Por Aldo Padilla
Somalilandia, Kurdistan, Transnistria, territorios imaginarios que, a pesar de una fuerte identidad como espacio unitario no tienen un reconocimiento internacional y cuyas fronteras se difuminan al salir de la mente de las personas que viven en esas zonas, que son propias y ajenas a la vez. La situación es aún más crítica en Europa del este donde en los últimos 30 años los países han ido apareciendo, desapareciendo, fragmentándose de forma que es probable que sus habitantes tengan una identidad que se aproxima más al regionalismo que al nacionalismo, países y habitantes que se mueven siempre al borde de la extinción, si asumimos a las fronteras como un cuerpo que contiene al organismo vivo que es el país en medio de insurrecciones que quedan en el camino, ya que a medida que pasa el tiempo este tipo de divisiones es vista más como algo anacrónico que no va acorde con la actualidad.