Por Pablo Gamba
Beba, el primer largometraje de la cineasta neoyorquina Rebeca Huntt, se estrenó en el Festival de Toronto del año pasado y estuvo también en Tribeca, en la sección Generation 14 Plus de la Berlinale y en CPH:DOX, en Copenhague, antes de llegar a Sheffield Doc. Es un autorretrato en el que el personaje de la joven Huntt se presenta desde el prólogo en conflicto con su entorno, una guerra en la que “habrá bajas”, advierte.
Un plano del comienzo la muestra en actitud pensativa mientras se escuchan fragmentos de diversos discursos en over. Así se introduce su “mundo”, como ella dice, al que da la bienvenida al espectador. Es como una mente que se encuentra a punto de estallar. El eje de la confrontación de Huntt es su autodefinición como afrolatina. Nació en los Estados Unidos, pero es hija de inmigrantes, el padre de la República Dominicana y la madre de Venezuela. Es afrodescendiente, mujer, obviamente, pero la cuestión del género queda fuera de campo en la película, que se centra en lo étnico. El atractivo de un documental como este, sin embargo, no se debe a la búsqueda de la coherencia en el compromiso del personaje con la lucha contra los problemas de la discriminación –de lo que resultan relatos épicos, pero poco verosímiles como autobiografías–. Está en la expresión de las diversas y contradictorias facetas del yo cuya cabeza, en el caso de Beba, es un hervidero de sentimientos e ideas. Que la rabia se dirija principalmente hacia la familia es un ejemplo. En ella se confunden la conciencia de la discriminación social con la necesidad de la joven de reunir fuerzas para superar la dependencia de los padres y salir del nido. Incluso se trata de una búsqueda de espacio propio en un sentido literal, dado el hacinamiento de un matrimonio con tres hijos que viven todos en un departamento de una habitación. El enfrentamiento del personaje con sus padres se basa una identidad que no tiene sentido para ellos, además. Es extraña para la manera de pensar de la madre, que se define como “latina” y no considera que haberse casado con un afrodescendiente y haber tenido hijos con el mismo color de piel sea algo problemático en el contexto en el que viven. Lo afrolatino también supera la racionalidad de inmigrante del padre, por la cual la familia ha vivido siempre en el mismo departamento por razones de conveniencia que se imponen a la comodidad. Es estrecho, pero está ubicado en una zona segura de blancos y de alquileres regulados.
Ahora bien, todo esto presupone que el documental puede llegar a ser una ventana transparente, si no para una mirada a lo real, al menos sí para la expresión de un yo cuya sinceridad se pone de manifiesto en la no resolución de sus contradicciones y en los sentimientos a los que apela en la comunicación con el espectador. Es otra cuestión problemática, sin embargo, y lleva a volver a la afrolatinidad del personaje. Adoptada en el transcurso de sus estudios en el Bard College, hay que considerar también esta identidad como una toma de posición con referencia al multiculturalismo del campo académico y artístico estadounidense. La postura que supuestamente nace de la experiencia de ser negra e hija de inmigrantes del Caribe hispanoparlante se podría considerar una estrategia de subversión, siguiendo a Pierre Bourdieu. La transparencia de la expresión del yo en un autorretrato no puede darse por sentada, entonces. Hay que considerar este y otros aspectos del prisma social que atraviesa en la comunicación con el espectador y la conforman, más que refractarla. Parte de la rabia se debería, entonces, a que la estrategia de Huntt no alcanzó el éxito en estos campos. El posicionamiento falló en la práctica, porque las relaciones que estableció Beba fueron con grupos diferentes de los afrolatinos y que tampoco se comunican entre sí: los artistas negros y otros amigos blancos. Además, fracasó en sus estudios por motivos que no quedan claros, pero relacionados con la indisciplina. El verdadero problema con esta película es que su contradicción principal no es ninguna de estas. Es que la manera como se hizo Beba niega el fracaso y la exclusión de la joven del autorretrato.
En la producción ejecutiva del largometraje participó Inuka Bacote-Capiga, cuyo currículo incluye el Oscar de Summer of Soul (2021), y nominaciones al Independent Spirit Award, al Premio Gotham del cine independiente y a los Emmy de la televisión. También Petra Costa, nominada al Oscar por Al filo de la democracia (Democracia em vertigem, 2019) y ganadora de otros galardones. Esto conlleva otro tipo de posicionamiento, que es el de la película en el circuito de exhibición y el mercado de los documentales. Tiene correlatos formales, además. Por ejemplo, aunque la protagonista de Beba está en guerra con su entorno y consigo misma, no es una obra brechtiana, en la que una explosión análoga en la forma sea el resultado de los recursos expresivos en conflicto unos con otros. Los dispositivos que expresan las contradicciones están sometidos a la función integradora de la voz en over de Huntt. También los amalgaman la música de Holland Andrews y la lógica de un relato dividido en cinco actos, cuatro de ellos presentados con intertítulos. Asimismo hay en Beba una asimilación de lo que una vez fue rupturista a lo que es hegemónico, siguiendo quizás en eso el modelo de Elena (2012), de Petra Costa.
Hábilmente se apropia la cineasta del psicodrama y la narración mítico-poética del cine underground estadounidense, lo que tiene apoyo en el estilo de la fotografía en 16 mm de la también debutante en el largometraje Sophia Stieglitz. Pero no se busca con esto una exploración más profunda de la psicología ni de las posibilidades del soporte fílmico, por ejemplo, sino un correlato formal del arte y el pensamiento de los años sesenta que se presentan como detonadores de la mente explosiva de Huntt. En otras palabras, son recursos subordinados clásicamente a una función de ilustración. La contradicción problemática entre el personaje, y el modo de producción y el estilo, está explícitamente planteada por la Rebeca Huntt de la película cuando dice: “No hay ninguna nobleza en tratar de integrarse a un sistema que trata de destruirte”. Entonces, ¿por qué la rabia no se dirige contra el cine bellamente integrado sino que, por el contrario, se aspira a la nobleza que se alcanza siendo parte de él? No hacerse esta pregunta marca la separación entre la realizadora y el personaje que representa. Por ende, la disolución del “yo” y su rebeldía en un espectáculo de “cine de arte”.
Itinerarios
Beba
Dirección y guion: Rebeca Huntt
Producción: Sofia Geld, Rebeca Huntt
Fotografía: Sophia Stieglitz
Montaje: Isabel Freeman
Sonido: Ricardo Arteaga
Música: Holland Andrews
Estados Unidos, 2021, 79 min.