By Irina Trocan
Seeing Deborah Stratman’s medium-length film in the Forum Expanded section of the Berlinale means taking an unrepentant break from the hectic rhythm of the festival – in the end, you may conclude midway through the screening, none of this really matters, and when we consume our life on this planet we’ll only be a thin layer of dust that covers the rocks. As mankind’s impact on Earth is more demonstrably damaging from decade to decade, the least cinema can do about it is to accommodate views that don’t place humans at the center of everything. Last Things is a definite model for such an eco-cinematic approach. Just as Stratman’s previous The Illinois Parables (2016) was keener on showing territory – landscapes, agricultural fields – to anchor the eleven vignettes comprising its aural narration, Last Things makes us slowly acquainted with the marginality of the human figure, in this film where rocks are spectacular – and dynamic! – enough to take center stage. The beauty of chondrites, filmed in close-up and with their surface reflecting light toward the camera with a golden sheen, gives you the sense that they are genuinely droplets from the sun; and in the last scene, right after the credits, one camerawork decision says it all: a group of young men break-dance on the street, but instead of panning to capture their moves, the camera remains fixed on the sandstones beneath them.
The eerie feel of Last Things comes either from its abundant soundtrack – which sounds a bit as if you’re eavesdropping at a loud alien ant species – or from its shapeshifting between various forms – from genesis-evoking computer imagery, to picturesque compositions displaying minerals, to abrupt forays into what one assumes to be a geology lab. It often and radically departs from documentary form, as well: a Chris Marker-style narration, in the voice of French filmmaker Valérie Massadian, recites passages from J.-H. Rosny’s dystopic science fiction about the rise of the “ferromagnetic kingdom” (La mort de la terre and Les Xipéhuz are among several works of fiction excerpted in the soundtrack). The very likely, though uncomfortable scenario in which rock-kind outlives us is complemented in Stratman’s film by scientific interventions such as Robert Hazen’s theories on mineral evolution and Marcia Bjørnerud’s throwback to “our part of the Milky Way 4.5 billion years ago”. Compare that to the average 2h-runtime of a fiction film!
Last Things builds up its meaning gradually and instead evolves by graphic matches. Perhaps one of the most unexpected ones juxtaposes a chart of 3D geometric figures, a pyramid-shaped architectural detail and, at last, a similar-looking lab-polished stone (not to be flamboyant in comparisons, but it’s almost like Kubrick’s bone-to-spaceship edit played backwards). If nothing else, this unavoidably suggests that the audiovisual form is, beside a medium for telling stories, based on a recording technology with precise scientific applications. This does not contradict the fact that Last Things is, in its overarching form, poetic – as long as you make peace with the thought of your transience in a generally durable universe.
Ver el mediometraje de Deborah Stratman en la sección Forum Expanded de la Berlinale supone tomarse un respiro impenitente del ajetreado ritmo del festival: al final, puede que concluyas a mitad de la proyección, nada de esto importa realmente; cuando consumamos nuestra vida en este planeta sólo seremos una fina capa de polvo que cubre las rocas. Dado que el impacto de la humanidad sobre la Tierra es más perjudicial de una década a otra, lo menos que puede hacer el cine al respecto es dar cabida a puntos de vista que no sitúen al ser humano en el centro de todo. Last Things es un claro ejemplo de ese enfoque ecocinematográfico. Así como la anterior Illinois Parables (2016) de Stratman apostaba por mostrar el territorio -paisajes, campos de cultivo- para anclar las once viñetas que componen su narración sonora, Last Things nos familiariza poco a poco con la marginalidad de la figura humana, en esta película donde las rocas son lo suficientemente espectaculares -¡y dinámicas! -como para ocupar el centro del escenario. La belleza de las condritas, filmadas en primer plano y con su superficie reflejando la luz hacia la cámara con un brillo dorado, da la sensación de que son auténticas gotas de sol; y en la última escena, justo después de los créditos, una decisión de cámara lo dice todo: un grupo de jóvenes bailan breakdance en la calle, pero en lugar de hacer un paneo para captar sus movimientos, la cámara permanece fija en las areniscas que hay bajo ellos.
La inquietante sensación que transmite Last Things se debe a su abundante banda sonora -que suena un poco como si estuvieras escuchando a escondidas a una ruidosa especie de hormigas alienígenas- o a sus cambios de forma: desde imágenes de ordenador que evocan el génesis, pasando por pintorescas composiciones que muestran minerales, hasta abruptas incursiones en lo que uno supone que es un laboratorio de geología. También se aleja a menudo y radicalmente de la forma documental: una narración al estilo de Chris Marker, con la voz de la cineasta francesa Valérie Massadian, recita pasajes de la ciencia distópica de J.-H. Rosny. Rosny sobre el surgimiento del “reino ferromagnético” (La mort de la terre y Les Xipéhuz son algunas de las obras de ficción extraídas de la banda sonora). El muy probable, aunque incómodo, escenario en el que las rocas nos sobreviven se complementa en la película de Stratman con intervenciones científicas como las teorías de Robert Hazen sobre la evolución de los minerales y el retroceso de Marcia Bjørnerud a “nuestra parte de la Vía Láctea hace 4.500 millones de años”. Compárese con la duración media de 2 horas de una película de ficción.
Last Things construye su significado gradualmente y, en cambio, evoluciona mediante coincidencias gráficas. Quizá uno de los más inesperados yuxtapone un gráfico de figuras geométricas en 3D, un detalle arquitectónico en forma de pirámide y, por fin, una piedra pulida en laboratorio de aspecto similar (no es por ser extravagante en las comparaciones, pero es casi como el montaje de Kubrick del hueso a la nave espacial reproducido al revés). Al menos, esto sugiere inevitablemente que la forma audiovisual es, además de un medio para contar historias, una tecnología de grabación con aplicaciones científicas precisas. Esto no contradice el hecho de que Last Things sea, en su forma global, poética, siempre y cuando uno haga las paces con la idea de su fugacidad en un universo generalmente duradero.
Forum Expanded
Directed by/dirigido por: Deborah Stratman
France, Portugal, 2023
50′