SANDRA LUZ LÓPEZ BARROSO: “MI FILM TIENE UNA BRÚJULA: LA IMPORTANCIA DE PODER DESPEDIRNOS”

SANDRA LUZ LÓPEZ BARROSO: “MI FILM TIENE UNA BRÚJULA: LA IMPORTANCIA DE PODER DESPEDIRNOS”

Por Mónica Delgado

Ya desde su trabajo de fin de carrera, Son de Artesa (2006-2007), la cineasta mexicana Sandra Luz López Barroso mostró su interés por reflejar dinámicas personales y sociales dentro de comunidades afrodescendientes en su país. Hace algunos días obtuvo el premio a mejor film de la sección Ahora México, en la competencia del Festival de cine Ficunam, con su primer largometraje El Compromiso de las sombras, junto a Los fundadores, de Diego Hernández. En esta ópera prima, ella vuelve al registro de un territorio que conoce desde hace más de quince años, pero lo hace a través de Lizbeth, una mujer trans que dirige los rituales funerarios de varias comunidades en la Costa Chica, zona de pueblos afromexicanos entre los estados de Guerrero y Oaxaca.

Hace algunas semanas escribí en Desisftilm que en El compromiso de las sombras “los actos fúnebres y de despedida muestran componentes de relacionamiento social, pero también sobre cómo las comunidades prescinden de las clásicas instituciones regentoras de lo cultual, como las iglesias o sus sacerdotes, donde los habitantes asumen el liderazgo de los ritmos, las oraciones, canciones y emociones, de estos sucesos capitales de la espiritualidad y de herencia ancestral. Así, Lizbeth se convierte asombrosamente en una suerte de curaca actual, en una maestra de las despedidas, que controla y define su entorno (…)”. En este film, la cineasta no apela a lugares comunes ni a indagar en aspectos personales de su personaje trans, sino que lo hace en relación a sus vínculos con la comunidad, y para materializar una necesidad del duelo y de despedida. Y en este sentido, dentro del reciente panorama del cine mexicano independiente, es un punto de vista, particular y multiversal, que se agradece.

En su mediometraje Artemio (2017) ya López Barroso hace patente su posición como cineasta desde la utilización de algunos dispositivos documentales y de la no ficción. Allí explora la relación entre una madre y un hijo, ubicados también cerca a la comunidad afro de San Nicolás de Tolentino, territorio que conocemos gracias a su primer largo. Ambos personajes vivieron en Estados Unidos y ahora transitan en una suerte de limbo espacial, geográfico, idiomático, pero también emocional, de un niño que no quiere volver con su hermana, o que teme perder a su madre, quien tiene una niña pequeña y una nueva pareja. Artemio, el niño que da título al film, si bien no es el eje de la narración (desde su evidente complejo edípico) o de la exposición de las situaciones de índole económico, nos permite adentrarnos en algunos aspectos de la comunidad afromexicana, en sus mixturas, sin exotismos ni paternalismos, a partir de reuniones domésticas, fiestas o juegos con amigos. La mirada que López Barroso propone permite centrar el peso del film en las interacciones de los personajes, en sus particulares ritos domésticos, en vínculos materno filiales, y que quizás funcionan como semilla para lo que ella logró después con su primer largometraje.

De profesión cineasta y antropóloga, Sandra Luz López Barroso conversó con Desistfilm, en el marco del estreno de su primer largo en Ficunam. Conversamos sobre sus inicios en el cine, de su interés en registrar la Costa Chica y las comunidades afromexicanas, y sobre el proceso de producción de El compromiso de las sombras.

Desistfilm: Eres antropóloga, tienes experiencia desde el trabajo de campo, ¿cómo fue el tránsito al cine o al audiovisual? 

