CONCURSOS DAFO 2018: ¿CRISIS DE FESTIVALES? ¿CRISIS DE JURADOS?

CONCURSOS DAFO 2018: ¿CRISIS DE FESTIVALES? ¿CRISIS DE JURADOS?

Por Mónica Delgado

Tras el fallo del Concurso de Gestión Cultural para el Audiovisual 2018, convocado por la Dirección del Audiovisual, la Fonografía y los Nuevos Medios del Ministerio de Cultura, ha surgido en redes sociales un interés por un tema preocupante desde hace algunos años en este tipo de procesos: la idoneidad y calidad de los jurados, sobre todo porque en el acta final se señaló que el concurso se declaraba parcialmente desierto, al no desembolsar un poco más de 105 mil soles que estaba destinado para propuestas de gestión regionales.

De las 43 postulaciones, se dieron como ganadores quince proyectos tanto de Lima como fuera de la capital, entre los cuales no estaba ni Transcinema, el Festival de Cine de Lima Independiente, ni el nuevo Festival Internacional de Cine de Apropiación, los únicos espacios en la ciudad para difundir un cine de más riesgo, sobre todo experimental, películas que no tienen cabida en festivales o muestras más grandes. Si bien en sus categorías de concursos sí se declararon ganadores (la multianual y la anual, ambas de Lima), se puso a discusión el escaso apoyo a este tipo de festivales por parte de la DAFO y de sus jurados. ¿Pero esta falta de apoyo es real? De todas las ediciones de este concurso para la gestión cultural que se realiza desde el año 2012, Transcinema ganó en cuatro de las seis veces que se presentó, mientras que Lima Independiente ganó dos de las cuatro veces que participó. Muta no se presentó el año pasado. Por ejemplo, la actual ganadora, Corriente: Encuentro latinoamericano de cine de no ficción, de Arequipa, ganó en cinco oportunidades, en todas en las que se presentó, siendo un evento con una programación y actividades similares a las propuestas de los festivales independientes de Lima, es decir films de narrativas no convencionales con difícil acceso a las carteleras o muestras más tradicionales. Entonces, ¿existe en realidad ese poco apoyo? Es un panorama distinto si pensamos en las ocho o nueve postulaciones de cineastas que nunca han ganado nada. Entonces, ¿ya no deberían haber concursos para este tipo de festivales y crear una carta libre para su realización? Sería ir en contra del espíritu de los concursos, donde se postula y los proyectos quedan sometidos a lo normado en las bases. Más bien hay que estar conscientes que se premian los proyectos, no las programaciones, si las películas que pasan son las últimas de Marsella o Cinema du Reel.

Lo que está claro es que los festivales independientes de Lima, aquellos que no dependen del apoyo de empresas o que no se organizan desde el aval de universidades privadas, como la Muestra de Cine de la Universidad de Lima, o el Festival de Lima, que organiza la Pontificia Universidad Católica, viven una precariedad permanente, y no solo por estar al margen de un sistema igual de precario de producción, distribución y exhibición de films, o por tener una gestión cultural llena de baches, sino porque viven las consecuencias de una escasa formación de públicos.

Es innegable la necesidad de que una capital como Lima se ubique a la par de otros espacios latinoamericanos de promoción de un cine independiente, como pasa con Valdivia, Buenos Aires, La Paz, Ciudad de México o Curitiba. En ese aspecto, Transcinema y Lima Indie han logrado visibilizar a Lima en la cartografía festivalera de la región, pero hay que tener en cuenta que sufren la desventaja de otros espacios que sí a partir de sus alianzas (o mejor gestión cultural) han logrado despertar algo difícil: atraer a los públicos. Y aquí hago una pregunta necesaria: ¿para quiénes se hacen Transcinema o Lima Independiente? Hay una urgencia por replantear una política de captación y formación de públicos. Ha habido quejas de que un festival que cuenta con alianza institucionales como Al Este de Lima, que también ha ganado DAFO en más de tres oportunidades, no necesita los recursos, pero a pesar de sus desavenencias en su gestión, ha logrado llamar la atención de diversos públicos. ¿Es esto lo que estarían evaluando los jurados en esta categoría?

He notado que en algunos proyectos de gestión cultural ignoran esta cifra: ¿cuánta gente va a las funciones?, ¿cuántos estudiantes?, ¿cómo justifican la promoción de este cine diverso que no llega a la cartelera? Urge redefinir políticas para buscar atraer a los estudiantes y jóvenes al cine, sobre todo, y desarrollar audiencias con criterios para la sostenibilidad. Que se acabe de una vez esa terrible sensación de ir a una sala para ver un film reconocido en Rotterdam o Berlinale, encima en funciones gratuitas, y no tengan pues más de dos o cinco espectadores (incluso teniendo al director internacional en sala), sino el esfuerzo será en vano.

No estoy sugiriendo que el jurado ha preferido apoyar a proyectos que llevan más público, sino que quizás hayan optado por proyectos que sí tengan más contundencia en este aspecto. El concurso evalúa proyectos de gestión cultural para la promoción del audiovisual, donde no solo entran a tallar festivales de cine, sino muestras, seminarios, y otras actividades que permitan un acercamiento del público a un cine que no suele llegar a las carteleras, pero también a través del diálogo abierto y la discusión.

Hay que destacar que este año se haya premiado a iniciativas como el Festival de Cine Hecho por Mujeres y otros emprendimientos regionales, por ello la necesidad de potenciar y mejorar la calidad de los jurados sí, pero también mejorar lo que ya existe en gestión cultural, por ende, mejores proyectos. Muchas veces he ido a funciones donde nadie presenta la película, no se generan diálogos después de las funciones, que creo esencial para la configuración de un festival, y ni qué decir de la calidad de las proyecciones, donde prometen films en 35 mm y terminamos viendo uno en DVD de la colección de Criterion (como pasó en la reciente edición de Al Este de Lima) o cuando sale el antivirus o actualización de la PC en el écran en plena proyección, como ha pasado en varias oportunidades tanto en Transcinema o Lima Indie. Ojalá que esta situación permita también la autocrítica y que se terminen de hacer los festivales para la ilusión del flyer y se haga un esfuerzo contundente para llevar, de verdad, personas a las salas, más allá de las funciones contadas con los hits o highlights de la temporada, que suelen llamar más la atención.