UNA MIRADA AL FIC VALDIVIA: NOTAS SOBRE ALGUNOS LARGOS Y CORTOS

UNA MIRADA AL FIC VALDIVIA: NOTAS SOBRE ALGUNOS LARGOS Y CORTOS

Por Mónica Delgado

Este 2021, el Festival Internacional de Cine de Valdivia, realizado del 11 al 17 de octubre, tuvo una edición dual, entre virtual y presencial, posibilidad que me permitió ver algunos films de su programación. Como cada año, el festival es un portal hacia film recientes estrenados en eventos mucho más grandes, es decir como una caja de resonancia que conecta con públicos chilenos y latinoamericanos, y también un espacio para el estreno de cine local independiente. En esta oportunidad abordo algunos largos y cortometrajes vistos en las diferentes secciones, y que mantienen a Valdivia como uno de los espacios latinoamericanos para el visionado de un cine de riesgo y de alta creatividad, aún realizado en tiempos difíciles de pandemia.

Octubre fue un mes ideal para proyectar Eles transportan a morte, de Helena Girón y Samuel M. Delgado. En el contexto del 11 de octubre, el Último día de libertad de los pueblos originarios de América y del 12 de octubre, día de resistencia o del Respeto a la Diversidad Cultural, ver un film como este tuvo el impacto de una bomba molotov. Pese a su austeridad, a los planos minimales, certeros, concretos en torno a la historia de tres naúfragos y de dos mujeres tras la ausencia de los hombres del pueblo, el primer largometraje de este dúo de cineastas gallegos es una obra vibrante en su crítica a un orden colonial.

En sus 75 minutos, Eles transportan a morte (España, Francia, 2021) nos instala en un tiempo anterior, en uno en el que existen tres tripulantes de una de las caravelas de Cristobal Colón, quienes escapan a las Islas Canarias con un rumbo y destino incierto. En paralelo, asoma el relato de dos hermanas quienes en tierra firme lidian con la enfermedad y la depresión, en un entorno libre de hombres (lejos en altamar). Históricamente, el film es un acercamiento crítico a un apartado del periodo de la conquista y hegemonía de los reinos de España desde sus propios personajes, es decir, donde los antagonistas, o la otredad, está encarnada en los desclasados y desarragaidos de su propio territorio. Aquí no hay citas a las Indias o al imperativo de encontrar nuevas tierras y riquezas, sino solo las voces y sentires de unos personajes en medio de la nada, a través de los cuales se busca dar visibilidad al relato de los excluidos, hombres y mujeres que pagan las consecuencias de un sistema monárquico opresor. Si bien este plano ideológico de la ficción aparece mucho más enfático al final, de la mano de unos textos que van clarificando la intención de los autores, las imágenes exploran con potencia ya algo que estaba en los cortometrajes de Girón y M. Delgado, sobre todo en Plus ultra (2019), Montañas ardientes que vomitan fuego (2016) o Sin dios ni Santa María (2015), en torno a una mitología brujeril. Una sustancia desde los cuerpos, en su habilidad regenerativa y resistente al horror (y en ojos de los cineastas, también explorado desde la materia misma del celuloide, como sustancia de composición vital).

Eles transportan a morte es la concreción fílmica de un universo femenino desde el discurso colonial, que estuvo por años fuera de campo. En este film estamos en el bando de los desposeídos, en el contexto en que los hombres criminales debían terminar sus sentencias de manera obligada siendo parte de las tripulaciones de lentos viajes transatlánticos por mares y tierras desconocidas, en medio de pestes y climas hostiles, mientras las mujeres permanecían en sus pueblos dadas a las tareas agrícolas y ganaderas, pero también a la supervivencia en un entorno de ausentes y de olvido. En la película estos dos grandes grupos están reflejados en las acciones de estos dos tipos de personajes en dos territorios distintos, que van configurando los estragos de la proto conquista, en el corazón mismo de España. Por un lado, la colonización y depredación de las tierras aledañas (como las Islas Canarias) y por otro, la organización de un mundo de mujeres, basado en la sabiduría ancestral y en la resistencia mágica.

El film surge en un contexto de exaltación del pasado colonial, donde para algunos (sobre todo políticos de extrema derecha) la conquista supuso el inicio de “civilizaciones”. La película de Girón y M. Delgado muestra otra cara de la moneda, como una oportunidad de hacer contrahistoria, de generar preguntas y para fantasear con un poco de urgente justicia histórica.