Sandra Luz López Barroso: Soy de Oaxaca, del sur del país, y allí estudié la preparatoria en Artes, en el Centro de Educación Artística (Cedart). Hay solo doce centros similares en todo México, y allí fue mi primer acercamiento a la foto fija, al cine; y desde la cinefilia surge mi enamoramiento. Y también gracias al maestro Francisco Toledo, quien creó el cineclub El Pochote, y en ese espacio podia ver y conocer allí a los cineastas que hablaban de sus trabajos, y eso fue mi encuentro con el cine en ese lugar. En Oaxaca no hay escuelas de cine y las escuelas públicas de cine estan en Ciudad de México, y las dos escuelas a las cuales había postulado me rechazaron en ese momento. La demanda es altísima, con catorce o quince alumnos que ingresan al año. Y en una negociación de esas con mi papá y mi mamá, cuando tenía 18 años, me dijeron que podía quedarme en la Ciudad de México siempre y cuando estudiara una carrera universitaria. Ellos son egresados de la UNAM y querían que yo estudiara en la universidad, pero yo quería estudiar cine. Una amiga de mi hermana mayor estaba estudiando en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) y en una charla me dijo que había la rama de Antropología visual y que fuera a ver si me gusta y postulara. Fui, me reuní con el coordinador de Antropologia Visual Octavio Espejo y me encantó todo lo que me contó. Llegué a la ENAH y estudié Etnohistoria, que la definen como “la historia de los pueblos sin historia”, y bueno yo venía de Oaxaca, un lugar muy diverso y complejo. Y la ENAH me impulsó a ir  a la Costa Chica, territorio entre Guerrero y Oaxaca, por una materia de Etnografía, donde tenía que hacer una investigación sobre un pueblo, y me dieron prácticas de campo pagadas, y así fue como llegué a ese lugar, a San Nicolás de Tolentino.

Una vez, platicando con colegas en la Escuela de Antropología, empezamos a hablar de los pueblos afrodescendientes y de las comunidades afromexicanas y allí me di cuenta que teniendo 20 años no había escuchado hablar del tema y que desconocía siendo oaxaqueña que había pueblos afrodescendientes en mi país y en mi propio estado además. Fue eso lo que llevó a hacer esta tarea de Etnografia en la Costa Chica, en el Círuelo, Oaxaca, yendo a un encuentro de pueblos negros. Pero, lo que descubrí allí es otra película; creo que me gustaría hacerla luego.

En mi primera visita a la Costa Chica me recibió un cura de Trinidad y Tobago, Glyn Jemmott Nelson, que trabajaba ya 30 años allí, influido por la Teología de la Liberación, quien fue fundador de la asociación llamada México Negro AC y formó el centro cultural Cimarrón, ambos continuan hasta la fecha. Y en ese lugar de la mano del cura, me encuentro con doña Catalina Noyola Bruno, de casi cien años, a quien vi bailar artesa, una música tradicional. Ella era una mujer muy escueta, a quien tenían que cargar para que pudiera subir a la tarima; quien cuando bailaba parecía que rejuvenecía. Siendo mujer, desde esa conexión y ese eco, de esta mujer tan vital y tan fragil es que me acerqué a ella, luego del baile, le dije que quería conocerla, que era antropóloga, que nunca había visto el son de artesa. En ese tiempo, ahora que veo todo a la distancia, yo tenía una mirada de antropóloga desde la cual todo me parecía nuevo, me estimulaba y quizás tenía una mirada que exotizaba. Eso cambió. Después, conviví con ella los dos últimos años de su vida; ella murió en 2007 durante la investigación antropológica que hice, que está en el video en línea, Son de Artesa, una historia de voces; parte de mi tesis. En aquel entonces, los antropólogos dijeron que hacer un video no era suficiente para graduarse, pero era un modo de titularse. Pero, para eso, yo le doy una lectura: Doña Cata no sabía leer ni escribir, así que me decía “para qué voy a escribir una tesis si la persona de la que estoy escribiendo no puede leerlo”. Así que opté por un documento audiovisual. Y esa fue parte de la necesidad de contar con la imagen y los sonidos.

