VISIONS DU RÉEL 2022: HERBARIA DE LEANDRO LISTORTI

VISIONS DU RÉEL 2022: HERBARIA DE LEANDRO LISTORTI

Por Mónica Delgado

En Devotional cinema, el cineasta estadounidense Nathaniel Dorsky afirma, sobre algunas características de la experiencia cinematográfica total, que las propiedades físicas de la película le parecían tan compenetradas con nuestro metabolismo que comenzó “a pensar en el cine como una metáfora, como una maqueta directa e íntima, de nuestro ser; un modelo que tenía el potencial de transformar las cosas…”. Es inevitable asociar esta confesión de Dorsky a la praxis de algunos cineastas para lograr percibir al film también como una materia orgánica, que pudiera evocar procesos metabólicos desde esta materialidad, desde la conciencia misma de sus soportes o formatos, y de su inevitable mortalidad. Esta metáfora del film vinculado al Ser podría ser un punto de partida en el tercer largometraje del cineasta argentino Leandro Listorti, Herbaria, presentado en Visions du Réel, puesto que se asocia al celuloide, desde este aspecto metabólico y de memoria, con un proceso similar: el estudio de las plantas.

El acercamiento que Listorti propone en Herbaria (Argentina, Alemania, 2022) es el de asistir a una analogía entre dos mundos para conectar: la labor de botánicos para la preservación y estudio de variedades de diversas plantas, y la labor de cineastas, archivistas y restauradores por mantener viva la fibra de la materia fílmica. Esta conexión no es demasiado explícita, sino que desde la rememoración de algunos episodios históricos de Argentina en tiempos del presidente Domingo Faustino Sarmiento -en la segunda mitad del siglo XIX- y desde el testimonio de algunos supervivientes del quehacer cinematográfico experimental, esta ligazón se hace más tangible.

Desde los primeros minutos de Herbaria, Listorti nos adentra desde un registro variado (entre el súper 8, el 16 mm y 35 mm)  a la labor vigente de botánicos y demás científicos para el estudio y preservación de la flora en diversos centros de investigación de Argentina. Y a partir de algunos textos, se va contextualizando esta labor, y también la posición del film en torno a este objeto o temática inicial: más de 500 especies de plantas han desaparecido del planeta, un dato aterrador si se le compara con los mamíferos, pájaros y anfibios ya extintos. Este dato inicial sobre lo irremediable va a gobernar el espíritu de este ensayo fílmico. Poco a poco, Listorti va estableciendo un paralelo con la materia del celuloide, al afirmar que más del 85 % de films realizados entre 1895 y 1900 ha desaparecido o que casi el 50% del cine sonoro realizado en fílmico ya no existe. Pero, también hay una asociación más que permite extrapolar este universo de plantas con un corpus cinematográfico extinto o en vías de extinción: un escuela en un jardín botánico lleva el nombre de Cristóbal Hicken, uno de los botánicos y naturalistas más importantes en la Argentina de inicios de las primeras décadas del siglo XX, mientras que el Museo del Cine, espacio actual de preservación del cine, lleva el nombre de Pablo Ducrós Hicken, sobrino de Cristóbal. Así se va hilvanando esta relación no solo desde una institucionalidad por la preservación, sino desde lo que significa en sí también esas ausencias. Pese a las carencias, olvidos y descuidos, las plantas generan mecanismos de supervivencia, igual que el cine, que resiste al paso del tiempo o a males propios de su composición (como el denominado ‘síndrome del vinagre’, el deterioro en los films de acetato que podrían asemejarse a las plagas de hongos que atacan a las plantas).

En Herbaria, también a partir de material archivo diverso, Listorti va estableciendo unos lazos concretos: plantas de las cuales ya no hay vestigio alguno, a menos que se las contemple en films que las registraron décadas atras, o como cuando el cineasta muestra algunas imágenes extraidas de películas de los años veinte que solo existen en digital, tras un proceso de escaneo y transfer. En ambos casos, el cine como expresión, como salida, ante el deterioro o la mortalidad. Y cuando este universo de plantas y celuloide se funde, es que Listorti logra una pequeña epifanía. Dos trayectorias distintas pero que bajo la aguda mirada de Listorti se vuelven una oportunidad contra el olvido.

Por otro lado, en este proceso de encadenamiento de dos procesos aparentemente sin relación abierta alguna, Listorti explora otro encuentro, el del celuloide con cineastas dispuestos a ascultar -con alma de botánicos- esta materialidad: cineastas argentinos que exploraron las posibilidades desde la experimentación del soporte, las intermitencias, la iluminación y la potencia de un tipo de observación. Por ello, en algunos pasajes, la presencia de Narcisa Hirsch o Claudio Caldini (quien ha filmado árboles y flores en obras como Aspiraciones, Vadi-Samvadi, OfrendaCuarteto) permiten afianzar un tipo de experimentación “biológica” del film. La película como las plantas en procesos de su propia supervivencia ante el paso del tiempo y la extinción.

Para Listorti, este tratamiento del cine como una planta, una entidad viva, resiliente, contra el tiempo, que responde ante ante el olvido y la fragilidad de su soporte, permite un llamado de atención, o en todo caso, configura un alegato a favor de aquellos modos en los que el cine furibundamente siempre se abre paso.

Competencia Burning Lights
Dirección y guion: Leandro Listorti
Fotografía: Fidel González Armatta
Sonido: Roberta Ainstein
Edición: Leandro Listorti
Música: Roberta Ainstein
Producción: Paula Zyngierman, MaravillaCine
Argentina, Alemania, 2022, 83 min.