Por Nicolás Carrasco
¿Cuál es el punto de partida para que alguien empiece a grabar todo lo que sucede en su día a día? ¿Cuál es el motivo para que alguien empiece a filmar su entorno, a registrar obsesivamente todo lo que le sucede? Un punto de partida posible podría ser una crisis personal del cineasta, quien espera resolverla apoyado en esta filmación, involucrándose explícitamente, así como también a su entorno cercano. Y, en el proceso de montaje, resolver esta crisis mediante un proceso de autoconocimiento.
Sherman’s March (1986) muestra la búsqueda de su realizador, Ross McElwee, por encontrar una novia sureña, mientras recorre las ciudades, también sureñas, que el general del Norte William Sherman arrasó durante la Guerra Civil Norteamericana. La película es, por un lado, un documental histórico sobre Sherman y, principalmente, un diario fílmico que le sirve a su director para lidiar con una reciente ruptura amorosa. En su recorrido McElwee conoce y conversa con todo tipo de mujeres solteras y visita antiguas novias, la mayoría ahora comprometidas con otras personas.
McElwee se sitúa casi todo el tiempo detrás de su cámara, instrumento que usa como un escudo para relacionarse con otras personas, ya sean desconocidas o amistades. “Deberías usar tu cámara como una forma de conocer mujeres”, le dice su hermana al comienzo del film, frase que funciona como el detonante de la acción.
El film nos introduce en la subjetividad del realizador mediante un uso irónico de la voz en off y de monólogos del realizador frente la cámara. Al inicio de film, la voz en off es la que nos informa de la ruptura mientras el director preparaba el documental sobre Sherman. A través de este recurso y de los monólogos conocemos lo que piensa en ese momento el realizador-personaje: sus preocupaciones, sus dudas y sus sospechas. En otras palabras, nos revela su inestabilidad emocional.
La película desarrolla esta inestabilidad emocional mediante el humor irónico. El realizador-personaje deja en evidencia que es un completo inexperimentado en las relaciones amorosas. Y la mayor ironía del film es que es la cámara-escudo (y la realización misma de la película) la que le impide comprometerse con las mujeres que conoce. “Esto no es arte. ¡Es la vida!”, le dice a McElwee una amiga. Como espectadores somos conscientes de esta contradicción, pero seguimos el juego hasta el final. Queremos creer que es posible encontrar el amor romántico enfrentándolo con una cámara.
Volvemos así a nuestras preguntas iniciales, sobre las razones para realizar un diario fílmico y registrar nuestro entorno inmediato. McElwee podrá reflexionar sobre su vida amorosa cuando esta sea antes una película, es decir, un objeto de estudio. Más que hacer una película, con Sherman’s March su director se hace película.