Pablo Gamba
Uno de los programas online Camera Obscura de la S8 este año, que incluyen una entrevista al cineasta que acompaña a la exhibición de sus obras, está dedicado a Pablo Marín. El cineasta argentino, crítico, curador e investigador del cine experimental de su país, estuvo en la lista de las mejores cortometrajes del año para los colaboradores de Desistfilm en 2014 con Resistfilm (2014) y presenta en la muestra de La Coruña Trampa de luz (2021), su siguiente y más reciente película.
Trampa de luz se estrenó en marzo en el festival Punto de Vista de Navarra. Es la primera película que Marín exhibe en digital y no en formato fílmico, aunque la rodó en Super 8, como la mayor parte de sus obras. Puede verse en ella, además, una puesta en crisis de su propio cine, que se ha caracterizado por la combinación de la experimentación formal rigurosa con el lirismo espontáneo en la expresión personal.
Esta crisis se siente principalmente en el uso del sonido, que abre otra dimensión a la visual planteada por el título con su obvia referencia a la captura de la luz. Los fragmentos sonoros aparecen y desaparecen de una manera sorpresiva, siendo el primero, ademas, un registro de nada que no parezca el propio ruido del procedimiento de captura y su reproducción, no los pasos ni el abrirse camino entre la espesura del bosque que correspondería al sonido on, en correspondencia con la imagen. Es como el sonido previo al registro del sonido en la película, una tabula rasa sonora análoga a la que es la película para la luz que captura. Se le añaden chasquidos que son más claramente asociados, por el contexto visual, con la cuestión de la impresión de los destellos de luz sobre el film, y después otra parte de sonido vacío que se llena inesperadamente de música registrada en otro tiempo y otro lugar.
La sucesión de fragmentos visuales es diversa y, por eso mismo, enigmática. Pero en esto Trampa de luz trasciende el experimento único al que puede también ceñirse una película –valga la redundancia– experimental. Después de un prólogo que hace explícita la cuestión de la “trampa”, al mostrar solo la captura de la luz, el contraste de escala entre el primer plano general fijo con recorte rectangular y las subjetivas con encuadre en movimiento que lo siguen sugieren una liberación de la cámara y una confrontación del tiempo de la memoria con el de la experiencia inmediata. Lo subraya la aparición del sonido, que añade el escuchar al ver en el segundo caso.
Pero la manera como están filmados los planos con encuadre móvil indica que no se trata propiamente de la experiencia de caminar por en medio de la espesura, en un bosque, sino de la búsqueda de un registro singular del desplazamiento de la cámara. Lo mismo el sonido: como se explicó antes, no es la grabación de nada. Lo que parece que tiene el aspecto de ser un registro más espontáneo se muestra así, por el contrario, resultado de decisiones formales más artificiosas que el plano fijo.
Esto hace de Trampa de luz un dispositivo disparador de la reflexión. Lo subraya el sentido de “examinar con más detalle” que también se percibe en el contraste entre ambas partes por la diferencia de escala de los planos. El comienzo desestabiliza de esta manera el resto de la pieza, en la que se suceden otro registro del campo, que por la presencia del ganado evoca la solidez de “vínculos” con la tierra como la propiedad y el trabajo –cualquier impugnación será respondida de inmediato por la Gendarmería–, y la seguridad en el uso de un procedimiento formal para la captura de la luz que se refleja en el agua, lo que es un paradójico tópico del cine experimental.
Las dos películas que la acompañan en la entrevista de Camera Obscura parecieran ser, por el contrario, expresiones de seguridad en la experimentación. Sin título (2008), a la que irónicamente se añade un título entre paréntesis, (focus), es el resultado de un registro en 360° hecho en una azotea combinado con el uso del zoom, todo ello cuadro a cuadro. Podría expresarse el procedimiento mediante una fórmula: “Gamelan (1981), de Claudio Caldini, – Serene Velocity (1970), de Ernie Gehr”. Menos, y no más, porque la ilusión de movimiento creada ópticamente y por medio de la animación se confronta aquí con el movimiento circular de la cámara.
Pero hay algo sintomático en la impresión que causa ver esta película, en la que los edificios que rodean la azotea dejan de ser una tranquila vecindad en el paisaje y adquieren un movimiento insólito y amenazante. Es en la desestabilización de la experiencia habitual del espacio urbano que está la verdadera fuerza de este film.
El tercer film del programa, Denkbilder (2013), hace referencia en el título a las “imágenes que piensan” de Walter Benjamin. Se trata de un breve diario en el que los apuntes registrados por la cámara de un viaje a Berlín se conjugan con otros de la cotidianidad en Buenos Aires mediante superposiciones de imágenes fragmentadas con el uso de máscaras al filmarlas y el procedimiento de poner la mano, con los dedos entreabiertos, frente al lente de la cámara. Todo esto explora la tensión entre la inmediatez de la experiencia de un yo poético y las decisiones formales del registro, que son las que hacen posible que el lirismo de la expresión cobre cuerpo en el film.
Pero la fuerza de esta pieza no solo está en el procedimiento sino en la belleza del resultado, por una parte. Por otra, porque las imágenes también son un estímulo para la interpretación de este encuentro de lo próximo y lo lejano, de por qué el tránsito por la ciudad de Alemania reclama su anclaje en la vida diaria en Buenos Aires.
En todo caso, la confianza y la seguridad que se perciben en Sin título (focus) y Denkbilder que no parecen estar presentes en Trampa de luz. La más reciente película de Pablo Marín se muestra, así, como marcada por la conciencia de los problemas y, al ser un film más reflexivo, es también una obra de mayor madurez.
Trampa de luz
Argentina, 2021, 9 min.
Denkbilder
Argentina, 2013, 5 min.
Sin título (focus)
Argentina, 2008, 4 min.