Son de Artesa (2006-2007)

 

Hacer el video fue un encuentro con doña Cata, porque los pueblos, la gente y las relaciones que fui formando son fuertes, ya que se han contruido con el tiempo. Pero, yo realmente llegué allí a San Nicolas de Tolentino, por ella. Si doña Cata hubiera vivido en otro pueblo, no hubiera estado allí. Me afectó mucho emocionalmente su muerte durante el proceso de investigación y entender que la memoria de una pueblo o de una region moría con ella; entenderlo desde ese lugar, que su voz y registro era lo único que quizás quedaba de ella.

Ella se volvió una persona muy importante no solo desde la antropología sino por lo que soy; desde las personas que te atraviesan y te hacen ser quien eres. Cuando alguien muere, se pierde parte de la memoria de un pueblo, caray. ¿Cuantas doñas Catas hay en el mundo?, que se mueren, que nadie las escuchó, que nadie registró su memoria; se muere un poco esa cultura con la partida de esa persona. De esa sensacion, de esa responsabilidad que yo adquirí, volví a hacer el examen de cine en el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), pensando en la película de doña Cata, ya que yo quería aprender cine para hacer esa película. Ingresé, pero después de cuatro años de estudio desde la ficción, en el último año encontré el documental en la escuela. Fue un aprendizaje muy bello estar allí, y hacia el final de los años en la escuela del cine, recién pude volver a la Costa Chica. El proyecto de documental que propuse era coral, donde proponía entrevistar a varias mujeres afromexicanas y que habían conocido a doña Cata, y así fue como conocí a Coco y a Artemio, protagonistas de mi film de tesis, llamado precisamente Artemio (2017). Coco es nieta de doña Cata y Artemio es su bisnieto. Mi forma de acercarme a ellos fue mostrándoles la película que hice sobre su abuela, Son de Artesa. Para Artemio, fue muy lindo conocer a su bisabuela a partir de ese registro. Poner el cine en el centro, como un modo de conservar la memoria y los lazos familiares; esto es muy significativo.

A Lizbeth, protagonista de El compromiso de las sombras (2020), la conocí en 2007 cuando murió doña Cata, a quien le agradezco por regalarme estas historias sin saberlo. Cuando murió mi padre en 2016, y no pude despedirme de él, pensé que este film era una manera de habitar esta rituales de despedida y habitar mi propio duelo desde un lugar muy personal. Así fue un poco la gestación de esta película desde mi formación, que también tiene que ver con las mujeres que me criaron, mi tía y mi madre, con las mujeres de la Costa Chica. Es importante la forma en la cual te acercas a la realidad desde el ser mujer. No sería el mismo el acercamiento si fuera un hombre.

Desistfilm: ¿En qué contexto conociste a Lizbeth? Dijiste que con la muerte de doña Cata, es decir ¿la conociste en su labor tal y como la vemos en tu primer largomentaje, El compromiso de las sombras?

Sandra Luz López Barroso: Conocí a Lizbeth en 2007, cuando murió doña Cata. Llegué para el “levante-sombra” de ella, me senté cerca al altar a llorar. Lizbeth puso su mano en mi hombro, me dijo: “llora, hace bien llorar”, y yo lloraba más. Sentí con ella una presencia femenina, no la vi en ese momento. Ya cuando la oí rezar, cuando la vi moverse en el ritual, dirigiendo, y abrazada por la comunidad, nunca más me cuestioné nada sobre ella: Lizbeth es Lizbeth y punto. De allí fuimos construyendo una amistad. Me encanta hablar con ella, es una persona sumamente sabía. Ayer hablaba por teléfono con ella, le conté que estaba emocionada por el estreno del film en Ficunam, y le dije que me encantaría que lo viera, a pesar que no se podía por los problemas de conectividad, ya que no hay señal, y me dijo: “Pero, para que qué quieres que la vea si yo ya la viví, la vivimos 24 horas, sé lo que grabaste”. Sus palabras son precisas, exactas, entonces. Yo con Lizbeth formé una relación de amistad durante el rodaje de Artemio. Una noche nos fuimos a beber unas cervezas en una cantina del pueblo, a platicar y en esa charla, mientras me contaba cómo eran esos rituales, cómo era su trabajo, cómo la veía el pueblo, en esa noche me dije que me encantaría hacer una película con ella, me lo dije para mí. Cuando murió mi papá y cuando esta tristeza y este dolor estaba tan cercano, sentí que era el momento para hacer la película. Lizbeth es una persona y un personaje entrañable, complejo, profundo y cinematográficamente muy bello. Siempre fui muy clara al decir que me interesa explorar su trabajo, no me interesaba otra cosa más allá. En algunos pitching, como el que tuvimos en Doc Montevideo, en Tribeca, que son diferentes mercados, casi todos decían que por qué siendo este personaje tan interesante no tocaba su lado trans, su camino, su vida personal, y yo les decía que esa no es la película que yo quería hacer.

