Por Mónica Delgado
Como en sus anteriores trabajos, Andrei Zvyagintsev propone una nueva alegoría moral para hablar de la crisis social en la Rusia actual, pero esta vez desde el núcleo devastado de un hogar de clase media en pleno proceso de divorcio. Si en Leviathan la lucha contra la corrupción se veía impedida de ser desterrada por culpa de los favores y santos criterios de la iglesia ortodoxa en un pueblo pequeño y conservador, o si en Elena una madre se ofrecía en martirologio para proteger a su hijo alcohólico en un circulo viciado de dinero y demás transacciones, en Loveless Zvyagintsev elije a un niño como chivo expiatorio de una sociedad en decadencia, reflejada aquí en la institución de la familia, rota y enemiga de lo emocional y solidario.
También como en sus trabajos previos, Zvyagintsev elige comenzar y terminar su film en un mismo espacio (o con la misma premisa): un bosque en pleno invierno (filmado de modo espléndido), de árboles poderosos y clima bucólico, alegoría física de la otra alegoría moral, social y política que establece a partir de la desaparición de un niño de doce años, un paria emocional de sus padres, quienes apenas se inmiscuyen en este proceso de búsqueda. El cineasta va describiendo la naturaleza enrarecida de estos dos personajes ambivalentes, entre la histeria y la inactividad, mostrándose apáticos, secos y centrados en demostrar los vicios de estos padres “malos” en un mundo “sin amor”.
Pero para Zvyagintsev, este mundo sin amor está regido por el desinterés de una madre hacia su hijo pequeño, que lo tiene abandonado, sin afecto, y que en suma evocaría a una figura suprema de la mujer-madre dentro de una sociedad ya enajenada que ha perdido la pleitesía y el liderazgo de estas mujeres que lo daban todo por sus hijos. La madre (Rusia) -incluso hay una escena donde esta idea es demasiado frontal- que deja de lado el amor más real, el de los hijos (pero también de todos aquellos nacidos en la misma patria). Así el cineasta ruso esboza un film que cuestiona precisamente la ausencia en tiempos actuales de este tipo de amor filial. La Rusia actual no es pues la madre que recibe la inmolación de un hijo como sucede en Sokurov, tampoco es la misma Elena que alguna vez dio vida en otro film, ni mucho menos la madre de Pudovkin. La madre de Zvyagintsev es un personaje sin amor, sin memoria, sin recuerdos. Y que también puede ver como una analogía contraparte del icono melodramático por excelencia. Ya no hay cabida para el amor filial de ningún tipo.
Y esta mirada que feminiza la responsabilidad de la crisis de un país es lo que empobrece de alguna manera a Loveless. La madre ya no solo es la mujer fría que ha perdido a un hijo, sino que encarna un paradigma más grande que es reforzado por diversos personajes y extras que van a apareciendo a lo largo del film (prostitutas, adolescentes ebrias, una docente indiferente): todas las mujeres están perdiendo algo que las identificaba como sostenes de lo social.
Ambientada en el periodo previo y posterior a los conflictos con Ucrania, Loveless reflejaría en su ambición no solo un retrato familiar, sino la degradación social de un país teniendo como referencia histórica las consecuencias de la ex URSS, donde las ruinas de búnkeres y demás espacios abandonados construidos dentro de las políticas socialistas, serían el espacio que podrían cobijar a estos huérfanos emocionales que huyen ante el desapego familiar. Por otro lado, hay una relación intuitiva por lo menos con el clásico de Andrei Tarkovski, La infancia de Iván, donde un niño también se volvía en víctima de la orfandad pero aquí en el marco de la guerra y de un país en ruinas. Este Iván moderno llamado Alexei en la película de Zvyagintsev sufre los mismos traumas, aunque este pequeño ya no tenga la voluntad de enfrentar su realidad sino solo de desaparecer, silenciosamente.
Competencia selección oficial de largometrajes
Director: Andrei Zvyagintsev
Guion: Oleg Negin
Música: Andrey Dergachev
Fotografía: Mikhail Krichman
Productora: Arte France Cinéma / Why Not Productions
Rusia, 2017