Por Pablo Gamba
El preestreno de la primera parte de Las instancias del fuego (2021), el segundo largometraje de Melisa Aller, subtitulada “La disciplina de la aurora”, y cortometrajes de 2020 y 2021 de Leonardo Zito y Santiago Vitale , fueron lo más destacado de la programación de la Semana 11 del Film Experimental de La Plata, que se llevó a cabo del 4 al 6 de noviembre. Incluyó proyecciones en Super 8 y 16 mm de cintas de estos tres realizadores argentinos, y también una selección de trabajos de 2015 a 2020 de Ernesto Baca, una de las figuras más importantes de este tipo de cine en el país.
En Las instancias del fuego, la obra de Aller parece dar un giro hacia la exploración de otras cuestiones relacionadas con la memoria, luego de sus trabajos centrados en el cuerpo y filmes poéticos como Desierto (2011) y Empiria (2016), que también formaron parte de la muestra que se presentó. La cita de Theodor W. Adorno, al comienzo, orienta hacia la interpretación del uso de la doble proyección en Super 8 como una confrontación de tiempos y fragmentos del único personaje femenino. Se lo ve flotando en el agua en color, en uno de los dos canales, mientras que por el otro se proyecta película en blanco y negro, ambas en Super 8. Esto lleva a preguntarse cuál es el presente del personaje y cuál su pasado. Los motivos del fuego y el agua hacen pensar en el cambio de algo en su opuesto, aunque siempre en la misma mujer.
A diferencia de Valor de uso, valor de cambio (2013), que también se proyectó en la S11, y del primer largometraje de Aller, Las decisiones formales (2016), el entorno social y sus problemas parecen abstraerse en la primera parte de Las instancias del fuego, al igual que en Afirmar con ello el otro mundo (2014) y Caída (2019), otros dos cortos del programa que se presentó en La Plata. Son películas que parecieran desarrollarse en torno a experiencias privadas de la artista, expresadas por el alter ego que se ha vuelto para ella la performer Eleonora Paoletti, su cuerpo en la pantalla. Pero no es así, y lo aclaran los textos que Aller incluye en sus filmes. Es lo que ocurre con la cita de Adorno, que plantea la cuestión del tiempo con referencia a catástrofes históricas, no individuales. No es, por tanto, un cine de los efectos de borrosas causas que quedan siempre fuera de campo sino de las respuestas físicas, emocionales e intelectuales a problemas que tienen alcance universal en el mundo contemporáneo.
Entre esos problemas también están los del cine como hecho social. La circulación hegemónica lo reduce al estatus de un producto consistente en copias que se distribuyen para que en diversos espacios y tiempos se consuma siempre la misma película, con modificaciones que obedecen a la expansión de su alcance en el mercado, como la subtitulación, el doblaje y otros cambios de la “versión original”. En este sentido, las inquietudes con relación al tiempo de Las instancias del fuego se refieren también a la confrontación del consumo habitual con otro tipo de experiencia, única, que en la S11 de La Plata incluyó la ejecución en vivo de una música creada para esa proyección por la cineasta y el compositor Ulises Conti.
Zito y Vitale presentaron un programa de cortos en el que las principales novedades fueron Virulencia (2020), del primero, y Mirando las estrellas (2020-2021), del segundo. El denominador común se expresa en el título de la primera película del programa, Dentro de la fábrica (2019), realizada por Vitale: no se trata de explorar ese mundo de explotación del cual se ve sintomáticamente fuera a los trabajadores en La salida de la fábrica Lumière en Lyon (1895), generalmente considerada la primera película propiamente dicha en la historia del cine. En los filmes que se exhibieron no domina la confrontación social explícita con ese mundo, sino una exploración de la relación de la imagen inmaterial con la materialidad de los soportes en la que la cuestión del dentro de la fábrica está más agudamente implícita.
Virulencia es resultado de una operación sobre el soporte fílmico que consiste en añadirle material recortado y pegado. Pero en Breathe (2014), de Leonardo Zito, la intervención química de un fragmento de película encontrado invierte la relación imagen-film, de manera tal que son los cambios en el soporte los que pasan a cobrar relevancia, y no lo que fue registrado en él para su proyección. Así, cuando la imagen emerge fugazmente del magma fílmico, hace patente la fantasmagoría de los “mundos” que parecen surgir en la pantalla y que son resultado de un ocultamiento de lo material análogo al de la fábrica industrial en la película de los hermanos Lumière.
En Mirando las estrellas, hay un giro hacia algo más explícito en ese enfoque que vincula la materialidad fílmica y social del cine. Es un corto hecho con descartes encontrados e intervenidos de Mis días con Gloria (2010), dirigida por Juan José Jusid, que fue la última película de la estrella argentina Isabel Sardi y en la que interpreta a una gran actriz ficticia del pasado. Lo que cuenta aquí es la indagación visual, en cómo la cinta procesada por la industria del cine creó el mito que fue y sigue siendo Sarli, lo que se debió a su explotación como símbolo sexual, y cómo procedimientos contrarios de intervención sobre el soporte material de esa leyenda pueden desnudar la verdad del cuerpo fílmico que se oculta en la proyección habitual.
El programa de Baca reunió cortometrajes centrados principalmente en exploraciones formales vinculadas también con intervenciones sobre el soporte y con la investigación de cómo incide en él la luz para dejar, como huella, las imágenes de lo real en lo que se reflejó y se refractó en su viaje hacia la película. En este contexto cobra relevancia el primero de los cortos proyectados, que es un film completamente diferente. Se tata de Ma (2015), exactamente descrita en el programa como “un retrato de Ana Fernández, madre de Ernesto, y de su entorno familiar”.
La palabra del título, que se escucha reiteradamente en la banda sonora y que está también representada gráficamente, transforma este retrato en un llamado. Se hace explícito al final, cuando el cineasta se representa a sí mismo junto al “ma” escrito, como si fuera un personaje que grita eso. Incluirlo resultó estimulante, porque invita a ver las películas abstractas que se exhibieron como expresiones análogas del realizador, que gritaría en ellas con otra “voz”. La distancia que crea el asombro ante las imágenes nunca antes vistas, e imposibles de crear de otra manera, del cine abstracto es franqueada así por el motivo de la llamada de Ma, que se dirigiría en estos filmes al espectador, no a su madre, pero con una necesidad de expresión similar. Cada nueva proyección de una película experimental puede ser una experiencia única para plantear nuevas preguntas y proponer respuestas como esta.