Por Mónica Delgado
Dentro de la sección Desbordamientos, que contiene diversas performances a partir de proyecciones en vivo, se presentó en la reciente edición del (S8) Mostra de Cinema Periférico, un par de trabajos de Ojoboca, un cortometraje y una performance. Formado por Anja Dornieden y Juan David González Monroy desde 2010, y con base en Berlín, Ojoboca se ha caracterizado por la configuración de un mundo ficcional alrededor de sus films y performances, lo que provee un ambiente enrarecido, que evoca mucho a los mecanismos de producción y exhibición del cine desde la nostalgia de la fantasmagoría.
La dos acciones de Ojoboca en el (S8) fueron experiencias físicas. Los relatos fuera y dentro de sus films -en el caso del cortometraje Comfort Stations (2018) consistió en unas instrucciones para ver el film, mientras que en la performance The Hot & The Cold (2018) se condensó en una voz en off que va proponiendo un modo de ver-marcaron las atmósferas de la sesión, que, como indica el catálogo de la mostra, fue de carácter “filo-espiritista”. Es que la fascinación por las formas de la hipnosis y lo paranormal marcan el estilo de esta pareja de artistas y cineastas, que basan el corazón de sus trabajos en la capacidad de la fabulación, mezclada con discursos metacinematográficos, que nos trasladan incluso a los tiempos de las ferias y de los primeros experimentos precinematográficos.
Comfort Stations es una incursión a la micronaturaleza. Realizada en una impecable textura del 16 mm, muestra a partir de una serie de planos contemplativos, editados a ritmo de una canción en un loop sugerente y abrupto, un universo cercano de caracoles, batracios, y demás fauna viscosa, pero también de flora y pieles humanas en constante brillo y exaltación. La música se vuelve un mantra que va diseñando un clima enrarecido, que induce al espectador a un ritmo pausado y sensible de abstracciones y juegos oníricos o pesadillescos. Planos muy cercanos que van encerrando al espectador en esta naturaleza aparentemente bizarra, cuyo montaje se transforma en una asociación libre de texturas y cuerpos en estado de lenta calma.
Antes de la proyección los Ojoboca leyeron unas indicaciones, aclarando que se trata, primero, de un film encontrado en un archivo viejo de Berlín, y que solo ellos se encargaron de remontar y de añadir los créditos al final, sin embargo, es claro que se trata de un artificio, de este juego de narraciones que se basa en el “ser y parecer”. Luego leyeron unas instrucciones con líneas como esta: “Siéntase libre de participar, pero recuerde tratar estas experiencias con la cautela que requieren. No asumimos ninguna responsabilidad por las dificultades psicológicas, los traumas o los dolores que puedan derivarse del empleo de esta técnica”. Así convertían la doble sesión en una posibilidad de desfogue, incluso, psicoanalítico.
Este tipo de recurso que apela a la psique del espectador me recuerda a los experimentos de Gil J Wolman, sobre todo a su L’Anticoncept (1951) y su “montaje discrepante”, sobre todo en la irrupción de lo narrativo, con textos que se oyen en plena proyección (y que es más tangible en la performance siguiente de los Ojoboca). También recuerda a los efectos que este film logró en el entorno francés de aquellos años, provocando una censura e incrementando la creencia de que el film encerraba mensajes ocultos, cripto mensajes que buscaban influir soterradamente en el espectador. Y hay algo de eso en las obras de los Ojoboca.
Los 30 minutos de The Hot & The Cold dieron vida a otro tipo de fabulación. Los Ojoboca hacen aparecer a un personaje, el profesor I.B.D. Naheseer, quien elaboró un espectáculo de fantasmagorías a partir de la figura del tartígrado, un animal microscópico, metáfora extrema de la relación vida y muerte. En escena, el 3D crea la ilusión del mundo dividido, entre la percepción del ojo derecho (lo caliente) frente a lo que percibe el ojo izquierdo (lo frío). El resultado es una reminiscencia -de lo que pudo haber sido- de las primeras funciones científicas de las fantasmagorías en el siglo XIX. Así, los Ojoboca nos vuelven parte nuclear de este experimento, sin temor a incluir un tema de Juaneco y su combo, como tránsito o puente entre siglos y sus sensibilidades.