El compromiso de las sombras (2020)

Desistfilm: Cuentas sobre esta cercanía con Lizbeth a partir de la muerte de doña Catalina, del consuelo que te brindó, de tu amistad con ella, pero esto no se refleja en el film. Es decir, la registras desde una distancia, la sigues en sus ritos, en sus conexiones con la comunidad, pero la cámara está allí acompañando todo eso, sin intervenir mucho. ¿Cómo fue este proceso de seguir a Lizbeth en este periodo del rodaje en estos rituales o en la comunidad?

Sandra Luz López Barroso: Al final yo creo que Lizbeth me atrae cinematograficamente hablando como en la vida, ya que ella tiene un conocimiento ancestral de la naturaleza y del ser humano. Me pasaron cosas con ella, como que predijera un temblor a partir de un viento que se suelta, que predijera una tormenta a partir de ver las nubes o que predijera que va a morir alguien porque soñó tal cosa. Me preguntaba: “Eso cinematográficamente cómo lo hago, cómo comunico que esta persona tiene sabiduría”. Y creo esto tiene que ver cómo filmar lo intangible. Si dices esto es mi dolor, ¿eso cómo se materializa? Creo que Lizbeth materializa cosas en un nivel no visual sino a nivel de sentimientos y eso me ayudó mucho para ponerla como una suerte de presencia, con su conexión con la naturaleza, mágica. Eso fue la guía del film. Quería transmitir eso de ella, que es una persona que puede navegar en este mundo, desde lo intangible y tangible, desde aquello que ella dice: “la muerte tiene secretos que ni nosotros mismos conocemos”. Siento que tiene que ver con eso, con ponerla en el centro. Siempre dije que Lizbeth es la guía, es la persona que nos va a llevar a este mundo de las sombras y las que nos va a retornar de allí. La cámara siempre esta allí siguiéndola, esperándola, pero hay momentos de mucha libertad, y que yo encontré con el mismo tiempo del proceso, que tenía que ver cuando yo dejaba de pensar en el cuadro, en la luz o la misma narrativa, cuando podía conectar con la persona frente a mí, cuando esa persona mira a la cámara, ya que me mira a mí, ya que el film es bellísimo en ese sentido porque es la huella o testimonio de ese encuentro, la mirada que regresa tiene que ver con ese encuentro. Y siento que en la película hay momentos donde esa intuición y esa emoción existe porque es de ida y vuelta, y no solo con Lizbeth sino con las coreografías del ritual,  y es algo que tiene que ver con la emoción como realizadora en torno a la realidad que está atravesando y que te está brindando algo muy poderoso.

Desistfilm: Ahora que mencionaste esto del “levante-sombra” como una parte del ritual, ¿cómo fue ingresar y registrar los duelos y velorios? En el film se ven varios rituales, y todo parece darse de manera natural y fluida.

Sandra Luz López Barroso: El ritual en El compromiso de las sombras es tal cual, pero pedí a Lizbeth que realizara caminatas, que se sentara sobre un árbol, sí hay en algunos momentos una una puesta en cámara. Pero, los rituales si fueron registrados tal cual sucedieron.  Lizbeth es la que dirige, ella era la directora en esos instantes.

Desistfilm: ¿Y cómo fue el proceso de grabación durante los ritos? ¿Cuántas personas eran del equipo de producción?

