Por Mónica Delgado
Como suele pasar en el cine de Luis Buñuel, las mujeres son objetos de deseo, mientras los hombres ordenan con su mirada los mundos en relación a esta fijación. En Viridiana (1961), el cineasta español decide dividir su puesta en escena en dos partes marcadas, que son reproducciones de contextos y de visiones de mundo masculinas.
Primero, la atracción voyerista de don Jaime (el personaje que encarna Francisco Rey), que queda reflejada en planos muy cercanos de pies, no solo a partir de los fragmentos de esta parte del cuerpo de Viridiana (Silvia Pinal). Los pies comienzan a sentirse como urgencia de una mirada que tiene este detalle como única relación, intrínseca, con el entorno en el que vive. Y cuando don Jaime desaparece, esta necesidad de la puesta en escena desaparece.
Con la llegada de Jorge (Francisco Rabal) a la vida y casa de Viridiana, la intención de su ojo es distinta. Aquí ya no hay necesidades voyerísicas, sino que el interés del personaje está centrado en devolver a este entorno un halo de avance, de llevarlo como sea hacia un mundo de modernidad (donde la división del trabajo es esencial, y que Buñuel muestra a través de un montaje paralelo mientras se reza el Ave María). Pero también, Jaime agrega una mirada nueva, un punto de partida para describir la inutilidad de algunas acciones relacionadas a la fe y lo cristiano en Viridiana. Del Messiah Händel al rockabilly Shake Your Cares Away.
En este video ensayo, coloco algunos ejemplos de cómo divide Buñuel su puesta en escena, a partir de estas dos miradas, donde el ojo de Viridiana parece quedar fuera.