Los huesos (Chile, 2021) de Cristóbal León y Joaquín Cociña también resulta una arenga política. El nuevo cortometraje de los autores de la espléndida La casa lobo regresan a su particular universo de detritus aquí explorado desde un trío de personajes que aparecen en un supuesto film perdido y recuperado que data de 1901. Esta obra, que parece haber salido de la mente de un Segundo de Chomón en estado febril, recurre al artificio del material encontrado para dar cuenta de dos capas: por un lado, la del autor escondido, y por otro, la de la posibilidad de la inserción de un cortometraje en stop motion como este en la historia del cine chileno y del mundo en una realidad paralela.

El corto se establece en los terrenos del fantástico, en la medida que elucubra sobre la figura de Constanza Nordenflycht, quien fuera madre de tres hijos de Diego Portales, político símbolo del conservadurismo chileno y de su idea de estado nación a inicios del siglo XIX. Este personaje con fisonomía de niña acude a los poderes del inframundo para traer a esta realidad a dos políticos ya muertos, Jaime Guzmán Errázuriz (uno de los asesores de Pinochet, representando al siglo XX) y el ya mencionado Portales, con quien nunca se casó y que en la ficción se logra consumar este acto religioso. Más allá de este ritual reanimador, de ribetes zombiescos y de alegoría brujeril, lo que llama la atención de este corto es su ludismo para jugar con la idea de estas experimentaciones de la animación a inicios del siglo pasado. El poder de imaginar estos comienzos del cine como afrentas plenas de humor negro, de una orientación hacia lo oscuro maravilloso, y que evoca, como dijeran los cineastas en alguna entrevista, a esos trabajos con insectos del ruso Ladislaw Starewicz (1882-1965), referente del stop-motion, en su aspecto más mórbido y lejos de la animación como entorno pueril.

Producida por Lucas Engel, Ari Aster y Adam Butterfield, Los huesos resulta entrañable precisamente por este ludismo metadiscursivo, en su intención de proponer un juego de exhumación cuasi vengativo contra dos iconos del conservadurismo, vueltos cabezas macabras para el ritual santificador, como una oportunidad para resarcir la idea homogenizadora de nación y mostrar una nueva historia desde la recomposición humanizadora.

En esta edición de FIC Valdivia también se pudo ver en premiere mundial el reciente cortometraje del experimentado documentalista José Luis Torres Leiva, y que con Alicia soñó con un faro nos anticipa una parte de su nuevo proyecto de largo de ficción. Tanto Los huesos como este cortometraje de Torres Leiva inauguraron esta edición del festival. Aquí la actriz Amparo Noguera, quien ya ha trabajado con Leiva en Vendrá la muerte y tendrá tus ojos(2019), encarna a una escritora en pleno proceso creativo. La premisa podría sonar a lugar común, sin embargo la sensibilidad del cineasta por transmitir la interioridad del personaje es lo que hace de esta obra una experiencia de sugerencias, sobre todo por su tratamiento sonoro y uso del fuera de campo.

Inspirado en el libro de ensayos y crónicas de la escritora mexicana Jazmina Barrera, Cuadernos de faros, Torres Leiva posa todo el universo simbólico del film en la idea de esta torre de luz. Inevitable partir desde la premisa que da título al film y sobre la cuestión del deseo que asoma en todo sentido: faro como símil de sabiduría, luz interior, señal para navegantes, pero también como emblema de deseo de seguridad o estabilidad, o como antípoda del proceso creativo con pausas y pocas certezas que parece gobernar al único personaje del corto. Si bien Alicia (Noguera) aparece gobernando las escenas, lo que prima en este trabajo es la sutileza de aquello que no está, y que se imagina, desde el plano sonoro también, como fuera de campo, como todo aquello que este faro logra encarnar.

Alicia soñó con un faro es un corto en blanco y negro y de ocho minutos que explora en su brevedad algunas reflexiones sobre la imposibilidad de la calma en medio de un proceso creativo, donde la idea del mar como reflejo vital y de su alusión como magma de divagaciones existenciales se patenta en las inferencias que Torres Leiva alude desde una imagen polisémica y solo viviente desde las poco clementes oscuridades.

Con Venus de Nyke del brasileño André Antônio, One Image, Two Acts, mediometraje de la cineasta iraní Sanaz Sohrabi, formé una sesión dual en torno al uso del material de archivo, a la reapropiación, y al film ensayo basado en el cine dentro del cine. En ambos trabajos hay una dependencia con un tipo de material existente, sobre todo films, que es resignificado, de acuerdo a las apuestas de cada cineasta. En el caso de Sohrabi, la de la revisitación política de un proceso de colonización, y desde Antônio, sobre el fetichismo trasladado a algunos insumos y consumos visuales.

