Por Camilo Valencia Serna
Tantas almas es el primer largometraje de ficción del reconocido documentalista colombiano Nicolás Rincón Gille. En el filme se narra el viaje de un humilde pescador en busca de los cuerpos de sus dos hijos varones. La historia se inicia con José de vuelta a casa tras una larga jornada de pesca. Sin embargo, se ve obligado a pasar la noche en la ribera, pues un retén paramilitar pone en riesgo su seguridad. Al amanecer, José llega a su casa y se encuentra con la terrible noticia de que sus hijos fueron asesinados por las AUC, las Autodefensas Unidas de Colombia. Arranca, entonces, la odisea del pescador por encontrar los cuerpos de sus hijos, mientras que el río, que antes era su medio de sustento, se convierte en Leteo, el río de la mitología griega del olvido. Pese a todo, José jura encontrar los cuerpos y así conservar sus memorias.
En el filme se explora la realidad nacional conocida como desaparición sistemática, que ha dejado a muchas familias sin la oportunidad de darle entierro a los cuerpos de sus familiares asesinados a raíz del conflicto armado. Documentales realizados por Oscar Campo, o la ficción El silencio del río de Carlos Tribino, han mostrado los ríos como tumbas a cielo abierto donde se arrojan cuerpos para desaparecerlos. En este sentido, lo que propone Tantas almas (2019) para contar de otra forma una realidad ya narrada es hacerlo desde la contradictoria tranquilidad y belleza de un paisaje que ha sido tomado por el miedo y la violencia. Rincón apuesta por un estremecedor naturalismo, acompañado de planos largos con grandes vistas y sin música extradiegética. Así, sumerge al espectador en un relato de dureza abrumadora, que le permite habitar los paisajes por los que se mueve José al intentar escuchar los espíritus de sus hijos para que lo guíen hasta los cuerpos.
El personaje de José comparte la tranquilidad de los bellos paisajes. No está en busca de venganza; su único deseo es recuperar las almas de sus hijos que viajan perdidas por el río. De este modo, la vida de José da un terrible giro al convertirse de cierto modo en un barquero de almas, como aquella ilustración de Caronte hecha por Gustave Doré para La divina comedia, en la que un hombre sobre su barca, únicamente con un trapo cubriendo su sexo, con ambas manos sosteniendo forzosamente el remo, lucha contra la fuerza del agua para no morir sin antes lograr su propósito. Esta imagen de Caronte, desprovisto de ropas y sin más que su barca y fuerza, es la imagen perfecta de José, un personaje cubierto por cierta especie de aura mágica, espiritual, resultado de su gestualidad suave, serena, pero de una fuerza implacable que le permite nadar contra el río para buscar el cuerpo de su hijo Rafael.
Otro elemento interesante lo encontramos en la confrontación constante entre la tranquilidad del espacio y José contra el ruido violento que producen las AUC. Claramente lo vemos en la escena del atardecer cuando José se oculta en la ribera, ya que lentamente escuchamos acercarse el sonido de motores y música hasta que entran al plano y silencian por completo el río y a los animales del lugar. Después de esta abrupta colisión, el río se convierte en un entorno amenazante, pues es el anuncio de que en cualquier momento José se puede encontrar con criminales que no dudarán en asesinarlo.
Actuación que se niega el imprevisto
José resulta un personaje interesante, pues es una imagen creíble de las personas del campo colombiano: suelen ser gentes tranquilas, amables, trabajadoras y humildes. Muchos de ellos, desafortunadamente, han vivido la crudeza de una guerra que se hace eterna. Sin embargo, la tranquilidad del personaje resulta excesiva al punto de generar situaciones torpes que rompen el tono naturalista que impera en la imagen, el sonido y montaje. Arley de Jesús Carvadillo, José en la película, es un actor no profesional que aporta algunos elementos interesantes al personaje, pues fue víctima de la violencia y conoce el río Magdalena ya que vive de la pesca. Resalta Nicolas Rincón que precisamente escogió a Arley por su pasado y que ello le permitió encarnar al personaje como no lo hubiese hecho un actor profesional. Sin embargo, en ese punto se presenta una contradicción en la intención del director y lo que se evidencia en el personaje durante la película. Como lo mencioné anteriormente, la tranquilidad excesiva de José, revela el artificio de su actuar frente a la cámara, pone en evidencia que hay un trabajo para controlar la forma en la que el personaje debe reaccionar frente a determinadas escenas y esto produce un extrañamiento al observar la película.
