Por Mónica Delgado
Entre tanto film de ficción visto en estos días con estructuras narrativas anodinas, barrocas o ambiciosas, asoma en la competencia por el Oso de Oro de la 75º Berlinale, un film francés que mantiene la tradición de la simpleza, al sostener un metraje con diálogos en escenas extensas como parte del recorrido sentimental del protagonista. Ari, película de Léonor Serraille, es un film sobre la autoeducación sentimental, que proyecta a su vez el aprendizaje de un profesor practicante de 27 años, encarnado por el actor Manet Andránico, quien tiene problemas de concentración y de socialización, además de vínculos deteriorados con su padre.
Desde el inicio del film, la cineasta deja en claro las decisiones de su puesta en escena: planos muy cerrados, una serie de close-ups a la caza de las reacciones del personaje, y sonidos y voces del ambiente que ayudan a imaginar el contexto fuera de campo. Decisiones que asoman desde el prólogo, que muestra una reminiscencia de la infancia de Ari al lado de su madre, o como desde la primera escena, donde vemos muy cerca a Ari en aula de un jardín de infantes tratando de compartir con los pequeños estudiantes el poema L’Hippocampe de Robert Desnos, el poeta surrealista. La lectura del poema lúdico y cuasi onomatopéyico apenas se puede dar, debido a que Ari se empeña en explicar detalles demasiado complejos para la compresión de niños pequeños. La docente del aula le hace algunos comentarios que le ayudan a hacer su “performance” lo mejor posible, sin embargo, Ari no puede y termina desfalleciendo. Esta elipsis pone en cuestión el proceso de autoestima de Ari, así como la inseguridad que lo reprime; y para ello los recursos de Léonor Serraille para dar cuenta de la sensibilidad de su protagonista quedan expuestos.
No estamos ante un film psicológico, sino ante una película de aprendizaje, a modo de un coming of age tardío. Si bien este subgénero dramático se basa en mostrar la transición de un personaje que pasa de la infancia o pubertad a la adolescencia o juventud, aquí se hace el seguimiento a un personaje adulto que interiormente parece un niño que tiene que madurar. Y este proceso hacia la madurez es imaginado por la cineasta como una serie de encuentros de Ari con amigos del pasado que lo ayudan a centrarse en su propia soledad de manera positiva tras discusiones con su padre. Así, este proceso de aprendizaje se da dentro de la dialéctica de la conversación y desde la aparición de lo incierto como un aspecto de lo bello y memorable.
Hay una secuencia muy lograda, en la cual Ari conoce de casualidad a un joven jardinero en una casa nueva que acaba de rentar. Este cree que Ari lo quiere seducir, sin embargo el protagonista deja en evidencia que un trato afectivo entre hombres no tiene que ser necesariamente un flirteo, sino un simple punto de partida para cualquier modo de acceder a los otros. Con este gesto, Léonor Serraille confirma la delicadeza con la que construye al personaje, desde la ternura y la autodeterminación.
Dirección y guion: Léonor Serraille
Fotografía: Sebastien Buchmann
Edición: Clémence Carré
Diseño de sonido: Ana Dupouy,Charlotte Butrak,Pedro Bariaud,Niels Barletta
Mezcla: Youna de Peretti
Productores: Sandra da Fonseca,Gregorio Debailly
Coproductor: Benoit Roland
Reparto: Manet Andránico, Pascal Renéric, Théo Delezenne, Riad Ferrad, Eva Lallier Juan, Lomane de Dietrich, Mikaël-Don Giancarli, Clémence Coullon
Francia, Bélgica, 2025, 88 min