internacional de Cinema Periférico adecuada a los tiempos de aislamiento y distanciamiento social. Han buscando no solo mantener la continuidad de la muestra desde las actividades presenciales sino brindar un modo menos convencional para el acercamiento virtual al pensamiento de los cineastas y artistas, a través de la serie Camera Obscura, que si bien rememora al programa televisivo de los setenta Screening Room del cineasta Robert Gardner, es prueba del compromiso e inventiva de los organizadores para compartir una edición que escape de la monotonía de un simple visionado vía algún link.

Uno de los programas de esta Camera Obscura está dedicado al artista y cineasta franco canadiense Alexandre Larose, además de la inclusión de tres cortos que ejemplifican las vías creativas en su obra: Brouillard #19 (2015),  Ville Marie – B (mosaïque #3) (2017) y Le vestibule (2019).

En la entrevista con la curadora Elena Duque, Alexandre Larose habló de la influencia en su trabajo del pintor abstracto franco-húngaro Simon Hantaï y de cómo sus obras en serie habían marcado teóricamente su modo de acercarse a los conceptos que definen su trabajo: las posibilidades extremas de la repetición y la seriación. Un detalle importante, en la medida que Hantaï trabajó mucho desde la alternancia y la cadencia o ritmos que esta repetición permite. También Larose habló de la expansión de todas las posibilidades expresivas o formales y “manipularlas de infinitas maneras”. ¿Cómo describiríamos el trabajo de Larose?

En alguna parte de la entrevista, casi al final, a partir de las reflexiones sobre sus cortos scènes de ménage (études)  y Saint Bathans Repetitions se habló del componente fantasmal a partir de la ralentización de los movimientos de las personas en el plano, ya convertidas en figuras, que parecen deshacerse o constituir entelequias que deambulan, cruzan escenarios y lo transforman, como pasa en Le vestibule. Como dijo Larose citando a Simon Hantaï, que a través de esta repetición, desde lo cotidiano, se puede obtener lo extraordinario, lo que no está claro a simple vista. Y es desde este modo de deshacer las figuras desde la técnica de capas fotoquímicas y de experimentación con el obturador, que Larose ha cimentado una estética a lo largo de veinte años de trabajo. Su acercamiento a la materia o lado físico del celuloide, quizás marcado por su interés en las ciencias y sus inicios en la ingeniería fusionada con las técnicas de las artes visuales, han permitido esta particularidad en su obra, que se abre a la intervención, la performance y a la artesanía en la manipulación desde sus variantes y ritmos reiterados.

En Ville Marie – B (mosaïque #3), Larose extiende una variación más de su Villa Marie – A, hecha en 2006 y trabajada hasta 2009. En esta pieza se encuentran más conexiones con lo mencionado por el cineasta y su admiración por Hantaï, de cómo esta exploración formal no trata solo del movimiento (el film es una ampliación de un registro de una cámara arrojada al vacío desde un edificio de más de 3o pisos), sino de una indagación sobre las superficies, aunque en este corto profundiza más sobre las dimensiones de los mosaicos, en la diseminación de la experiencia, en la pantalla partida en cientos de recuadros, que se van repitiendo con ligeras diferencias de tiempo y desde el retroceso de la acción captada.

En su corto brouillard #19, Larose expande su método y técnica en un nuevo ejercicio de variación, pero esta vez desde el blanco y negro de un registro en 35 mm. Y aquí asoma una naturaleza fantasmagórica, desde un movimiento lento que parece lograr una suerte de contaminación del espacio, hacia un impresionismo del paisaje. A partir de un registro en un entorno casero o familiar, Larose propone un plano secuencia hacia adelante, a modo de un phantom ride pedrestre, la caminata por un sendero en el campo, y que lleva a un inmenso lago. Esta simple andar desde la acción y mirada de un sujeto, es subvertida a partir de este trabajo de capas sobre capas, de superposición, que generan un aspecto fantástico, irreal u onírico, donde parecen asomar figuras de algunas personas o seres, desde un ritmo lento, como una metáfora de recuperación de memoria, que se deteriora o se deshace en el tránsito.

Esta serie iniciada en 2009, permite identificar otro tipo de acercamiento al mismo motivo, como pasa con la serie de Villa Marie o la de Saint Bathans Repetitions, o en el corto Le vestibule, puesto que Larose insiste en describir estas experiencias sensibles desde la deformación en la percepción del espacio y el tiempo, desde códigos que asoman desde el inconsciente o desde la búsqueda de aquello que asomará único y extraordinario.

En la obra de Larose hay una urgencia por explotar las formas posibles de la repetición, tanto desde estas capas superpuestas en sí (que generan los fantasmagórico o la materia transparente y fluida de los seres captados), desde la proliferación de planos y encuadres dentro del plano y la misma organización o conexión que existe entre obras, que funciona en dependencia de una con otra, ya sea esta hecha en 2009 o cinco años después. Larose propone así una teoría personal o poética desde estas estructuras, de opuestos y complementos, que vuelven en la forma de cortometrajes o instalaciones, una y otra vez. La repetición como vía de conocimiento.