Por Mónica Delgado
La película más combativa de toda esta edición de Cannes vino de la mano del emblemático Lech Kowalski. Si bien durante esta jornada de once días hubo demostraciones de un cine militante y político en los trabajos de Patricio Guzmán o en el de Juan Solanas (como apoyo a la campaña por el derecho al aborto en Argentina), dos latinoamericanos, con Blow it to bits (On va tout péter) se dio espacio para la voz obrera.
En Blow it to bits, el estadounidense Kowalski se adentra (como suele ser usual en su cine) en las jornadas de lucha, huelgas, paros y represiones de un grupo de obreros despedidos de una empresa que ensabla autos, en la fábrica La Souterraine, en el departamento de la Creuse, que está bajo la propiedad de GM&S. Kowalschi se vuelve un demandante más, quien respira al lado de los líderes del sindicato, y que los acompaña con cámara en mano en sus diversas acciones con miras a la restitución laboral o evitar la disolución de la empresa. Pero el cineasta no vuelve su film en un relato de la burocracia de las luchas sindicales, sino que les aporta un ángulo de intimidad, de interacción entre actores de diversos puntos de vista pero que apuntan a resolver una situación de desempleo y crisis sin miedos.
Kowalski es un cineasta que ha trabajado siempre temáticas sociales desde una libertad ineludible, y asumido como un aliado dentro de comunidades marginales (de punkekes a obreros) y “contraculturales” para dar voz a los otros. Fue el gran documentalista de pasajes de Sex Pistols o Los Ramones (D.O.A. por ejemplo) o de jóvenes punk como en La fábrica de botas, y en este pequeño pero inmenso film, presentado en la Quincena de Realizadores, el cineasta logra una épica donde la cámara, como personaje, se vuelve en elemento total inmerso en la misma lucha. Así el film no solo propone la descripción de un problema laboral en una Francia actual en crisis (la fábrica de ensanblaje cierra porque es más barato hacer lo mismo en un país asiático), sino que simboliza esta inmersión del cine como aliado para transmitir en directo relatos de exclusión desde el poder que da el dispositivo documental.
Hay una secuencia en Blow it to bits, en la cual vemos cómo los obreros son expulsados a la fuerza por la policía, donde son sacados cargados, jalados, tratados como paquetes que hay que sacar de algún espacio incómodo. Y en algún momento de ese pasaje, la policía toma también a Kowalski y a su cámara, mostrando así esa frontera que el cineasta ha logrado diluir, la del cine como parte de esta lucha, no como un agente externo, y la del cine mismo como testigo desde dentro en este film de seguimiento, que muestra a Kowalski una vez más coherente con los motivos de su cine, incólumes y admirables.
Quincena de Realizadores
Director, guion, fotografía: Lech Kowalski
Edición: Lech Kowalski , Odile Allard
Música: Sal Bernardi
Francia, 2019, 109 minutos