VALDIVIA 2017: CHAQUE MUR EST UNE PORTE DE ELITZA GUEORGUIEVA

VALDIVIA 2017: CHAQUE MUR EST UNE PORTE DE ELITZA GUEORGUIEVA

Por Aldo Padilla

“Cada vez veo más comerciales en la televisión, pero veo menos productos en las tiendas”, dice uno de los entrevistados en Chaque mur est une porte. Así el avasallador paso del capitalismo en los países excomunistas o soviéticos se puede definir de esa forma. Países que no estaban preparados para un cambio radical, un nuevo modelo de vida que trataba de barrer con todo a su paso sin importar el estado de los habitantes. Los inicios de los noventa encontró a una Europa oriental abierta a la globalización y a dejarse inundar por todo aquello de lo que tanto tiempo se había privado. Todo esto generó un complejo desequilibrio en la sociedad, fenómeno que aún se ve en las profundas diferencias que existe entre lo que fue la Alemania Oriental y Occidental, el abismo económico y social aún se percibe y es posible cuantificarlo en números y en hechos, es posible que el muro haya caído pero la grieta abierta entre dos modelos de Europa aún no se ha cerrado.

Elitza Gueorguieva mira estos bruscos cambios interpretándolo desde el punto de vista de un yo del pasado, y si bien el camino de su natal Bulgaria hacia lo que la directora denomina como democracia no fuera tan traumático como lo fue en su vecina Rumania, es muy notoria la confusión de una sociedad entera buscando un rumbo en el nuevo panorama que se presentaba. La directora analiza los hechos desde una visión casi infantil, aprovechando la omnipresencia de archivos televisivos en VHS, donde su madre aparece como una activa protagonista, como presentadora y entrevistadora. El film vive en una especie de tiempo real todos los cambios que se produjeron a fines de los 80 gatillados por la caída del muro de Berlín y tras dos días la deposición de Todor Yivkov, quien gobernará Bulgaria por 35 años. Todo esto marcó la vida de la población y dio pie al ingreso de la cultura occidental con aspectos tan llamativos como el pop, o de nuevas ideologías para lograr implantar las ideas de libertad que venían desde fuera.

Hay un juego que la directora plantea desde el inicio del film, basado en un desdoblamiento de su madre, por un lado, presente en la pantalla con sus extrañas preguntas a gente de todo tipo y por otro lado, acompañando a su hija mientras ven dicho programa. Este elemento marca sin duda la inocencia que busca la directora en su film, un juego donde se plantee a una madre omnipresente y multitareas, ya sea preguntando sobre política a académicos o a universitarios con una típica posición tendiente al movimiento hippie. Aunque en medio de esas preguntas siempre se busca entender a una sociedad que se debatía en la búsqueda de una identidad.

El muro ideológico derribado durante la época donde se lleva a cabo el film plantea la apertura de una puerta, aunque no necesariamente lleva al desarrollo definitivo. Bulgaria de la cual se sabe muy poco en la actualidad, todavía tiene un estado de frustración en especial en sus nuevas generaciones, como se percibió en otro film de este año, como es 3/4 de Ilian Metev, donde se ve a la juventud búlgara que sigue mirando hacia occidente como esa panacea a la cual pareciera que nunca llegarán. ¿Cuánto realmente han cambiado las cosas? Es probable que sea una de las preguntas que haría la incisiva entrevistadora, y es innegable que las libertades individuales han avanzado en una sociedad que en su momento vivió bajo un duro régimen. Pero la paradoja se plantea en que aquellos años finales de los 80, donde había cierta reticencia hacia el orgullo de sentirse búlgaro, en ese entonces frente al recuerdo de los campos de tortura instalados en el país o el régimen en general. Ahora nos podemos preguntar cuál sería la respuesta de la población frente a un presente difuso, donde la calidad de vida totalmente deteriorada, no se condice frente a su posición europea.

Chaque mur est une porte. Competencia Internacional de Largometrajes.
Directora: Elitza Gueorguieva
Productores: Eugénie Michel-Villette
Edición: Mélanie Braux
Francia, 2017, 58 min