Sandra Luz López Barroso: Solo fuimos dos personas, la sonidista Isis Puentes y yo en la cámara y la dirección, y fue bien pesado. La primera etapa de rodaje fue de un mes, y me acuerdo que empezamos a grabar desde los primeros días que llegamos. En esos días, hubo una secuencia que me gusta mucho, que hicimos en casa de Lizbeth, donde sí hubo una completa dirección con ella: “caminas por acá, cuando pases por la cámara, caminas a la derecha. Necesito que vuelvas a hacer esto o que comas aquí”. Y al tercer día, ella me dijo: tú lo que quieres es que alguien muera para poder seguir haciendo la película. Fue muy chistoso, porque esos días estabamos muy concentradas en la puesta en cámara y de pronto Lizbeth dice eso de modo tan directo. Y tranquila, como es ella, me dijo: “No te preocupes, siempre hay alguien que muere”. Y al cuarto día es cuando muere don Gonzalo, el primer difunto que aparece en el film. Y fue un shock. Uno puede escribir un proyecto durante dos años de una película, o vivir diez años en la comunidad y haber vivido estas ceremonias, pero la belleza que te ofrece el documental o estos procesos jamás superarán lo que la realidad te brinda. Entonces, cuando estuvimos allí ante el cuerpo de don Gonzalo fue muy fuerte y complejo. Lizbeth nos presentó con doña Adolfa, la viuda, y su familia. Les contamos con lo que estábamos haciendo, y ella fue muy generosa, ya que nos dejó filmar todo. Y cuando estábamos allí grabando, registrando los sonidos, me dije: “qué estoy haciendo aquí, en qué momento se me ocurrió hacer esta película”. Y sentía que todas estas preguntas me estaban atravesando al mismo tiempo que filmaba: qué tanto mostrar, cuál es la distancia adecuada, qué tanto me acerco. Todas esas preguntas que nos hacemos los realizadores, o el pór qué estoy invadiendo un espacio tan íntimo, con gente que no conozco. Y creo que por eso es una belleza el novenario, ya que pudimos conocer a don Gonzalo a través de doña Adolfa, su familia, de sus nietos, de Lizbeth, acompañar su duelo estando allí, no solo grabando, sino al platicar con ellos, al comer con ellos, cuando nos contaban como era don Gonzalo.

Fue un trabajo muy demandante, emocional y físicamente para nosotras,  ya que los rezos comenzaban a las cuatro de la tarde y se extendían hasta la madrugada. Y llegar a descargar material a las 7 u 8 de la mañana del día siguiente, y luego revisar al mediodía todo lo que habíamos grabado, y seguir de nuevo en la tarde. Y a partir de don Gonzalo, hubo más muertos en la comunidad y en los pueblos cercanos. En la película salen cuatro difuntos, pero pareciera que se trata de uno solo. Y así fue ese diálogo y ese acercamiento con los rituales.

El compromiso de las sombras (2020)

Desistfilm: ¿Qué demandó el proceso luego del rodaje, de la posproducción, de los laboratorios, asesorías?

Sandra Luz López Barroso: Tengo la certeza de que los procesos cuando se viven desde un lugar tan honesto y tan emocional, encuentras un poco de magia en el camino. Mi padre había muerto un sábado, y el viernes de la siguiente semana yo ya estaba en Doculab recibiendo un premio para participar en un pitching al networking de Tribeca, que era un mes después. Cuando solo tenía la idea, tuve que acelerar el porceso, conseguir una productora, preparar el pitching, prepararlo en inglés, fue una carrera veloz. Nos dimos cuenta del poder de atracción del proyecto en el mercado, y por ello, nos inscirbimos en DocMontevideo, ya que conocemos a Martha Andreu, ya que ella enseña en el CCC y necesitábamos una devolución desde un espacio así. Mi padre había muerto en marzo y esto fue en julio y el duelo muy vivo todo, yo lloraba, en las conversaciones que tenía sobre la película, incluso Marta me decía: tómate tu tiempo, respira, ya que me emocionaba. Y esto fue un gran aprendizaje, ya que uno necesita parar un poco, respetar sus propios tiempos, y tener una mirada más clara. Nos dimos cuenta que a taller que metíamos el proyecto, lo aceptaban, así que había que escribirlo mejor. Y yo tenía que aclarar muchas cosas a nivel emocional y Marta Andreu hizo esta residencia Walden, en 2017, y en la cual pudimos participar gracias al FONCA, y allí en el proceso de escritura fue exclusivo para hacer la carpeta de producción del proyecto, y descubrí en el proceso que el centro del proyecto trataba sobre la importancia de las despedidas, de la importancia de poder despedirnos y eso era la brújula.