En One Image, Two Acts, la cineasta nos adentra en una reconfiguración de los archivos de la British Petroleum en Irán, que en 1908 se instaló como sede bajo el nombre de Anglo Persian Oil Company y que construyó una de las refinerías más grandes del mundo, a costa de la explotación y muerte de trabajadores locales, hechos donde también hay una responsabilidad interna. El film muestra este proceso de su fundación hasta la nacionalización de la empresa en tiempos del primer ministro Mohammad Mosaddeq en la década del cincuenta. Más allá de lo que históricamente se pueda saber de este proceso, lo que le interesa a la cineasta es basarse en estas fotografías y material fílmico elaborado por esta empresa para cimentar una idea de progreso a punta del apogeo petrolífero y bajo el yugo transnacional. Y este proceso de desarrollo industrial es mostrado de la mano desde algunas políticas de difusión de la empresa donde el cine y la creación de salas o auditorios en campamentos de trabajadores y pueblos era vital, no solo con un fin de entretenimiento sino para diseminar esta ideas de prosperidad.

Sohrabi va componiendo este nueva historia de la empresa inglesa y de parte de Irán desde las huellas que quedan en estas imágenes y desde un montaje pleno de superposiciones y reflexiones, desde una óptica crítica tras el impacto colonial. Para ello, también recurre a imágenes de algunos films que hacen frente al registro alienante de la British Petroleum, entre ellos A Fire de Ebrahim Golestan (1961) y, sobre todo, The Runner (1984) de Amir Naderi, con sus secuencias potentes de resistencia combativa que hacen frente al uso del cine como herramienta diseminadora de ideas reaccionarias. Respuestas que provienen del cine como arma.

En el mediometraje Venus de Nyke (Brasil, 2021), el cineasta de Recife, André Antônio, aborda desde los recursos de la docuficción, la apropiación y el ensayo fílmico una tesis sobre el fetichismo lejos del canon heteronormativo. El film explora desde el footage y la recreación las divagaciones de un personaje gay atosigado por su particular fetiche: el olor de las zapatillas usadas por otros hombres. Y tanto la factura como el halo cómico están marcados por un aliento del cine underground y de bajo presupuesto.

Dividido en tres tipos de recursos, este film plantea al cineasta como el gran organizador de esta pequeña orquesta: es actor, editor, maquillador, director. Protagoniza el papel de un hombre aturdido por su podolatría en sus sesiones psicoanalíticas que lidera una terapeuta trans, que él mismo encarna. Luego, lo vemos simulando escenas de fetichización con diversas zapatillas u objetos impensables. Y como editor, ensambla escenas de diversos films independientes que exploran variantes diversas de fetiches gay, como algunas de Larry Clark o de Jean Genet, además de escenas eróticas extraidas de plataformas de internet. Así, queda plasmado un imaginario fetichista, de seducciones y forcejeos, de homoerotismo basado en un disfrute que solemos valorar como poco común.

Venus de Nyke es una indagación sobre las variedades de este tipo de fetiches, y desde estas otras perspectivas del deseo. Desde su aspecto cómico o trash busca dar una lectura fresca y libre (propia del tono de este tipo de films con halo trash), que implica incluso ironizar sobre algunas teorías sociales en torno a la relación de poder y sexo, como aquellas escenas de terapias con alusiones a Walter Benjamin o Foucault. Es una obra sobre los límites o excesos de estas adicciones, confrontadas al triunfo del goce o el placer.

Short Vacation, que también estuvo en la competencia oficial, es el primer largometraje del cineasta de Corea del Sur,  Kwon Min-pyo. En sus 79 minutos nos adentra en la rutina de un grupo de amigas escolares de secundaria, quienes en su trabajo de verano en un taller de fotografía, reciben como tarea realizar algún registro que evoque una idea del  “fin del mundo”. Los requisitos para poder cumplir la tarea pasan por utilizar una cámara analógica y buscar alguna locación que evoque esta idea esencial. El resultado es un viaje a un poblado rural que hará que este grupo de cuatro jovencitas puedan conocerse mejor más allá de la opresión o formalidades de un aula.

Estrenada en la sección Generation Kplus de la Berlinale 2021, esta ópera prima es una delicada aproximación a los lazos de desconexión de una nueva generación de jóvenes con su entorno. La tarea de un docente se convierte en un mecanismo obligado de relación con una realidad lejana. La idea de buscar un lugar que evoque el fin del mundo se vuelve para estas jóvenes en “viajar” hacia la última estación de una línea de tren de la ciudad. Así, la idea del viaje se vuelve una ventana de aprendizaje, ya sea por el alejamiento del mundo de los adultos o por generar sin querer un espacio ocasional para la independencia o la simulación hacia la adultez.

Este primer largo de ficción de Kwon Min-pyo es una obra de diálogo extensos, y es un ir y venir de conversaciones y paseos por territorios nuevos. Y quizás este sea el valor más importante de este trabajo: un acercamiento controlado a la intimidad de cuatro estudiantes que encuentran en un viejo poblado olvidado una idea del fin de los tiempos.