Por Mónica Delgado
Nuevamente parece que las bases de los concursos de la Dirección del Audiovisual, la Fonografía y los Nuevos Medios del Ministerio de Cultura (DAFO) permiten «interpretaciones auténticas». Hace algunos días el crítico de cine Emilio Bustamante señaló en Páginas del Diario de Satán sobre el incumplimiento en el otorgamiento de cuatro premios exclusivos para las regiones como establecen las bases en el concurso de gestión cultural de este año. Hace algunas semanas también expresé sobre la pobre argumentación en un concurso de posproducción que no justificaba de modo potente la devolución de S/170 mil (más aún cuando un miembro del jurado hizo público de manera extraoficial algunas de las razones del fallo), decisión blindada por las mismas bases. Y un nuevo hecho asoma debido a la imprecisión, vacíos o interpretaciones de estas bases (cuya naturaleza varía de acuerdo a cada concurso).
El martes 12 de setiembre de 2017 en la mañana se hizo público el fallo que premia con S/140 mil a La Hora Final de Eduardo Mendoza, para su distribución a dos días de su estreno (hoy jueves 14). Un caso sin antecedentes en América Latina, debido a la rapidez con la que se pueden ejecutar las decisiones para hacer viable el fondo según los requerimientos de cada proyecto, y en este caso uno en la semana de su mismo estreno. Pero no se trata de un acto azaroso o de velocidad burocrática, sino más bien a las virtudes de un proyecto que ha sabido abordar de modo creativo algunos vacíos en las bases.
La Hora Final se estrena hoy en todo el país en 80 salas. Antes del fallo, en conferencia de prensa se había ya señalado que el film se estrenaría en 25 salas. ¿Sin los 140 mil se iba a estrenar en 25? ¿O es que las 80 salas ya estaban pactadas debido a la expectativa, y quizás hubiera significado un detalle demasiado abrumador para un fondo que busca apoyar a obras según su viabilidad, coherencia entre aspectos técnicos y financieros, y demás criterios establecidos en las bases? No lo sabemos, sin embargo un anuncio del director de la película hecho en Twitter, ayer, afirmaría que algo sucedió de la noche a la manaña:
La finalidad de este concurso según las bases es «Generar condiciones favorables para la inserción de obras cinematográficas peruanas de largometraje en el mercado nacional, promoviendo su difusión». Si evaluamos el proceso de un film que desde febrero ya tenía día de estreno (lógico debido a la fecha histórica de la captura de Abimael Guzmán), que desde junio ya había lanzado un trailer a toda pompa, que ya tenía un plan de distribución, un acuerdo con distribuidora, publicidad en medios y demás, las condiciones favorables ya estaban dadas, a menos que todo aparezca como tentativo. Es decir, a menos que la estrategia real aparezca como un supuesto, a realizar sí o sí solo con la obtención del fondo.
En resumen: Si vemos las bases, que cerró convocatoria el 31 de julio, la palabra «tentativo» permite que todo el proyecto presentado, así sea real, sea visto como un buen deseo. Sin embargo la película tenía ya fecha de estreno desde febrero, trailer y afiches aprobados y lanzados a la prensa con evento el 26 de junio y con 80 salas confirmadas que recién anunciaron ayer, porque se supone que antes del premio solo eran 25, o sea antes del martes. Hacer DCP, separar horarios en multicines de 26 ciudades, distribuirlos en provincias para 55 salas de la noche a la mañana parece un acto de magia y de recursos que quisiera que nos ayude a graficar. Las 80 salas estarían ya programadas a menos que debamos su aumento de martes para miércoles a la salida del penal de Maritza Garrido Lecca o al deseo de apostar por más cine peruano de las exhibidoras. Nos quedaremos con la duda.
Según el fallo no se trataría de un premio a una distribución alternativa (digamos que se podría justificar que hayan apelado a una distribución distinta a la ya en curso, a otro tipo de prácticas para hacer llegar el film a más espectadores: escuelas, municipios, universidades, etc., fuera del circuito comercial). Considero que acá la palabra tentativo invita a poner algunas sombras a la transparencia, pero no porque se haya transgredido las bases o las leyes que rigen al concurso, sino por estos vacíos que dejan que este tipo de procesos se realicen sin ambages. Se ha creado un nuevo precedente y no sería extraño que se vuelva a repetir, lo que quizás afecte a films pequeños y con otro tipo de ambiciones.