Por Pablo Gamba
La Mostra de Cinema Periférico (S8) de La Coruña rescata y homenajea este año la obra de Juan Sebastián Bollaín con dos programas de cortometrajes. También con una entrevista en la sección Camera Obscura online que incluye dos cortos que integran su tetralogía Soñar con Sevilla: Sevilla tuvo que ser (1979) y Sevilla rota (1979).
Bollaín es arquitecto de profesión y comenzó en el cine como autodidacta, pero logró profesionalizarse y es realizador de dos largometrajes. En uno de ellos, Dime una mentira (1993), tuvo como coguionista y actriz a la cineasta Icíar Bollaín, figura icónica del cine de calidad español, que es su sobrina. Ha hecho también televisión.
Lo más destacado de su obra, sin embargo, son sus cortometrajes que no solo son experimentales sino de vanguardia en el sentido estricto de aspirar a cambiar el arte para cambiar la vida y la sociedad. Se conjugan en ellos la profesión de urbanista de Bollaín con la transformación imaginaria de su ciudad, Sevilla, y de Cádiz en futuros utópicos o distópicos. Asimismo, el juego en la construcción del tiempo, además del espacio, y una apropiación de los géneros y convenciones que incluye las fórmulas del reportaje, el documental y la ciencia ficción, y también los efectos visuales.
Su singularidad se debe, además, a que es un cineasta nacido en 1945 y que tenía 30 años de edad para cuando murió el dictador Francisco Franco y comenzó la llamada “transición” en España. Los cortometrajes que hizo en el período 1978-1979 son un claro síntoma de las ansias de democratización del país. Esto da como resultado un vanguardismo en el que se abren las puertas del voto y la participación ciudadana como vías realistas para pedir lo que parece imposible: cambiar la realidad.
En Sevilla rota, la actriz Ariane Dubois lee un manifiesto de Bollaín que lo explica: Cuando me planteé realizar estas cuatro películas, mi intención era experimentar con las posibilidades que tiene el cine de mostrarnos, de hacernos ver con nuestros propios ojos cosas maravillosas, cosas mágicas que aún no existen en la realidad. Inventar ciudades y que las veamos funcionando, inventar formas de vida, costumbres distintas, romper el tiempo, romper el espacio conocidos. En realidad, estas películas tratan de indagar, de buscar las posibilidades del cine en este sentido.
Tú me dirás que ha resultado una película un poco o mucho de loca, pero eso no importa. En otra ocasión trataré de ser más coherente en la idea general: mostrar una maravillosa ciudad posible. Por ahora, lo interesante es haber descubierto posibilidades de este lenguaje.
La Constitución española habla de participación, ¿pero cómo? En cuestiones urbanas, la gente solo sabe pedir zonas verdes, pide escuelas. ¿Por qué no piden una ciudad mejor, una ciudad distinta? Porque no saben, porque no se imaginan esa ciudad. Ahí podemos entrar nosotros. Nosotros podemos hacer que vean esa ciudad. Entonces, van a pedirla. Ya no se limitarán a reivindicar zonas verdes. Ahora querrán esa ciudad que han visto, que es la suya, que la hemos transformado con el cine y que es mucho mejor que la que tienen ahora.
En Sevilla tuvo que ser, el primer corto de la tetralogía, la ciudad cambia por la liberación de lo reprimido, en obvia referencia a la dictadura de Franco. Comienza por el sexo, con la “Semana de la Pornografía”, que lleva a la exposición monumental de las imágenes sexuales en los espacios públicos y a que se conviertan en modelo para la arquitectura. Se extiende a la reconciliación de la ciudad con la naturaleza y sus ritmos, y a la sustitución de los monumentos a los personajes históricos por homenajes al café con leche, y otras cosas y sucesos de la vida cotidiana.
Esto tiene como correlato formal la transformación de un falso reportaje de un canal estadounidense, con una presentadora que lee un texto en inglés frente a la cámara doblado al español por una voz en over de la manera más convencional. Las imágenes de la ciudad registradas en Super 8 también son intervenidas con efectos visuales hechos con el trucaje que se usaba en las viejas películas de fantasía de Hollywood. Esto le da al corto un aire de familiaridad irónica que suaviza los choques de la puesta en escena, la composición, el montaje y la relación de la imagen con el sonido que son parte esencial de la experimentación de Bollaín. La construcción de un nuevo tiempo se añade al espacio de la utopía con la aceleración.
Del inconsciente y la naturaleza se pasa a poner el foco en la sociedad en Sevilla en tres niveles (1979). Es un falso segmento de noticiero de cine español que relata la eliminación de las cárceles y el traslado de los delincuentes a las azoteas, donde desarrollan una vida pacífica que incluye un transcurrir más lento, rural, del tiempo. No se abstiene, sin embargo, Bollaín de proseguir con su versión sevillana del “destape español”: los excriminales practican el sexo libre con parejas de diverso tipo en el espacio que se les abre para la libertad en esta otra utopía urbanística.
La Sevilla del futuro de esta película comprende otros dos niveles. Un es el de la “cota 0”, el de la calle, donde se desenvuelve la vida de los ajetreados trabajadores, con un tiempo que se las ha trastocado. Pero, por debajo de esa ciudad “pujante”, sigue existiendo una Sevilla detenida en el pasado en la que persisten las prácticas de la Inquisición, aunque combinadas con una tortura moderna que se vale del tiempo.
