VALDIVIA 2017: SEÑORITA MARÍA DE RUBÉN MENDOZA

VALDIVIA 2017: SEÑORITA MARÍA DE RUBÉN MENDOZA

Por Aldo Padilla

La facilidad y fluidez para la construcción de mitos en Latinoamérica ha llevado a que el realismo mágico rápidamente se extendiera en el mundo. La fantasía mezclada con folclor es una idea que las artes latinas han sabido desarrollar de gran forma, donde las pequeñas leyendas de pueblo o de barrio parecen adquirir enormes dimensiones en las palabras o fotogramas de los contadores de cuentos. Colombia es una de esas tierras ideales para un discurso que muestra autenticidad y honestidad en su relato, aupado por su compleja geografía de cerros inundando el oriente del país, y el calor costero del atlántico y del caribe quemando las pieles de sus habitantes.

La zona andina colombiana, con sus pueblos casi incomunicados, parece estar todavía muy lejos en el tiempo, contrastando con el capitalismo salvaje que caracteriza a las grandes urbes colombianas, las cuales aún tratan de acomodarse y armarse cual si fuera un rompecabezas. En estos valles andinos todavía parece que el conservadurismo es una forma de vida, con un catolicismo a ultranza y donde la diversidad sexual parece cosa de otro mundo. El departamento de Boyacá es la gran representante de la anterior descripción, enclavada en los Andes y con una orografía perfecta para que los famosos ciclistas colombianos suban y bajen interminables cerros.

Boavita es uno de esos pueblos descritos y es donde se desarrolla Señorita María, en el cual la protagonista del film es una especie de mito urbano viviente. El hecho de ser la única transexual de la zona choca contra los conceptos básicos y precarios, bajo los cuales se maneja esa particular sociedad. A pesar que María Luisa vive en las afueras del pueblo, es notorio cómo el film aborda la condescendencia y rechazo que genera en Boavita, donde los rumores y mitos que giran en torno a la protagonista se mueven entre la verdad y la fantasía.

El gran logro está dado en los planos en los cuales María se mueve a través de ese espacio de libertad, alejada (momentáneamente) de los prejuicios y donde solo están ella y las continuas montañas cuya ondulación genera una sensación matemática, cual si fueran ondas sinusoidales que se mueven entrando y saliendo de la tierra. La protagonista se mueve libremente a través de esas ondas, donde sus palabras especulan sobre las pequeñas cosas de su día a día. Pequeñas confesiones que muestran sus ideas sobre lo que representa la femineidad y todo el camino que ella debió recorrer para recuperar algo que la naturaleza le quito al nacer, todo esto con la constante nube del rechazo (o desinterés) de su familia, y que genera el dolor que no le permite sentirse completamente plena.

La luminosidad del film radica en la armonía que ella genera en su relación con la naturaleza a diferentes niveles, partiendo de su interacción con los animales de granja que pastan en la zona, y la forma en la cual ella va aprovechando la materia prima que le da el entorno, desde el continuo cortar de leñas, hasta las frutas que aparecen en el camino.

Señorita María fue presentada en la sección Disidencias de Valdivia, destinada al cine de corte político, lo cual puede entenderse desde el punto de vista de la resistencia de la protagonista frente al modelo conservador de un pueblo que se opone a los diferentes cambios y aceptación que se ha ido dando en el último tiempo. La revolución como aceptación sexual está caracterizada por las faldas de la protagonista, la cual es planteada como símbolo de su libertad, la capacidad de elección como forma de rebeldía y aceptación de su propio ser.

Sección Disidencias
Director: Rubén Mendoza
Productora: Amanda Sarmiento
Guion: Rubén Mendoza
Edición: Juan David Soto, Gustavo Vasco
Reparto: María Luisa Fuentes
Colombia, 2017, 90 min