Por Mónica Delgado
Intimate Distances es un experimento que, en tiempos de Coronavirus, luce esperanzador. Y me refiero al modo en que el cineasta y artista londinense, Phillip Warnell, propone la relación, motivadas por diversos dispositivos, entre cuerpos de desconocidos en contextos de desconfianza. Calles, transeúntes y una directora de casting, Martha Wollner, quien deambula entre esquinas y comercios, en busca de un cuerpo que encarne la idea del personaje para un film que le han encargado. Mientras, una voz en off, de un convicto, va dando la cuota de reflexión sobre la incertidumbre y desde la experiencia del aislamiento.
Warnell establece en Intimate Distances diversos planos sonoros y visuales que van enriqueciendo diversas miradas ocultas, que espían o intentan estar a la expectativa para captar a estos habitantes en estado puro, es decir, libres de la sensación de sentirse observados. Las cámaras, que se ubican en diversos ángulos, como si fueran registros de vigilancia, realizan acercamientos, algunos muy inestables, con el fin de seguir a Martha Wollner en su misión de encontrar al hombre que encarne al criminal, en el papel que imagina en una ficción, como si se tratara de un programa cómico estilo “hidden cam”.
Filmado en Astoria, Queens, Nueva York, el film también es un acercamiento a la ciudad desde esta tecnología de control, que luce una aparente hostilidad cotidiana, de idas y venidas, de prisas y rapidez, y que Martha Wollner rompe con sus preguntas para acercarse a los hombres que ella considera pueden encarnar al criminal de ficción. Preguntas sobre la relación con la ciudad, con sus propios cuerpos, o sobre sus inquietudes emocionales, que de ninguna manera son conversaciones usuales entre desconocidos que se cruzan en alguna esquina.
Como experimento social, Intimate Distances muestra la posibilidad del simulacro, a través del ejercicio de la directora de casting que intenta cumplir un cometido, donde el azar parece importante, pero también la sensación de estar, quizás, ante una puesta en escena planificada, que busca un impacto en el espectador sobre estas apariencias, lo que es y parece ser. La experiencia voyeur por un lado, y la experiencia del passeur, por otro. Tránsitos, movimientos, turistas, vecinos en un barrio común. Y todo bajo esta constante vigilancia, de una cámara que guarda distancia y lo escucha todo.
El film cierra con una cita extraída de Braudillard, que parece ser la premisa a confirmar a lo largo de metraje: “Todo lo que es ininteligible es criminal en sustancia”, y que de alguna manera se convierte en el sentido existencial de este film de Warnell. No solo se confirma con la cita algunos motivos de trabajos previos del artista y cineasta (New York como ciudad extraña, por ejemplo, tal y como pasó con Ming of Harlem: Twenty One Storeys in the Air), sino que ahonda en algunas tesis que han interesado al autor en los últimos años. Con Intimate Distances crea una prueba para desmantelar una idea de realidad, como escarbar estas capas de apariencia de lo que consideramos “ciudad”, “barrio”, “habitantes”, “vecinos”, para mostrar relaciones que pueden llegar a ser profundas, y encontrar un atisbo de solidaridad o sensibilidad, desde estas partes a unir. O también, citando a Braudillard, en una proyección donde “sólo la tecnología sigue tal vez uniendo los fragmentos dispersos de lo real”. Y las cámaras de Warnell parecen lograrlo.
Competencia internacional Burning Lights
Intimate Distances
Dirección: Phillip Warnell
Protagonista: Martha Wollner
Producción: Laura Coxson
Fotografía: Jarred Alterman
Música: Michelle Agnes Magalhaes
Edición: Juan Soto
Edición de sonido: Philippe Ciompi
Alex Grigoras, Myrto Farmaki
UK, EE.UU., 2020, 61 min