BERLINALE 2016: CRÓNICA DÍA 7
Kollektivet de Thomas Vinterberg
En la nueva realización de Thomas Vinterberg nos damos cuenta cómo al cine del danés le han venido bien los años. Vinterberg usa herramientas a las que nos ha venido acostumbrando pero las trata con más cuidado, tal vez con más respeto y ya mucho más tranquilo y reposado nos habla de cuando una familia normal, Anna —Trine Dyrholm— y Erik —Ulrich Thomsen— con su hija deciden irse a vivir en una comunidad por el aburrimiento de Anna. Ella quiere oír otras voces, dice. No obstante la vida sigue moviéndose y llegan circunstancias donde lo que deseamos no resulta muchas veces en lo queremos. Las cosas bien planeadas también pueden llevar a consecuencias no deseadas y todo se va al carajo. El realizador continua con la misma frescura y trata los mismos temas de sus primeros largos. Quizá en la edición de la película esté el nuevo elemento que hace llegar el mensaje de manera diáfana. A pesar de lo complicado de los planteamientos la historia fluye con naturalidad y la situaciones se desarrollan sin exabruptos ni disonancias. Todo pasa como debería pasar y aunque las fibras se nos mueven y toca acomodarse en la silla y carraspear, nada está sacado del sombrero. El manejo dado a la luz, a los contrastes, a los cambios de tomas y de primeros planos son poderosos. Las latencias y las contingencias en las que nos enredamos en la vida. Y el placer y el dolor de vivirla. La racionalidad se nos queda pequeña cuando no hay ni palabras para contar o expresar lo que se lleva dentro. El paso del tiempo, ¿qué es crecer? Vinterberg no se apura en respondernos, por el contrario con Kollektivet él nos devuelve la pregunta.
Des nouvelles de la planète Mars de Dominik Moll
Espero que no me acusen de prejuicioso, pero hace rato que el cine francés no sale de su ostracismo. Mirándose el ombligo de la vida y la manera de ser francés… ¡y lo creen universal! También puede ser que el humor negro francés sea inaccesible para mí, porque había gente desternillándose de risa, y el humor está en aquel que lo recibe. Solo diré que la cinta de Dominik Moll es junto con Alone in Berlin la peor elección que hice en el día. En fin, una historia sin pies ni cabeza, donde lo único que hubiera sido bueno en la proyección hubiese sido quedarme dormido y descansar un poco, pero no lo logré.
Sand Storm de Elite Zexer
¡Qué buena película! Una historia sencilla en el entorno de los beduinos palestinos. Una historia que resulta chocante para las mentes occidentales acostumbradas a la importancia exagerada que tiene el individuo en nuestra sociedad. Una chica que debe escoger entre dos malas opciones, un padre que tiene muy pocos grados de libertad ante lo que tiene que manejar, y una madre y el horror de verse separada de sus hijas. La cámara que persigue a la chica en planos secuencia logran empatizarnos con su angustias. Los primeros planos de la madre captan la angustia. Igual con el padre. El peso de la tradición y los valores antiguos enfrentados a alguno pequeños cambios. ¿Cómo será el futuro? Nadie lo puede saber, y la escena final es elocuente en ello. Sin pretensiones de principiante, Elite Zexer nos regala un relato que nos describe otras formas de organización donde la familia y la comunidad tiene una voz mucho más potente que la individual. ¿De cuál progreso nos ufanamos? De los iPhones, seguramente. Moralmente estamos tan estancados como a aquellos a los que criticamos. Seguro que hay asuntos más terribles que otros que ciertas culturas deben resolver, tal vez asimilar de Occidente, pero no seremos nosotros lo que “tengamos” algo que decir: ¿Nos podremos reflejar ahí? Sí. ¿Quién lo hace mejor? Ninguno. Nosotros hemos valorado más el amor romántico y no somos más felices que en sociedades donde es la obediencia el valor principal. La fuerza de las escenas familiares, la contundencia del paisaje, los juegos de palabras hacen de Sand Storm, ganadora del premio del gran jurado en el Sundance, una película inteligente y por la cual vale la pena venir a un festival como la Berlinale.