Por Mónica Delgado
Loznitsa recupera en Donbass hechos que usuarios suben a redes sociales, y trata de simular las formas en que son captados, es decir retoma la estética espontánea y vibrante de algunos videos extraños y populares de Youtube, que van dando cuenta de una sensibilidad social enajenada y efervescente. Diversos tipos de nacionalismos afloran, tanto en su vacío lógico como en su antojadizo fanatismo. El cineasta ucraniano va dibujando a través de un fresco todo un micromundo de seres exaltados, histéricos, a punto de explotar, tanto militares de uno u otro bando, como ciudadanos comunes y corrientes en constante estímulo político.
El resultado, en Donbass, es una radiografía social corrosiva y satírica, con momentos fuertes que copian la brutalidad de la realidad, donde solo la forma de la farsa y lo grotesco puede traducir una galería humana diversa y tosca, que si bien se inspira en el material que los usuarios suben a redes sociales, pareciéramos encontrar allí, en los diversos pasajes de linchamiento, chantajes, masacres, torturas y refugios, un documento de prácticas antiguas o medievales, donde todo proceso de consenso para la vida en el marco de la ley y los derechos estuvieran borrados del mapa.
Como en las miniaturas flamencas (y como lo realizado en Maïdan por ejemplo), el plano panorámico es la expresión cumbre en el cine de Loznitsa, donde todo existe de modo notable en el encuadre. Allí reproduce y logra que interactúen tanto mecánicas de alienación como las estrategias del simulacro o la ilusión, y las va volviendo un microrganismo, donde todo funciona y se compenetra para los logros políticos o militares del momento.
Un alivio ver en este estado a Loznitsa en Cannes, en la sección Un Certain Regard, y que muestra que se viene recuperando del fiasco del año pasado (A Gentle Creature).