Tomemos como referencia la escena en la que José recoge al paramilitar que escapa nadando por el río. ¿Cuánto dura el personaje en cambiar su respuesta, el no por el sí? Son apenas unos segundos y José lo deja subir, en este sentido no digo que el personaje debiese reaccionar con violencia, pues ya sabemos que es un hombre que no busca venganza, a lo que apunto es que no muestra ningún tipo de confrontación moral, no se le ve contrariado por ayudar al que podría ser un potencial asesino de sus hijos, no lo cuestiona con vehemencia, es una tranquilidad que resulta poco creíble. Al día siguiente, cuando a José le roban la canoa, el personaje apenas expresa su enojo mediante dos palabras insultantes –“marica” y “malparido”-. En estas escenas, como en otras, se siente que hay un carácter y una gestualidad impuesta en el personaje, revela que no estamos ante un trabajo con actores no profesionales con la intención de provocar un instante único, el azar, sino que estamos ante el artificio que el director consideró más adecuado para su relato. Se pierde entonces el desarrollo orgánico de la historia, se siente torpe en algunos instantes porque Arley no tiene las capacidades para actuar como lo haría un profesional y lo están llevando a interpretar un papel, deja de ser él, y no se termina de entender la razón de buscar actores no profesionales si había la intención de controlar sus gestos y respuestas.
Una película de pocas palabras, no muy bien elegidas
Tomemos como referencia la escena en la que José está con Carmen, la señora que lo envía al pueblo donde encontrará ayuda en la tienda llamada Angelita. Esa interacción se siente como la lectura de una lista de pasos a seguir, como quien le lee a un niño las cosas que debe comprar en la tienda de la esquina. Dicha situación, que se sale de la verosimilitud construida en el relato, va más allá de la condición no profesional de los actores. El diálogo no se ha construido tomando en consideración la inexperiencia de los intérpretes. Esto también sucede cuando José habla con la chica de la tienda Angelita, o cuando se reúne con la mujer que le ayuda a buscar en el libro de registros rastros de su hijo Dioniso.
Podríamos exculpar al director al decir que estas situaciones suceden cuando se trabaja con actores no profesionales. Sin embargo, me remito a lo que dije antes, el artificio en la actuación revela que el director no buscaba el azar, por lo que, si se pretendía controlar las respuestas de los personajes, el filme falla al no detectar que algunas escenas no están funcionando por la interacción entre los personajes. Además, porque le destruyen el buen trabajo de naturalismo logrado en el resto del relato.
En resumen, Tantas almas (2020) me resulta una película interesante por su fuerza devastadora en la imagen, en la capacidad de llevarnos a habitar un espacio que tiene tanto de bello como de cruel. Nos permite conocer un hombre realizando una odisea, luchando por recuperar los cuerpos de sus hijos, por tener una tumba donde se conserve la memoria, sin importar que su vida esté en riesgo. También debo resaltar mi escena favorita: el final, un momento cargado de un significado simbólico potente, una sinécdoque de la parte por el todo. Dioniso somos todos. Descubrimos de lo que es capaz el amor de padre, por darle sepultura y paz al alma de su hijo, deviene en una fuerza transfiguradora.
Hay una escena especial que me recuerda a la terrible situación de los habitantes del pueblo Puerto Berrío en Antioquia, donde las familias adoptaban los cuerpos arrojados al río con la esperanza de que alguien más lo hiciese con el de sus familiares desaparecidos y les dieran cristiana sepultura. Adoptar un cadáver para que el tuyo, que yacía perdido, también fuese adoptado. Una película seguramente muy importante para la historia fílmica de Colombia, pero que en ciertos momentos me llevó a lugares de extrañamiento que me distanciaron de la obra.
Competencia de largometraje nacional del Festival de Cine de Cali
Dirección: Nicolás Rincon Gille
Guion: Nicolás Rincon Gille
Fotografía: Juan Sarmiento G.
Reparto: Arley de Jesús Carvallido Lobo
Colombia, 2019, 1365 min