ROTTERDAM 2021: LA PUGNA POR LOS CUERPOS EN AURORA

ROTTERDAM 2021: LA PUGNA POR LOS CUERPOS EN AURORA

Por Mónica Delgado

Aurora, de la cineasta costarricense Paz Fábrega, es un film que dará mucho que hablar entre las mujeres. En contextos actuales latinoamericanos en que se defienden y aprueban políticas nacionales de salud pública para las mujeres y diversidades, como la reciente demanda de leyes por la interrupción de embarazos no deseados, en niñas, adolescentes y sobre todo, víctimas de abusos o en situación de pobreza, asoma un film que instala otro sentido común, o que más bien lo pone a prueba, con elecciones expresivas que permiten un punto de vista opuesto para la discusión: la aparente defensa de la maternidades, a través de la relación entre una docente y una joven adolescente en estado de gestación.

En el cine latinoamericano, el aborto o embarazo adolescente desde las cineastas mujeres ha sido un tema poco explorado, y más bien ante esas ausencias es que han aparecido films desde el activismo feminista -o fuera de él- como pasa con el documental Niña mamá (2019) de la argentina Andrea Testa (del cual escribiremos en un próximo post). Sin embargo, desde las ficciones ha habido algunas exploraciones sobre la femineidad, la sexualidad o la agencia o derechos sobre los cuerpos precisamente desde la complejidad de esta problemática, la de niñas o adolescentes y jóvenes en embarazos en precariedad o vulnerabilidad. Aurora recoge este dilema, pero que es trazado desde una premisa asumida per se, a tal punto que el Deus ex machina se vuelve el eje de los giros del film.

En Aurora, todo parece estar dispuesto para defender una tesis: en la adversidad, hay que aceptar el designio de ser madre. Y también es una aproximación “más creativa” para la confirmación de estereotipos y paradigmas sobre la maternidad o sobre la deslegitimación del derecho a abortar o dar en adopción, desde un discurso conservador, ¿el de los personajes o el de la directora?

Aurora podría ser un film sobre las polaridades o diferencias de dos mujeres, muy distintas entre ellas, frustradas en sus deseos de cambio, porque ninguna puede lograr lo que se propone o sueña: una está embarazada prematuramente siendo una escolar y la otra, solitaria y autosuficiente, no consigue convencerla de que hay más oportunidades lejos de la idea de ser madre. ¿O es que vivir como Luisa no es para nada atractivo? Sin embargo, a partir de algunas decisiones en su puesta en escena, en los giros dramáticos, la ruta que toma Aurora va confirmando poco a poco posiciones sobre el tema y su respectiva moraleja.

El film, que compite por el Tiger Award, comienza presentándonos a su protagonista Luisa (encarnada por Rebeca Woodbridge, docente de arte y arquitecta en la vida real y en esta ficción), una mujer de cuarenta años de clase media, decidida, reflexiva, que luce madura, viviendo plenamente. Cuando aparece la hermana de uno de sus estudiantes, Julia (Raquel Villalobos), vomitando Citotec (misoprostol) en los baños de la escuela, Luisa presume el embarazo y considera que se trata de una oportunidad para ayudar y salvar a una niña de escasos recursos de un futuro poco promisorio. Lo que parece una complicidad, se va volviendo una relación de discreta tensión, a tal punto que las ideas de una Luisa feminista sobre las desventajas de la maternidad y las ventajas de dar un hijo en adopción se van diluyendo ante una Julia que va cediendo ante los círculos familiares conservadores y la idea de dejar de estudiar para criar a un bebé.

Desmantelar la posibilidad de la hermandad entre estas dos mujeres está marcada por decisiones directorales abruptas: como las escenas que dan detalles sobre la concepción, o la atmósfera jipi para describir la arcadia adolescente que cobija a Julia, una joven poco expresiva y reprimida, que apenas sabe decir lo que siente. Colocar a un personaje desangelado y poco simpático, incluso con sus amigos, en medio de un clima de libertad sexual muy a lo Mayo del 68, no puede verse más que como una estrategia forzada. Tan impuesta como el encuentro “fortuito” con la madre en un bus, la desaparición de la figura paterna (borrada de hachazo) o como la escena de los vínculos que nacen amables entre los futuros abuelos.

Tras ver Aurora, pensé en Medea (2017) de la también costarricense Alexandra Latishev, y producida por Fábrega, ya que son caras opuestas de la misma moneda: dos visiones sobre la misma problemática. Ambos films comparten nombres de mujeres en sus títulos que simbolizan algo más allá de lo real; apelan a una idea simbólica del mito de la mujer autónoma o de la diosa del amanecer. ¿Un díptico? Ambas tienen personajes en crisis viviendo experiencias de inestabilidad y de dolor de embarazos no deseados. Mientras que en Medea, interrumpir un embarazo es liberador, en Aurora su impedimento es la confirmación de un status quo, mostrada desde planos embellecidos (y utópicos) que auguran un futuro mejor (aunque sepamos que no).

Competencia internacional
Dirección y guion: Paz Fábrega
Fotografía: María Secco
Editora: Soledad Salfate
Diseño de producción: Catalina Tenorio
Diseño de sonido: Federico Moreira
Música: Alex Catona
Reparto: Rebeca Woodbridge, Raquel Villalobos, Liliana Biamonte, Daniela Arroio, Marcela Jarquín, Kattia González
Costa Rica, México, 2021, 92 min