Por Aldo Padilla
Los pequeños pueblos portátiles veraniegos deben su existencia a una temporalidad definida por la estación del año, una idea que profundizará Mariano Llinás en su documental Balnearios, que analizaba de forma muy didáctica este extraño fenómeno en las costas argentinas, donde poblaciones parecían emerger del mismo mar para volver a sumergirse hasta el siguiente año. El film de Nathaly Cano analiza ambas caras de la moneda, por un lado la invasión de los veraneantes en Carrizal bajo y Flamenco, pequeños pueblos de la región de Atacama, y por otro lado, el fuera de campo que representa estos lugares en épocas regulares del año. Todo esto desde la mirada de dos ancianas con perspectivas un tanto diferentes de la vida, María una anciana que vive en la rutina de la preparación de harina y pan en un ciclo continuo y Lidia a quien se puede ver en incontables tareas a pesar del pequeño metraje del film.
El norte de Chile, donde se desarrolla el film, está definido por una extraña mezcla de ingredientes. Un espacio enorme con unas cuantas ciudades desperdigadas en una costa de casi 2000 kilómetros, su interior con empresas mineras vivas y muertas de distinto tamaño, que se distribuyen como lunares en medio del desierto más seco del mundo. El reconocimiento de este espacio por las protagonistas es una constante en el film, las mujeres que deambulan por Flamenco se ven reflejadas en las diferentes capas del territorio. Un espacio donde los vientos pampinos dejan una cobertura de tierra en su cansino paso y donde las precarias casas parecen desafiar a los regulares sismos que azotan el anillo de fuego del mundo. Las mujeres, el desierto y la tierra en general se fusionan en todos sus años vividos entre el cansancio y la experiencia, entre la rutina y periodos de intensidad.
La directora también busca reconocerse en ese espacio que es también parte de su origen, esto debido a que la región de la cual ella viene es poco prolífica en directores, aunque ha ido adquiriendo cierta relevancia con sus locaciones de filmación, por lo que el recorrido que hace del paisaje desolado a momentos o intenso de colores en otro, le ayuda a comprender la complejidad de un territorio que parece buscar más oportunidades a la hora de ser filmado. Desierto no cierto también entiende que el territorio no es solo aquello que se puede pisar y tocar, sino también el ambiente que lo conforma. El cielo particular de la región, sin rastros definidos de nubes y cuya noche es uno de los grandes protagonistas de uno de los planos más bellos del film.
Parte de la banda sonora de la película es la omnipresente presencia de la televisión en los espacios cerrados. Voces de distintos canales parecen plantear que las verdades asumidas en estos lejanos pueblos provienen de los discursos uniformes de las grandes cadenas de televisión abierta, verdades distorsionadas que se ejemplifican en rumores que se comunican entre vecinas, historias relacionadas sobre cierto caso de corrupción que implica a la familia de la presidenta, cuyas aristas y leyendas nacidas sobrepasan cualquier realidad, mostrando que la tan vigente posverdad puede viralizarse sin necesidad de internet.
Una de las paradojas de la zona se plantea mediante una secuencia efímera del desierto florido, fenómeno habitual durante estos últimos años en el desierto de Atacama y que debe el aumento de su extensión debido a las inusuales lluvias que se han dado como efecto del cambio climático y que tantos problemas han causado en las zonas aledañas a este desierto. La idea de su nacimiento debido a una suerte de accidente y su fugacidad se enfrentan a los años de las ancianas protagonistas, lo cual lleva a una contraposición que se plantea en el mismo título del film: un desierto que no lo es, tierra yerma que en épocas del año florece tanto en naturaleza como en población y que paradójicamente se encuentra frente a unas extensas reservas de agua, pero que no sirven para generar vida. Esto lleva a la duda sobre la existencia de un desierto puro, lejos del alcance del ojo humano y cuya existencia solo la puede describir el mismo desierto.
Desierto no cierto. Competencia Chilena de Largometrajes.
Director: Nathaly Cano
Productores: Cecilia Huine, Eduardo Robles
Edición: Joaquín Ríos
Chile, 2017, 63 min