Por Pablo Gamba
Dos de los largometrajes vistos en la primera jornada de Sheffield Doc 2022 llegaron con un destacado recorrido previo y tienen en común el interés en problematizar las representaciones de dos colectivos. El primero es Boney Piles (Terykony), que en español sería Pilas de huesos, de Taras Tomenko, se estrenó en la sección Generation K Plus de la Berlinale y forma parte del programa Ucrania. Contraseña: Palianytsa que se presenta en solidaridad con el país invadido por Rusia. En este documental se recurre al seguimiento de los juegos y otras actividades de un grupo de niños, entre los que se van destacando Nastya y Yaryk, para revelar, desde un punto de vista que se presenta como ajeno al conflicto, detalles que el cineasta quiere mostrar de la vida antes de la guerra actual en Toretsk, una localidad del Dombás que fue tomada por separatistas prorrusos y recuperada por Ucrania en 2014.
La virtud de la película está en su capacidad de confrontar al público extranjero al que está dirigida con detalles que se pueden ir conectando a lo largo de la observación de los personajes y que dan complejidad a las representaciones esquemáticas que se han impuesto con el uso propagandístico de los medios informativos. Cobran relieve así, por ejemplo, la disputa por el control de la explotación del carbón que se desarrolla como un trasfondo de los juegos infantiles, o la destrucción que causó el pasado conflicto por las consecuencias sociales y psicológicas en la población que seguía allí tratando de llevar una vida “normal”. Más reveladores, sin embargo, son los detalles extraños que obligan al espectador no ucraniano a buscarles explicación. Es un ejercicio que lo lleva a ponerse en el lugar de los personajes para tratar de entender o a apelar a información que no es la que difunden principalmente los periodistas. El mejor ejemplo es quizás el pelo cortado al rape de Nastya en una escena en una iglesia. Es algo que lleva a preguntarse si habrá sido una medida de la madre para evitar que la viole algún separatista o invasor.
También se destaca en la película que la memoria de la Unión Soviética se mantiene en la región, y en los personajes, a pesar de las leyes aprobadas en Ucrania en 2016 para eliminar del espacio público todos los símbolos del comunismo. Además de plantear la dificultad de cumplir esas disposiciones en un lugar cuyos edificios estaban profusamente “decorados” con propaganda soviética, y el estilo arquitectónico evidencia ese pasado aunque se pongan gigantescos árboles de Navidad en las plazas, hay una resistencia de la forma de vida en tiempos de la URSS que Tomenko quiere poner de relieve con la alegría que manifiesta Yaryk al encontrar entre ruinas una biografía de Lenin, por ejemplo. “¿Cómo sabe quién fue ese personaje?”, se preguntará el espectador, y la respuesta se intuye cuando él y Nastya van a una iglesia y se hace evidente que los dos provienen de familias que eran ateas. Probablemente, por tanto, había o aún hay en ellas partidarios del sistema socialista.
Otro detalle significativo que se destaca en Boney Piles es la importación de ropa usada de Europa en Ucrania. Parece casi caricaturesco eso del país donde la gente se viste con lo que ha descartado los que viven en las sociedades que se tienen como modelos de bienestar, pero la manera como se presenta el local donde se venden estas prendas da a entender que es la moda al alcance de los pobres. Algo análogo ocurre con la música pop y los videos musicales a los que dan acceso los celulares o las coreografías de las chicas en el colegio donde se inculca verbalmente el patriotismo. La ropa que elige Nastya en esa tienda es también reveladora de una manera de definir su identidad que contrasta con el modo como se maquilla por primera vez –para gran sorpresa de Yaryk– y asume así el rol de la mujer en la “nueva” sociedad. Podría percibirse en eso un eco de tiempos de más libertad e igualdad entre los sexos.
