WILD NIGHT IN EL RENO DE GEORGE KUCHAR

WILD NIGHT IN EL RENO DE GEORGE KUCHAR

kuchar

Por Mónica Delgado

En solo seis minutos, George Kuchar estableció las claves de gran parte de su posterior filmografía, sobre todo debido a esa fijación con las texturas y sonoridades del clima, en su emblemática Oklahoma. En Wild Night in El Reno (1977), Kuchar pareciera que hurga una nueva categoría en cuanto a la filmación de su propia interioridad, trazada de modo significativo en los primeros planos de este corto experimental registrado desde la ventana de una habitación de un motel.

Filmada frente y desde el Motel 2215 de Sunset Drive, Wild Night in El Reno propone una puesta en escena donde el auto registro se hace explícito a partir de dos fotografías inmersas del cineasta dentro de la serie de planos filmados de modo subjetivo desde este espacio breve, símbolo de la road movie y del tránsito del paseante.  El inicio propone una duda ante el tiempo: un poste en contrapicado que permite asegurarse que no se viene un día de cielo limpio, mientras alguien cierra la cortina, y deja la pantalla en negro por unos segundos para pasar a otra toma de ese ambiente a la espera de la tormenta en el Motel Barton, desde el ojo de alguien quizás allí recluido o en estado de espera. El viento que intenta jalar una prenda en el tenderero, una canción  (extraída de  Bambi deDisney),  planos del estacionamiento sacudido por el fuerte viento, la mujer que corre hacia una cabina teléfonica en plena tormenta, o un auto que pasa por una carretera bajo la lluvia, proponen el preámbulo hacia esta noche salvaje, llena de truenos y rayos, y donde el cineasta solo aparece desde estas dos fotos, una al lado de un graffiti emblemático, y en otra, acostado alegre sobre las vías de un tren.

El modo en que Kuchar aborda su intención de diario fílmico es casi una sorpresa, igualada con los momentos exactos en que captura rayos azotando la tierra, y que se plasman en esas dos fotografías que le permiten ser parte de esta noche salvaje, en su recuerdo y detalle de ese pueblo por el que transita, y que lo atrapa en estas horas de revuelta climática. Por otro lado, este cortometraje siembra la semila de lo que sería sus futiuros trabajos casi una década más tarde, como en Weather Diary 1 (1986), que hace el seguimiento a los previos de un ciclón en un pueblo acostumbrado a la furia de la naturaleza.

El registro de esta noche salvaje, en su progresión y liberación, descrito perfectamente en esa toma del arcoiris tras la fuerte lluvia, en la suma de gratificación tras una noche tortuosa, se compara con esa fotografía final, que confirma la visión de aquel que filma, en su necesidad de estar presente en cuerpo y alma, documentado la ironía y efecto del clima sobre su humanidad.