Por Pablo Gamba
Mi piel, luminosa (México-Canadá, 2019) y Sete anos em maio (Brasil-Argentina, 2019) fue uno de los pairings de Wavelengths, la sección de cine experimental del Festival de Toronto. No se trata solo de exhibir estos mediometrajes uno después del otro, sino de plantear la búsqueda de posibles relaciones entre ambos.
Lo que a primera vista se percibe entre las dos películas es un contraste, literalmente, del día y la noche. Pero ambas coinciden en el interés por combinar el documentalismo y la ficción, sin solución de continuidad.
Los planos de brillante luz diurna abundan en Mi piel, luminosa, que es la ópera prima como director de Gabino Rodríguez, actor recurrente de Nicolás Pereda, uno de los cineastas independientes mexicanos más importantes de la actualidad y codirector del mediometraje. Sete anos em maio, dirigida por Affonso Uchoa, realizador con João Dumans de Arabia (2017), es otra película brasileña en la que la noche sin fin es metáfora de la atmósfera enrarecida del país, luego de la destitución de la presidenta Dilma Rousseff y del triunfo en las elecciones del militar retirado Jair Bolsonaro.
El título Mi piel, luminosa es un préstamo de Mario Bellatín, quien se interpreta a sí mismo en la película. Pero no se trata de una adaptación del cuento homónimo ni parece ser una recuperación de la experimentación del texto del escritor peruano-mexicano. La película se presenta como un documental institucional. El narrador dice al comienzo que la grabación fue parte de un registro comisionado por la Secretaría de Educación Pública de cómo se utilizaron los recursos de un plan de mejoramiento de escuelas.
La actitud observacional de la mirada, acompañada de comentarios meramente informativos, está en consonancia con lo que debería ser un registro de este tipo. Pero llega un momento en el que lo extraordinario aparece en la película de una manera que recuerda los cuentos infantiles. Eso tiene como correlato un juego con la relación entre palabras e imágenes con el que se intenta desestabilizar el pacto de veracidad del documental.
El problema es que ese recurso no es el dominante sino la recreación de lo que imaginan los niños que estudian en la escuela. Mi piel, luminosa incurre así en lo que quizás procuraba evitar el juego formal. Al marcar la distinción realidad-imaginación en el mundo de la ficción, asimila lo extraordinario a lo cotidiano de una manera que puede causar asombro pero no crea una incertidumbre desestabilizadora del sentido común de lo real.
Sete anos em maio fue comentada por Mónica Delgado en Desistfilm, por lo que no cabe extenderse aquí al respecto. Basta recordar que comienza como una típica ficción genérica, con un personaje que camina por una carretera, trillado disparador de historias que se desarrollan en flashback. Pero el supuesto regreso a donde todo comenzó se desliza hacia la que pareciera ser una larga entrevista documental con el protagonista, desestabilizada después por un inesperado corte al personaje interlocutor allí presente, quien también hablará para el otro y para la cámara. El final es evidentemente discursivo, sobre el asesinato de gente pobre por la policía.
De esta manera, se logra un quiebre de los lugares comunes del realismo sucio del cine latinoamericano sobre la marginalidad. Pero más importante es la crítica de la justificación de los crímenes contra la población marginada que comete la policía, por ser la única manera realista de derrotar a los delincuentes. El continuo deslizamiento de la ficción al documental, y viceversa, es un llamado a criticar el sentido común que define lo real, y que es lo que se establece como hegemónico cuando cesa todo cuestionamiento.
El juego formal, por tanto, sí desempeña en esta película una función iluminadora para revertir la derrota de la razón progresista en Brasil. Esa es la más profunda divergencia entre Sete anos em maio y Mi piel, luminosa, puesto que la película mexicana incurre, en cambio, en la recuperación acrítica de un rancio discurso sobre la identidad basado en el color de la piel. Es el lado oscuro de este mediometraje visualmente luminoso.
Mi piel, luminosa
Dirección y guion: Gabino Rodríguez, Nicolás Pereda
Producción: Gabino Rodríguez, Nicolás Pereda, Garbiñe Ortega, Andrea Bussmann
Fotografía y música: Nicolás Pereda
Interpretación: Mario Bellatín, Teresa Sánchez, Gabino Rodríguez
México-Canadá, 2019
Sete anos em maio
Dirección: Affonso Uchoa
Guion: Affonso Uchoa, Rafael dos Santos Rocha, João Dumans
Fotografía: Lucas Barbi, Rodrigo Beetz
Montaje: João Dumans
Sonido: Marcela Santos, Bruno Vasconcelos
Interpretación: Rafael dos Santos Rocha, Wederson Neguinho, Maicon Felipe, Max Henrique, Leonardo Ferreira, Magno Pires, Robson Vieira
Brasil-Argentina, 2019