TRANSCINEMA 2016: MASABU DE CARLOS BENVENUTO

TRANSCINEMA 2016: MASABU DE CARLOS BENVENUTO

Por Mónica Delgado

Masabu es una narración atípica sobre el poder de una filia. Es un film que parte de la fascinación por el anime, el karaoke, el cosplay, o el entorno del Matsuri, o todo aquello que remita a la cultura de las mujeres asiáticas, por las cuales el personaje se siente atraído casi de un modo irracional. A partir del footage que recoge registros propios de la rutina casera, de momentos laborales del padre desde el teléfono móvil, del ocio familiar, de comerciales japoneses sui generis, de luchas bizarras de gladiadores televisados, o insertos de stand-up comedy, el cineasta Carlos Benvenuto va construyendo la materialidad de este acercamiento a las mujeres bajo este perfil físico, en su mayoría descendientes de cuarta generación, que viven en Lima y con las cuales entabla relaciones cortantes, casi prestas solo para el sentido de la cámara.

Presentada en la competencia Trasandina, la peruana Masabu comienza siendo una descripción de una satisfacción inconclusa, es decir, el montaje y las escenas que recoge van mostrando el modo de ser del protagonista (que encarna el mismo cineasta) y a quién conocemos casi a través de una voz en off en japonés, una suerte de slacker que se va transformando en un voyerista selectivo, dando vida así a esta fascinación por lo asiático de manera general. No solo es una fijación por las mujeres coreanas, chinas, o japonesas, sino de todo un bagaje cultural del cual se siente parte. Así, estos primeros minutos que permiten configurar un mundo caótico se va volviendo específico desde lo pop mientras avanza el metraje, con más referencias televisivas o videocliperas que de redes sociales (como para diferenciarla con el espíritu de Videofilia, por ejemplo), y que van dejando cada vez más en claro que esta filia por determinadas mujeres se está volviendo obsesiva y enajenante.

Precisamente este proceso de enajenación, que va pasando de la violencia física, al voyerismo y al secuestro, permiten aterrizar -a través de estas expresiones dislocadas- la materia misma de esta obsesión, que desde el ojo que filma, y la voz que da la visión del mundo se van concretando claramente. Lo que empieza como caos luego va tomando cuerpo, lo que permite asumir que en Masabu existe una progresión muy clara para definir esta atracción del protagonista/director.

Masabu resulta un film que dota de aire fresco a la escena del reciente cine peruano independiente (que no teme a lo escatológico, por ejemplo), y desde temáticas que buscan medir la sensibilidad de estos tiempos, en las que las miradas solo sobreviven a través de los dispositivos.