Es tentador establecer una analogía entre estos niveles y las clases sociales. En los subterráneos estaría la aristocracia. Pero el de “cota 0” sería un mundo burgués, no de los trabajadores y la clasificación de los que viven en las azoteas se complica todavía más, porque no parecen proletarios. O lo fueron y se libraron de eso, como de la cárcel. En la película se los define como improductivos, inadaptados al trabajo, “los marginados de una sociedad consumista a los que, hasta hace poco, se les obligaba a hacerlos convivir con ella aun a costa de la pérdida de su propia identidad”. Es una sociedad puesta toda de revés aunque para bien de los de arriba, como siempre.
Hay un contraste aquí con Sevilla tuvo que ser por lo que respecta a las técnicas. En Sevilla en tres niveles, que también fue filmada en Super 8 e inflada a 16 mm, la dominante es el teatro, salvo en la parte “burguesa”, que es significativamente documental. Otro aspecto resaltante es que la realización de la utopía es consecuencia en la historia del triunfo por el voto popular de un partido político que hace numerosos cambios trascendentales en la ciudad durante su gobierno municipal.
En los otros dos cortos de la Tetralogía, Bollaín hace lo contrario: parte de los lugares comunes de las viejas vanguardias y los suaviza con tópicos del documental. Sevilla rota es una película surrealista inspirada en Luis Buñuel, pero con el añadido, primero, del manifiesto leído, como se dijo. Después ocurre algo más interesante, cuando la televisión que ve uno de los personajes da licencia para introducir la técnica expositiva tradicional de narrador con voz en over. Las imágenes, además, pasan a tener sentido político en detalles como la humanización de Sevilla, que grita de dolor cuando le “arrancan” un edificio con cada golpe le que dan para demolerlo.
Este es otro aspecto llamativo del cine de Bollaín: la tensión entre lo delirante y disparatado y la racionalidad. No se trata solamente de impugnar discursos como los de los documentales institucionales. Lo “poco o mucho de loca” que tiene cada película se apalanca en la razón como una forma de darle fuerza política a la utopía.
La ciudad es el recuerdo (1979) es el título de una sinfonía urbana irónica que, en vez de seguir los ritmos del “progreso” o de fenómenos naturales que inciden en su rutina, como la lluvia, en los clásicos de este género, usa el montaje para confrontar el tiempo presente con otros tiempos, incluido el de la utopía o distopía. Pero lo realmente trascendental de la película es que confronta también el ritmo de esos cambios que parece sufrir la ciudad por sí misma, como si tuviera vida propia, con las manifestaciones del pueblo que se moviliza para forjar el tiempo de su ciudad. La sinfonía urbana se convierte, así, en un film vanguardista en un sentido militante.
En la S8 se presentan también dos obras anteriores de temática urbanística de Bollaín, que son películas contra, no sobre aquello de lo que tratan: La Alameda (1978) y C. A-7.9: un enigma del futuro (1979), mediometrajes en 16 mm, en blanco y negro.
Las técnicas rupturistas del cineasta se despliegan en La Alameda de una manera fúrica y caótica correlativa a la intensidad del rechazo a una reforma urbana propuesta en Sevilla y que habría consistido en el arrase del barrio del título. No solo es destacable aquí el deslizamiento del documental de observación que parece ser al comienzo hacia la ficción y el trabajo con entrevistas. También es notable la manera como la película se desliza de un tema a otro, y del presente hacia el pasado y al posible futuro tramado por los desarrolladores del proyecto, y el uso de una maqueta con fines no ilustrativos sino expresivos que incluyen ratas y alguien que caga en ella.
Es distinto el resultado de la apropiación de la ciencia ficción en C.A-7.9 para plantear las posibles consecuencias, en Cádiz, del desarrollo del proyecto de expansión urbana Cádiz 3 vistas desde el año 3000. El uso de este recurso para justificar la investigación y la inserción de las entrevistas resulta resulta débil e ingenuo en términos comparativos, y el atractivo del film apunta hacia el juego formal por sí mismo, como la irrupción del presente en el pasado, y la puesta al desnudo de los procedimientos al final, y no a todo lo largo como en La Alameda.
En todo caso, en estos filmes ya estaba clara la toma de posición de Bollaín: no pueden hacerse películas sobre el cambio si no se cambia la manera de hacerlas.
Acceda al programa hasta el 6 de junio aquí
La Alameda
Dirección, guion y producción: Juan Sebastián Bollaín
Fotografía: Nonio Parejo
Montaje: Juan Sebastián Bollaín, Nonio Parejo
Sonido: Francisco de la Cueva
Interpretación: José Manuel Padilla
España, 1978, 40 min.
C.A-7.9: un enigma del futuro
Dirección, guion y producción: Juan Sebastián Bollaín
Dirección de arte: José Luis Castro, Nonio Parejo
Fotografía: Nonio Parejo
Montaje: Juan Sebastián Bollaín, Nonio Parejo, Eduardo Acosta
Sonido: Manuel Caro
Interpretación: José Luis Castro, Lola Díaz, Vicente Sanz, Chus Cantero, Juanita Reina, Antonio Andrés Lapeña
España, 1979, 30 min.
Tetralogía Soñar con Sevilla
Dirección, guion, fotografía, montaje y trucos: Juan Sebastián Bollaín
Asesor musical: Enrique Bollaín
España, 1979
Sevilla tuvo que ser
Interpretación: Ana Persoff, Mari Carmen Marchena, Felipe Bollaín, Luis Bollaín, grupo de expresión corporal del Aljarafe
10 min.
Sevilla en tres niveles
Interpretación: Rafael Sánchez Lancha, Roberto Ana, Paco Núñez, Francisco Morilla, Fernando León, María Torres, Celia Trullols, Virginia Trullols, Elías Sanz
9 min.
Sevilla rota
Interpretación: Ariane Dubois, Fernando León, Nacho Rejano, Roberto Luna
12 min.
La ciudad es el recuerdo
14 min.