Por Aldo Padilla
La catarsis religiosa, el contacto con Dios, el movimiento rítmico que permite sentir una presencia que vaya más allá de lo evidente, un baile doloroso que tiene forma de rezo. El éxtasis que suelen alcanzar algunos fieles religiosos en medio de las alabanzas y suplicas a Dios, les hace perder la conciencia, dejando de lado todo aquello que parece lógico. El sonido marca el camino a ese particular nirvana, el ritmo mezcla de llanto, movimiento y todas las emociones juntas que buscan salir, son una extraña forma de celebrar la muerte.
La relación de los pueblos latinos con la muerte está caracterizada por una serie de matices entre la celebración del que se ha ido y el duelo inherente. En Cocote, la muerte es un extraño hilo conductor que va conectando al protagonista con un entorno extraño, desde una familia a la cual pareciera desconocer, un pueblo que se ve lejano, unas costumbres que se ven casi sacrílegas desde su conservador punto de vista y un sentimiento de venganza que el trata de rechazar a toda costa, pero que pareciera ser un virus que infecta a todo a su paso.
Hay una idea de paralelismos entre el film y las circunstancias de vida del director: en ambos casos dominados por el regreso. El protagonista de la película debe volver a su pueblo desde la capital donde parece tener una vida estable (aunque gris) hacia una zona con la cual ya no se siente identificado, para asistir a los largos ritos por la muerte de su padre, que fuera asesinado con toda impunidad. En el caso de Nelson de los Santos la relación con su país está marcada por su retorno durante este film, ya que el largo recorrido previo a su primer largometraje en República Dominicana ha estado precedido por sus experiencias de aprendizaje en el FUC y el CalArts y su ópera prima mexicana Santa Teresa y otras historias, uno de los films latinos más arriesgados de los últimos años. Ambos regresos parecieran buscar una solución a una situación compleja, el protagonista tratando de calmar las ansias de una familia mayormente femenina en busca de una venganza implacable frente a la muerte del patriarca y Nelson de los Santos que filma en un país con una escasa filmografía, además de darle una impronta de autor a una sociedad tan compleja como la dominicana.
El machismo que rodea a la sociedad dominicana, y latina en general, ronda a cada momento el film. La idea de una sociedad estratificada está constantemente sugerida mediante hombres que sienten a las mujeres indignas para hablar de igual a igual. Además de otras diferencias que se acentúan como el abismo campo-ciudad, la condescendencia de la iglesia evangélica con su entorno o la diferencia de clases sociales marcadas por planos fijos que resumen dos mundos en un mismo cuadro. También hay una representación de una sociedad cuyas leyes parecen ser solo una fachada, frente al poder del dinero o el poder criminal. La cámara mira desde lejos al protagonista a quien le dan un perfecto resumen de cómo funciona la máquina de la justicia, cuyo único combustible parece ser el dinero. El plano es una oda a la resignación frente a una lucha infructuosa, incluso frente a hechos gravísimos como lo es un asesinato.
La maestría con la que Nelson de los Santos graba la intensidad de los ritos mortuorios es sin duda el punto más alto del film. La espiritualidad transformada en movimiento nos recuerda a ese intensísimo epílogo de Exils de Tony Gatlif, donde la música se convierte en una especie de droga que distorsiona la realidad. En Cocote, la mezcla de emociones parece generar un estado alterado y aislado donde todo parece ser válido, donde el sonido adquiere una materialidad que se mezcla con el sudor y lágrimas plasmados en fotogramas en colores y blanco y negro alternadamente, que acentúan todos los estados por los que pasa el film.
La venganza o ajuste de cuentas como un camino inevitable parece ser una de las ideas que forman parte del discurso del film. Es probable que dicha interpretación sea más una rápida impresión que la posición del director, pero la inevitabilidad del destino deja una especie de desolación en el ambiente, todo parece llevar a un destino único, por más que el individuo busque alejarse lo más posible de él, la fatalidad marca a los personajes desde antes de su creación misma. Lo único que le queda al espectador es disfrutar de todo aquello que está fuera de campo. Una libertad que nos da el autor con un magnífico plano secuencia, que da una vuelta completa en medio de la noche y que parece atrapar el film en un minuto.
Dirección y guion: Nelson Carlo De Los Santos Arias
Reparto: Vicente Santos
Fotografía: Roman Kasseroller
Edición: Nelson Carlo De Los Santos Arias
Dirección de arte: Natalia Aponte
Productores: Fernando Santos Diaz, Lukas Valenta Rinner, Christoph Friedel
Compañía: Pandora Filmproduktion, Gusabara Cine, Nabis Film Group
República Dominicana, Argentina, Alemania, Catár