Por José Sarmiento Hinojosa
Al hablar del género coming-on-age en los últimos 20 años, se vienen a la mente tres films. Desde la magnífica Fish Tank de Andrea Arnold (2009), hasta The Smell of Us (2014) de Larry Clark, cruzando el otro lado del océano con la obra maestra de Raúl Perrone P3ND3JO5 (2013), se podía percibir una sensibilidad compartida de sus autores, una intención de excavar profundamente en el alma de sus protagonistas: hombres y mujeres jóvenes desclasados, ajenos, que viven en una atmósfera enrarecida, en un margen opuesto. Cada uno de estos cineastas realizó interpretaciones magistrales del drama adolescente, de una intimidad corporal e inquietud (Clark), de espacios opresivos y marginales (Arnold), de intenso experimentalismo poético (Perrone). La columna vertebral de estas películas fue, y sigue siendo, un cine que resuena en el interior del pequeño universo de esta juventud.
Por tanto, el principal problema de Salomón Pérez al volver a estos códigos familiares, en En medio del laberinto (Perú, 2019), es que se perciben demasiados lugares comunes. Existe, de hecho, una noble intención de retratar a su ciudad natal, Trujillo, y a esta pequeña comunidad de chicos skaters que habitan en esas calles en medio del paisaje de la ciudad. Los primeros minutos son prometedores: el telón de fondo de luces en el horizonte, un cielo nocturno y las tomas en caja de 4:3 simulando el 16 mm parecen establecer cierta intención de darle a la ciudad un protagonismo destacado en el desarrollo de la historia, los espacios urbanos como territorio bajo el dominio de estos jóvenes skaters aficionados, las primeras conversaciones ociosas y la impasibilidad de sus personajes, todo se suma a una cierta idea en prospectiva. Pero pronto, algunos contratiempos en el montaje (ciertas secuencias ensambladas con una estética de videoclip que distrae rápidamente al espectador) y una empatía excesiva con el uso de la metáfora (las antenas telefónicas en la ciudad pueden funcionar como un recurso, pero en su insistencia fuerza la simbología, en varios planos o en los diálogos, una insistencia que debería ser un guiño sutil) lleva una idea prometedora al campo de lo ya visto.
Además, la imagen que tiene el director de su protagonista, un joven aséptico, es demasiado desconcertante. Lejos, muy lejos están las ideas radicales y difíciles de Harmony Korine a través de la dirección de Larry Clark en Kids (1995), el aspecto marginal de una comunidad de personas con dificultades, las pulsiones internas de los inicios de la sexualidad, los excesos. Hay una cierta comodidad en esta representación de una historia de amor de dos adolescentes que solo parecen vivir su juventud en mayor parte, en una atmósfera emocional desinfectada quirúrgicamente, algo que se siente demasiado difícil de ver, una asepsia que no funciona del todo como telón de fondo de una ciudad urbana. Nunca hay un verdadero conflicto, no hay violencia, no hay humores o fluidos corporales, solo un toque de beso rechazado, todo esto reforzado por el uso de una banda sonora de indie-pop/rock que desactiva cualquier intención de darle a esta película un cierto peso emocional.
De hecho, no es el cine radical que necesita desesperadamente un país como este, ni la película peruana del año. Hay mucha intención en el cine de Pérez pero también mucho espacio para crecer.
Sección Bright Future
Dirigida por Salomón Pérez
Productor: Silvia Arellano y Ponce de León
Cinematografía: Ponce de Leon
Reparto: Renzo Mada, Astrid Casos Portocarrero, Pablo Ramírez, Junny Ynoquio
Perú, 2019
Drama
sesenta y cinco’