Por Mónica Delgado
Ella es una psiquiatra jubilada y él es un crítico de cine aún en actividad. Él padece de algo que es consecuencia de la vigilancia y del cuidado que ejerce, a veces sin mucho interés, sobre ella que sufre de demencia. Ambos son octogenarios que viven solos en un departamento barroco o lleno de cachivaches en alguna zona de París, sumergidos entre la rutina, el hastío y la modorra. Tienen un hijo de cuarenta años que es adicto a la heroína, y un nieto pequeño, quienes los visitan. Hasta aquí no parece ser el argumento de alguna típica película del cineasta argentino francés Gaspar Noé, quien suele emplear elementos provocadores, sensacionalistas y efectistas en sus películas y desde personajes variopintos. Pareciera que de la mano de una pareja de adultos mayores, Noé entrara en un estado de purga de su propia marca. Con Vortex (Francia, 2021), asoma el intento de dibujarse el perfil de ser otro tipo de cineasta.
Los primeros minutos de Vortex proponen el marco de estilo que regirá las leyes formales del film. Noé elige dividir la pantalla en dos (ya usado en Lux Æterna, su film de 2019), y con esta decisión lograr dos lecturas de un mismo momento, o dos perspectivas o puntos de vista. Pero esta polaridad o dríada no es solo fruto de un capricho estético, sino que alude a una necesaria división del entorno, de los cuerpos y de sus propias identidades en medio de un matrimonio o de un contrato. Un recuadro para él y otro recuadro para ella. La imposibilidad del flujo turbulento o centro que alude el título del film. Y en este sentido, Vortex es una película sobre la división sexual de género. Es sobre la percepción de dos arquetipos en un periodo crítico de la vida, el masculino y femenino, por ello es lógico que los dos personajes que encarnan el cineasta italiano Dario Argento y la actriz francesa Françoise Lebrun no tengan nombre dentro de la lógica del film.
Por un lado, Vortex funciona como ejercicio metafílmico. No podemos como espectadores desligarnos de las figuras míticas del cine que representan estos dos actores, tanto Argento como un admirado cineasta icono del Giallo, y Lebrun, como actriz de films emblemáticos como La mamá y la puta de Jean Eustache, obra capital del cine francés, o de trabajos de Jean-Claude Biette o Paul Vecchiali. Es innegable la atracción que ejercen ambos personajes como entes sometidos a las reglas y efectos de la vejez, de la soledad, las enfermedades y las trampas de la memoria. Y también es innegable que de esta fama pende también el valor del film, es decir, de comprender las dinámicas de los personajes también como una inevitable sensación de que estamos asistiendo a momentos irrepetibles y extraños en la carrera de estas dos leyendas vivas del cine. Y por otro, Vortex funciona como una imposibilidad, la de no asimilar completamente a los dos personajes como lo que son, una pareja de ancianos anodina en algún distrito parisiense. Así, si fuera el caso, el film se volvería más un juego de dos cámaras que graban a dos personajes en tiempo real o un film melodramático de jubilados en su etapa más otoñal.
Si bien en este film pareciera que Gaspar Noé se aleja de sus tópicos y tratamientos más recurrentes, la materia tanática asoma intacta. Está en el modo en que fragmenta este hogar, en su necedad de plantear algunos planos enfáticos sobre el dolor y la desorientación de la demencia, como aquel en que aparece el personaje de Argento en un ataque de infarto o en la morgue, o en los planos de un water atorado mientras ella se deshace de algunos sedantes. O el hecho de que aparezca un hijo pequeño mientras el padre (el actor Alex Lutz) se acaba de inyectar alguna droga dura a la vena. Como Lars von Trier, Lanthimos o Seidl, a Noé le interesa forzar aquello que usualmente no se enfoca, le interesa lo torvo, rozar el límite de lo abyecto. Si bien en Vortex esto resulta más sutil, el cineasta no evita transmitir que la forma y materia de la vejez solo puede ser concebida como un espacio de una nueva degradación (un motivo absoluto en los films de Noé).
Y como suele pasar también en las obras de Noé, las mujeres se ratifican como piezas de una maquinaria organizada por un yugo masculino. Aquí el personaje de Lebrun, en su pantalla dividida- y como un espacio de lo femenino en esta división de género que sugiere Noé-, funciona como un ente al cual hay que dirigir, aconsejar, apaciguar o infantilizar. En la mayoría de escenas Lebrun apenas es esposa, madre o simplemente una mujer realizando acciones propias en su casa. Por el contrario, todas estas acciones están, incluso en el borde de la demencia, al servicio de la actividad de su esposo (quien por momentos funge de padre controlador): prepararle café, ir de compras, recibir a los invitados, vigilar si logra terminar o no el nuevo guion o la crítica de una película. Efectivamente, es una representación de una familia donde uno de los miembros sufre un estado de demencia o alguna enfermedad neurodegenerativa, con todo lo que ese imaginario implica, sin embargo, hay una intención en que todo el proceso de dolor, de alteración, de represión se traduzca en el personaje femenino. Por ejemplo, el rostro del personaje del esposo exacerbado en el rigor mortis (que recuerda a la estrategia orgásmica de Lars von Trier para promocionar Nymphomaniac), mientras la cara de ella es cubierta en situación similar, quizás para dejar imaginar al espectador una posibilidad de una expresión torva (y agregarle atropelladamente el componente estético). Y, por otro lado, si en Clímax, Irreversible o Love, las mujeres son ecos fieros de la culminación de un deseo o pulsión desde los Otros, en Vortex expresan el cobijo ante la muerte, pero, paradójicamente, también la condena de morir en la absoluta soledad.
Vortex
Dirección: Gaspar Noé
Guion: Gaspar Noé
Fotografía: Benoît Debie
Reparto: Dario Argento, Françoise Lebrun, Alex Lutz, Kylian Dheret, Kamel Benchemekh, Joël Clabault
Productora: Rectangle Productions, Wild Bunch, Les Cinemas de la zone, KNM, Artemis Productions, Srab Films, Les Films Velvet, Kallouche Cinéma
País: Francia-Bélgica-Mónaco, 2021, 142 min.