La retórica de Tomenko, en síntesis, invita a una revisión de las creencias sobre el retorno de las identidades nacionales reprimidas por el comunismo –incluidas las simpatías por los nazis–, que ha servido para explicar los conflictos que siguieron a la disolución de la URSS y de Yugoslavia. No obstante, es una lucidez para la que son propicios los tiempos de “paz” entre guerras. Cuando una potencia imperialista bombardea y sus tanques entran en el propio país, los márgenes para el cuestionamiento y la duda se reducen significativamente, como ocurre en el corto de propaganda “poética” Peace and Tranquility que acompaña a Boney Piles. El título de esta otra película parece un lapsus revelador de la convicción de que con la consolidación del estado-nación ucraniano se conseguiría la paz y tranquilidad anheladas, obviamente, por quienes seguirían siendo los acomodados en esa sociedad. El documental de Tomenko plantea que esta esperanza es una falsa ilusión interesada.
Otro largometraje que llega a Sheffield Doc después del éxito en otros festivales es I Didn’t See You There. El cineasta con discapacidad Reid Davenport ganó el premio a la mejor dirección en la competencia estadounidense de Sundance por esta película, que ha sido galardonada también en los festivales Full Frame y de San Francisco. La retórica de I Didn’t See You There se basa en la devolución de la mirada. Es un documental que responde a las representaciones socialmente dominantes de las personas con discapacidad, con la manera de percibir la ciudad de Oakland y el mundo de una persona con parálisis cerebral, condición que le afecta el cuerpo, pero no la mente, aunque la dificultad para articular las palabras haga que parezca “retrasado mental”. La instalación de la carpa de un circo cerca del departamento de Davenport es un motivo que se destaca en el relato que hace de su vida cotidiana. Sirve como pretexto para un discurso sobre cómo la sociedad estadounidense respondió al problema incómodo de la discapacidad transformando a estas personas en espectáculo, una manera de explotar comercialmente la combinación de lástima y asombro en los sentimientos que causan, como dice el cineasta citando a la fotógrafa Diane Arbus.
También se registran en la película momentos que evidencian el maltrato y la “piedad” que reciben constantemente las personas con discapacidad en su relación con los demás. Igualmente detalles que ponen de manifiesto cómo, incluso las ciudades en las que se toman medidas para facilitar el desplazamiento en silla de ruedas, no dejan de ser lo normal las prácticas que lo impiden en la construcción o en el mantenimiento. Pero esto es lo menos interesante de I Didn’t See You There.
El foco del documental es la experiencia sensorial de la persona con discapacidad, con énfasis en la silla de ruedas con motor eléctrico como un vehículo que le permite desplazarse con gran rapidez y su analogía con otros medios de transporte, como el avión en particular. El protagonista corre y vuela en esta película. Todo esto, y la vida acomodada del personaje, es el correlato de algo que queda fuera de campo en el largometraje, pero que el espectador con interés seguramente averiguará por su propia cuenta: que Reid Davenport no es, para nada, un “minusválido” sino un exitoso artista y profesor universitario. El uso de una cámara pequeña que el cineasta puede manipular por sí mismo, incluso cuando camina con dificultad, abre los sentidos a una experiencia inaccesible para la mayoría del público. Es la del rodar a toda velocidad sobre superficies cuya textura cambia constantemente, con un ruido que se conjuga con la percusión de la música en la banda sonora, y la consecuente vibración de la imagen. La vista del que usa una silla de ruedas con motor se dirige constantemente al pavimento, lo que expande aquí el registro hacia la experimentación con las texturas audiovisuales. No es el resultado, además, de las limitaciones del que filma y graba el sonido sino de su conocimiento del cine, como se evidencia cuando Davenport le da la cámara a su sobrina pequeña. El asombro se impone así a la lástima en I Didn’t See You There, cuyo título no solo hace referencia a un giro del punto de vista visual sino también moral. No se trata de un cómodo “ponerse en el lugar del otro” sino de ser puesto por el otro en su lugar.
Ucrania. Contraseña: Palianytsia
Boney Piles
Dirección: Taras Tomenko
Producción: Volodymir Filippov
Fotografía: Misha Lubarsky
Montaje: Viktor Malyarenko
Sonido: Olha Havrylenko, Volodymyr Tretiakov
Ucrania, 2022, 80 min.
Itinerarios
I Didn’t See You There
Dirección y fotografía: Reid Davenport
Producción: Keith Wilson
Montaje: Todd Chandler
Sonido: Reid Davenport, Ernst Karel, Tom Paul
Estados Unidos, 2022, 77 min.