En 2017, Ambulante con la Fundación Kellogg lanzaron una convocatoria, única en su tipo, que no se ha vuelto a repetir y que se dio solo un año, y que era para producciones en torno a la cultura afromexicana, algo muy específico. Y una amiga me avisó y me dijo a modo de broma: “Mira, esta convocatoria parece que la hicieron para tu película”. Nos dieron el fondo, así que el film es una producción con Ambulante, y fue un privilegio tener los recursos, el tiempo y a las personas indicadas, como las productoras Karla Bukantz y Maricarmen Merino que me dieron el tiempo necesario. Tuve esa libertad de producción, y cuando llegamos a la edición nos dimos cuenta que teníamos que pagar los derechos musicales, por el uso de una canción al final de la película y no había dinero. Fue que aplicamos a un fondo de Sundace, y eso nos permitió tres meses de trabajo en diseño sonoro, pagar derechos musicales, y hacer unas correcciones del color. Veía el fondo de Sundance muy inalcanzable, pero mi productora nos animó. Igual pasó con Tribeca, y postulamos a Desarrollo, a pesar que teníamos dudas, que pensaba que con una ópera prima no lo iba a lograr, o porque era mujer estaba en desventaja, pero se pudo, y así terminamos la peli.

Desistfilm: ¿Cómo ves el panorama en México de las producciones independientes? Más aún cuando provienes del sur del país, y pareciera que el cine que tiene más llegada es el del norte, el más cercano a EE.UU. y su industria. ¿Es así? ¿Qué opinas de esto?

Sandra Luz López Barroso: No sé como será en Perú, pero América del Sur compartimos esta visión de que somos diversos, y México igual. México es muchos México también. Desde un plano sociopolítico, el México del norte ha sido más próspero, más industrial, a nivel económico, que el sur del país. Hay una división muy clara. Y en cuanto al cine es diferente, ya que hay un cine muy diverso, el cine es muy distinto entre el norte y el sur y el de la península. Hay una generación de jóvenes cineastas de pueblos originarios, de la Costa Chica, que están dando a conocer voces de pueblos afrodescendientes e indígenas y eso me parece valioso. Ahora estoy planeando trabajar con Dinazar Urbina, me gustaría trabajar con ella, y eso me parece motivador. Esas voces me interesan mucho y que podamos ver esas películas. Una forma de apoyarnos e impulsarnos es poder hacer equipos, acompañarños, abrazar eso y desde el hecho de ser mujeres, visibilizar nuestro trabajo. En la Costa Chica, no sé si tiene que ver con el decenio afrodescendiente de la ONU, pero hay más proyectos que se están apoyando, se ha hecho cine en estas zonas, pero si no somos de la comunidad tenemos que ser muy cuidadosos y autocrítico porque podríamos tener solo una mirada superficial. Yo he trabajado allí quince años, pero quizás sea solo poco tiempo, porque es inmenso. Si yo hubiera hecho una película, de antropóloga en 2005, es muy probable que hubiera sido una mirada exotizante, y creo que hay trabajos desde la antropología que exotizan al otro y me parece terrible, una falta de respeto inmenso. Y me parece terrible que tampoco haya devolución del trabajo. Por eso, el compromiso de llevar el film a la comunidad, donde la gente que la hizo, es importante, para seguir construyendo lazos de confianza y de respeto.

Para mí, hay un enamoramiento profundo con las personas a las que retrató y supongo que por eso los tejidos de amistad continúan más allá de las películas, es una elección de trabajo y también es mi forma de asumir y cuidar mis afectos.