Por Pablo Gamba
Rising Sun Blues, título internacional de Rua dos anjos (Calle de los ángeles), correalizada por Renata Ferraz y Maria Roxo, fue filmada como tesis de doctorado en la Universidad de Lisboa de la primera, que es una actriz brasileña, y llega a Sheffield Doc después de ganar el Premio Eileen Maitland a la mejor película sobre los problemas de las mujeres en el Festival de Ann Arbor y de haber estado en competencia en Indielisboa. Ha sido un recorrido modesto, hasta ahora, y que no parece reflejar los méritos de esta ópera prima cuya codirectora era prostituta. Se trata de una película que persigue un sueño lindo del cine: borrar las divisiones y lograr la horizontalidad entre la que dirige y los que filman junto con ella. Relata, por tanto, su proceso de realización, que se lleva a cabo casi totalmente en el estudio de una escuela de cine y con los recursos propios de una producción de tipo artesanal.
La puesta en escena está basada en los encuentros en un peep show de Travis (Harry Dean Stanton) y Jane (Nastassja Kinski) en París, Texas (1984), como indica Ferraz en su tesis. Se recurre a una tela semitransparente que divide en dos el set de manera análoga a como el cristal separa a la observada y el observador en el film de Wim Wenders. Se utiliza, además, de otras diversas maneras, entre ellas como pantalla para la proyección de un fragmento de Estive em Lisboa y lembre de você (2015), una película en la que la actriz interpretó a una prostituta. De ella nació Rising Sun Blues por la curiosidad de Ferraz de indagar más en las relaciones entre ambos oficios.
En consonancia con el motivo del espejo que también es la ventanilla del peep show en París, Texas, el dispositivo dominante es el reflejo. Las escenas se repiten invirtiendo los roles. Ferraz entrevista a Roxo, pero también Roxo a Ferraz. Es algo que trae a colación la relación entre entrevista y actuación, y otra referencia: Juego de escena (Jogo de cena, Brasil, 2007), de Eduardo Coutinho. La actriz dirige a la prostituta en un strip-tease, pero es también una manera de mostrarle a Ferraz cómo se hace para que ella se saque la ropa ante la cámara bajo la dirección de Roxo. El reflejo en el espejo es invertido, y esto abre otra dimensión: el tiempo. La búsqueda de igualación considera así otra diferencia entre Ferraz, que es una mujer joven, y Roxo, que tiene más de 60 años de edad. De esto se desprenden dos historias que se proyectan en direcciones opuestas. Roxo transporta el relato del presente del rodaje a los hechos pasados de su vida, cuando habla de eso en las entrevistas. Las preguntas de Roxo a Ferraz giran en torno a detalles de personalidad que ella percibe con agudeza en la manera de desenvolverse de la actriz en el rodaje, aunque sin referencias significativas al pasado. Pero parte del trabajo que realizan la dos se proyecta hacia el futuro porque consiste en preparar a Ferraz para que haga de prostituta online. Hay en esto otra analogía con el peep show de París, Texas.
En Rising Sun Blues hay un factor más que entra en el juego del cine dentro del cine: la cámara. Hay planos picados en los que el punto de vista corresponde al que llaman “meganarrador”. Irónicamente, solo así, cuando las dos directoras-actrices son vistas similarmente sometidas al dominio de esa otra voluntad suprema abstracta, puede lograrse la igualación de ambas en tanto personajes y coautoras implícitas del film. Pero también se pone al descubierto que la mirada de la cámara corresponde a un hombre –el camarógrafo–, lo que le asigna explícitamente el género masculino al espectador implícito. Se le añade la evidente analogía con la posición del observador invisible en los peep shows: “La cámara es tu cliente”, le dice Roxo a Ferraz.
Otra ironía, entonces, son los planos en los que Roxo toma la cámara para grabar a Ferraz, y de esta manera actúa como el personaje de una directora ante al tercero que registra la imagen para la película. El espectador atento relacionará esto con un gran plano general del comienzo, en el que la pareja de directoras-actrices se representa como observadoras, de un lado de la “pantalla” de tela, repetidas dos veces del otro lado por otras actrices en la misma escena y visto todo por la cámara-hombre. Se podrá sentir así el vértigo de la puesta en abismo de una mirada masculina sin salida.
El tiempo, sin embargo, abre otra dimensión con la que Rising Sun Blues trasciende este laberinto formal. La historia para la cual Roxo prepara al personaje de prostituta de Ferraz se representa con un plano en exteriores y una colección de fotos que es mejor no describir para no arruinar la sorpresa. Pero también se sale del estudio para mostrar los lugares donde Roxo seguía adelante con su vida de trabajadora sexual a pesar de su edad, de que estaba enferma y de que era portadora del VIH. Murió antes de que se terminara la película, presumiblemente por causa de todo eso y la pobreza. Los planos exteriores de esta otra historia son pocos, pero bastan para aclarar lo que Roxo quiere significar cuando dice que Ferraz ve la vida “como un Paraíso” y le advierte que la imaginación llega hasta donde el que imagina quiere, y allí se detiene, mientras que la dura realidad se extiende mucho más allá en el espacio y el tiempo.
Con relación a esto hay que agregar que el relato de Roxo revela facetas de una vida que parece la de un personaje del cine, y no de melodramas prostibularios sino de películas de acción, de la guerra de independencia de Mozambique, en la que fue una enfermera militar. En todo caso, es el espectador –implícitamente masculino, como se ha dicho– el que asume la responsabilidad de soñar de esa manera a la Maria Roxo del film, o no. Ya se indicó lo que pensaría ella de esa imaginación de su vida.
Con los planos que filmó fuera del set, en cambio, lo que hizo Ferraz fue tratar de romper esa otra pared que las separaba en la sociedad, y que es análoga a la que existe entre todo patrón que pretende actuar como “ser humano” y los empleados a su servicio. Acabar con las diferencias en el cine es un sueño lindo, como se escribió, si no se inscribe en esa otra igualdad social. Esa parte de la película puede ser vista como el consecuente aporte de Ferraz para que no se olvide que la diferencia real entre Roxo y ella es que en el “orden” del capitalismo, el colonialismo y el machismo una puede ser doctora y cineasta, mientras que a la otra se la sacó de la universidad en África, se la llevó a una guerra colonialista, se la explotó como prostituta en la metrópoli y se la desechó al basurero de la precariedad social. En cuanto al hombre de la cámara, la manera como se presenta al personal en los créditos lo iguala en la misma clase social –trabajadores de la construcción de la película– y Ferraz cuenta que en Brasil, en los años treinta, prostitutas se inscribieron como actrices en el sindicato del espectáculo.
Cocreación
Dirección: Renata Ferraz, Maria Roxo
Producción: Ansgar Schaefer
Fotografía: Filipe Ruffato, Samara Azevedo
Montaje: Mario Espada, Renata Ferraz
Sonido: André Neto, Fávio Almeida
Música: Brick Fields, Bottega Baltazar
Portutal, 2022, 84 min.