TRANSCINEMA: TODO DE DANIELA SABROVSKY Y PACIENTE DE JORGE CABALLERO

TRANSCINEMA: TODO DE DANIELA SABROVSKY Y PACIENTE DE JORGE CABALLERO

Por Mónica Delgado

Todo (2016), de Daniela Sabrovsky, es como señala su título: abarcadora. Tomando como punto de partida el concepto del abecedario – a partir del lenguaje de los sordomudos-, la cineasta Daniela Sabrovsky va urdiendo su puesta en escena a partir del montaje ordenado, clasificado o inventariado con imágenes registradas como parte de una rutina de observación callejera en un barrio popular de Santiago. Los movimientos de la zona son producto del pulso de un ojo voyeur que asoma desde una ventana o se acerca con sigilo o con prudencia a los sujetos que se filma: niños, jóvenes, ancianos, parejas, indigentes, estudiantes, o ciclistas, y para captar desde ellos al azar. Este orden se vuelve una cadena, no solo estancada  o «compartimentalizada» por la seguidilla de letras y sus evocaciones («C» para imágenes de colchones, «C» para detalles de casas, por ejemplo), sino que en algunas de estas imágenes que colecciona recurren a la exigencia del juego visual (como en el caso de las «W»), lo que permite enriquecer la propuesta con este tipo de detalles en la manera de producir nuevos sentidos.

Sin embargo, el concepto de abecedario, que precisamente trata de evitar la percepción de acumulación, al juntar arbitrariamente imágenes de acuerdo a una palabra, o figura -lo que podría ser interminable-, parece agotarse pero desde otra perspectiva, en la misma presión de la edición, de hacer que todo necesariamente encaje.  Por ello la necesidad de la irrupción de la voz de la autora a través de intertítulos, que van creando estados de ánimo o describiendo el proceso mismo de realización del largometraje con un tono intimista, y así liberar al tono del film de este corsé, lo cual puede verse como una ventaja. Así, la colección de imágenes, que la cineasta comparte con los espectadores, permite una radiografía social de su vecindario, que rescata el color local, otro tipo de costumbrismo, pero a la vez refleja esa necesidad de jugar a limitar simbólicamente la realidad.

La colombiana Paciente (2015) de Jorge Caballero pone el ojo en un hospital para enfermedades neoplásicas de Bogotá, a partir del seguimiento de una madre que vive practicamente allí, al tener internada a una hija con un cáncer agresivo. Los avatares de la madre con la parte administrativa del centro médico es la más engorrosa, mientras que la relación con los doctores se vuelve por lo menos empática dentro de esta situación difícil. A diferencia de otros documentales que trascurren en hospitales, el cineasta se enfoca en el personaje de la madre, en su calma, en su persistencia y sobre todo paciencia, y evita mostrar el lado más hostil de estas situaciones: no hay indiferencia de parte del personal médico, al contrario, pareciera que ni siquiera estuviéramos en una institución pública con deficiencias. La hija de Nivia recibe la atención adecuada -además siempre mantenida en fuera de campo, o sin dejar ver su rostro-, pese a los problemas con la distribución de medicamentos, por ejemplo. Así queda claro que la intención del cineasta es hacer un retrato de esta madre en esta situación extrema, y menos hacer un film de denuncia sobre el sistema público de salud.

Sin embargo, pese a esta asepsia en mostrar el entorno médico, cede la intención por mostrar la red burocrática, que podría acercar el film al tratamiento de la rumana La muerte del señor Lazarescu de Cristi Puiu, sobre todo en sus diez minutos finales, pero que al final de cuentas es planteada de modo sutil. Y a pesar de esta cuidada intención, resguardada por un enfoque ético claro, el cineasta no puede escapar al dramatismo, que vuelve algunos momentos reiterativos y restan puntos a esta mirada calmada de un entorno en apariencia problemático o estresante.

Ambas películas pertenecen a la selección de la Competencia Transandina de Transcinema.